La utilidad de una investidura
Tanto el programa del candidato como el debate son elementos fundamentales para controlar al futuro Gobierno, sea el que sea, y tambi¨¦n a la oposici¨®n, sea la que sea. Y el control pol¨ªtico es una de las tareas principales del Congreso
Se ha especulado en estos d¨ªas, sobre todo a partir del pacto entre PSOE y Ciudadanos, que la sesi¨®n de investidura en el Congreso es un tr¨¢mite in¨²til, meramente formal, dado que el candidato propuesto por el Rey no parece reunir los apoyos suficientes para alcanzar las mayor¨ªas suficientes para resultar elegido. Puede que sea as¨ª, es lo m¨¢s probable, incluso lo m¨¢s seguro. Pero en una forma de gobierno parlamentaria, como es la nuestra, estas sesiones nunca son un mero tr¨¢mite ni, por supuesto, son in¨²tiles, sino todo lo contrario, como ahora veremos. Naturalmente, siempre que el candidato y los grupos parlamentarios se atengan a las funciones constitucionales que tiene asignada una sesi¨®n de investidura.
Desde el punto de vista institucional, la democracia pol¨ªtica se basa en una cadena sucesiva de relaciones de confianza para el nombramiento o designaci¨®n de cargos p¨²blicos que da origen, en sentido inverso, a que estos, los designados, son responsables ante quien los nombra, lo cual tiene como consecuencia que los puede cesar en el cargo. En un sistema parlamentario esta cadena empieza en las mismas elecciones y termina en la designaci¨®n de los altos cargos ministeriales pasando por el presidente y los ministros que componen su gabinete.
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La investidura del candidato a presidente del Gobierno se inscribe, pues, en esta l¨®gica: en estos d¨ªas, el Congreso de los Diputados, por mayor¨ªa, le otorgar¨¢ o no la confianza. Sin embargo, es muy importante hacer notar que esta confianza, en positivo o en negativo, debe justificarse p¨²blicamente por parte de los grupos pol¨ªticos de la c¨¢mara, aquellos que han sido previamente consultados por el Rey. Y ah¨ª entran en escena dos elementos b¨¢sicos: el programa pol¨ªtico y el posterior debate.
El programa lo expone el candidato y es ¡°su programa¡±, no el de su Gobierno, que a¨²n no est¨¢ constituido y que, normalmente, a¨²n se ignora su composici¨®n en la sesi¨®n de investidura, a menos que el candidato lo haga p¨²blico durante el transcurso de la misma. Ah¨ª puede comprobarse el predominio, a la vez que la responsabilidad, del presidente: los ministros deber¨¢n ejecutar, naturalmente con un cierto margen de discrecionalidad, el programa del presidente y de su cumplimiento ser¨¢n responsables ante ¨¦l; a su vez, por la ejecuci¨®n de este programa, al presidente se le pueden demandar en el futuro responsabilidades pol¨ªticas, especialmente por parte de los grupos que le han apoyado. Por tanto, las medidas propuestas en el programa adquieren una gran importancia. No s¨®lo deben ser el motivo de dar o no su respaldo a la investidura del candidato sino que son tambi¨¦n aquellas medidas cuyo cumplimiento se le debe exigir, aunque m¨¢s adelante matizaremos esta exigencia.
Con lo dicho, ya hemos destacado impl¨ªcitamente el segundo elemento, la importancia del debate de investidura en el Pleno. El candidato no s¨®lo debe enunciar las medidas de su programa sino tambi¨¦n justificarlas. Pero, a su vez, los dem¨¢s grupos, al apoyarlas o rebatirlas, de hecho est¨¢n haciendo p¨²blico su propio programa y si el candidato no sale investido, en las sucesivas rondas para elegir presidente no pueden ser incoherentes con lo ya expresado, especialmente en el caso de ser ellos los candidatos. Por tanto, lo dicho en el debate compromete para el futuro, el inmediato y el de la legislatura que empieza.
Todos se comprometen, en cierto modo, y quedan prisioneros
de sus propuestas
En este sentido, tanto el programa como el debate son elementos fundamentales para controlar al futuro Gobierno, sea el que sea, y tambi¨¦n a la oposici¨®n, sea la que sea. Y la funci¨®n de control pol¨ªtico, al tiempo que la legislativa y la elecci¨®n del presidente, es la principal funci¨®n del Congreso, el cual representa al pueblo espa?ol en esa labor.
Cabe preguntarse, antes lo insinuamos, hasta qu¨¦ punto compromete el programa pol¨ªtico. Dicho m¨¢s claramente: ?puede exigirse el exacto cumplimiento de las medidas que contiene dicho programa a lo largo de los cuatro a?os de legislatura?
Est¨¢ claro que el programa no vincula jur¨ªdicamente, es decir, que su incumplimiento no obliga a dimitir, ninguna norma constitucional lo establece. Pero, ?y pol¨ªticamente? ?Hay razones pol¨ªtica para que el presidente ¡ª¨²nico responsable ante el Congreso debido a que es ¨¦l, y no su Gobierno, el investido¡ª deba dimitir por el incumplimiento del programa?
Respuesta: no necesariamente. ¡°Cuando ciertos hechos cambian, yo tambi¨¦n cambio¡±, dijo m¨¢s o menos Keynes. Esta inteligente reflexi¨®n puede aplicarse al caso. Sucede a menudo, para no decir casi siempre, que durante los cuatro a?os de mandato parlamentario, determinados factores de la realidad ¡ªecon¨®micos, pol¨ªticos, sociales, muy especialmente en el campo internacional¡ª se modifican de manera sustancial y la aplicaci¨®n literal de las medidas del programa deben ser adaptadas para no perjudicar a los intereses generales.
Debe ser m¨¢s importante escuchar argumentos que contar
presumibles votos
Como es obvio, ser¨ªa necio obstinarse en seguir con tales medidas s¨®lo por el mero hecho de no desviarse de un programa pensado para circunstancias distintas. Basta, en estos casos, que el presidente justifique los cambios y convenza a los diputados, y a la opini¨®n p¨²blica, de la necesidad de ¨¦stos en bien de todos. En la medida que lo consiga, no estar¨¢ pol¨ªticamente obligado a dimitir.
Por tanto, en una sesi¨®n de investidura, acabe como acabe, lo que cuenta no es s¨®lo la aritm¨¦tica de los votos sino tambi¨¦n, y de manera muy relevante, lo que en ella se expone y se debate, tanto por parte del candidato como de los dem¨¢s grupos. Todos se comprometen, en cierto modo, y quedan prisioneros de sus propuestas aunque, como es el caso, al no haber mayor¨ªas claras, el debate tambi¨¦n es un ¨¢mbito para calibrar las posibilidades de acercamiento entre estas mismas propuestas, de deliberar y discutir sobre los asuntos buscando la finalidad de toda investidura: llegar al final a un acuerdo coherente de gobierno que permita elegir, en esta o en otras rondas parlamentarias, un presidente.
Esta es la utilidad de la sesi¨®n que hoy empieza: m¨¢s que a la suma de los votos, a lo que hay que estar atento es a las propuestas que unos y otros formulan, para averiguar las posibilidades de encontrar coincidencias o, al contrario, concluir que las distancias son, por m¨¢s esfuerzos que se hagan, insalvables. En todo caso, debe ser m¨¢s importante escuchar argumentos que contar presumibles votos.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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