No hay que imitarlos en nada
Es pertinente que se deje de rendir homenaje a militares y pol¨ªticos que participaron en la sublevaci¨®n de Franco
Al final unos y otros se han echado las culpas, como sucede siempre que alguien mete la pata en este pa¨ªs. Y, por supuesto, nadie dimite jam¨¢s de su cargo, un rasgo m¨¢s, entre muchos, que el autoproclamado ¡°nuevo¡± partido Podemos comparte sobre todo con el PP. Pero lo cierto es que el Ayuntamiento de Carmena hizo el encargo: contrat¨® y pag¨® a la C¨¢tedra de la Memoria Hist¨®rica (?) de la Universidad Complutense, formada por cinco historiadores muy raros y dirigida por Mirta N¨²?ez, la elaboraci¨®n de un primer listado de ¡°calles franquistas¡±, para cambiarlas. Si he subrayado ¡°primer¡± es porque eso indica que por lo menos tendr¨ªa que venir un segundo, y eso que el inicial computa nada menos que 256, n¨²mero que en principio parece excesivo teniendo en cuenta que, ya hacia 1980, algunos de los m¨¢s conspicuos nombres franquistas desaparecieron, por fortuna, de nuestro callejero: la Gran V¨ªa dej¨® de llamarse Jos¨¦ Antonio; la Castellana, General¨ªsimo; Pr¨ªncipe de Vergara, General Mola; la glorieta de San Vicente, Ramiro Ledesma, etc. Aun as¨ª, es obvio que algunos quedan, y, en efecto, es pertinente que en cualquier sitio de Espa?a se deje de rendir homenaje a militares y pol¨ªticos que participaron en la sublevaci¨®n de Franco y en la criminal represi¨®n desa?tada a partir de entonces. Como tampoco ser¨ªa admisible la celebraci¨®n de individuos ¡°republicanos¡± que se mancharon las manos de sangre en las zonas que controlaron durante la Guerra. Si he entrecomillado ¡°republicanos¡± es porque entre los presuntos defensores de la Rep¨²blica hubo muchos que pretendieron carg¨¢rsela con el mismo ah¨ªnco que los sublevados, s¨®lo que desde el otro extremo.
Pero ese ¡°primer¡± listado no se ha limitado a se?alar a los Generales Varela, Yag¨¹e, Aranda, D¨¢vila o Fanjul, todos merecedores de castigo y no de premio, sino a numerosos escritores, artistas y personalidades que en alg¨²n momento de la largu¨ªsima dictadura le mostraron su apoyo o no fueron combativos con ella. Gente a la que no era imputable ning¨²n delito (o s¨®lo de opini¨®n) y que probablemente recibi¨® una calle o una plaza por sus m¨¦ritos art¨ªsticos o literarios y no por su adhesi¨®n al r¨¦gimen o su tolerancia con ¨¦l. Sus obras nos pueden gustar m¨¢s o menos, y sus figuras caernos simp¨¢ticas o antip¨¢ticas, pero a estas alturas nadie que no sea cerril discute la val¨ªa de Pla, Dal¨ª, D¡¯Ors, Mihura, Jardiel Poncela, Cunqueiro, Manuel Machado o Gerardo Diego. Tampoco los logros, en sus respectivos campos, de Manolete, Bernab¨¦u, L¨¢zaro Galdiano, Turina, Juan de la Cierva o Marquina. La mentalidad y el tono con que se ha configurado esa lista son policiales e inquisitoriales: mentalidad de delator, o, si se prefiere, de ¡°comisario del pueblo¡±. Y en Madrid hay todo tipo de gente, no se olvide.
Hay una parte de Espa?a nost¨¢lgica de nuestros
peores tiempos y costumbres
El 27 de mayo de 1937, en plena Guerra, mi padre public¨® un art¨ªculo en el Abc madrile?o (esto es, republicano), ¡°La revoluci¨®n de los nombres¡±. Entonces era un joven de casi veintitr¨¦s a?os, soldado de la Rep¨²blica. En esa pieza se?alaba c¨®mo ¡°desde que estall¨® la rebeli¨®n ya no hay medio de saber c¨®mo se llama nada. Cuando se lee alg¨²n peri¨®dico faccioso¡± (es decir, franquista) ¡°de cualquier ciudad, se puede ver que cualquier desfile, procesi¨®n o manifestaci¨®n sale de la plaza de Calvo Sotelo, pasa por las calles de Franco y Falange Espa?ola, luego por la Avenida de Queipo de Llano para seguir por la calle de Alemania y terminar en la alameda de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera. El orden cambia seg¨²n se trate de Salamanca, Zaragoza o Sevilla; pero los nombres permanecen¡±. Y a?ad¨ªa: ¡°Y es de todo punto lamentable que imitemos en esto a los rebeldes, porque no hay que imitarlos en nada¡±. Y as¨ª, cuenta c¨®mo en Madrid la calle Mayor ha perdido su nombre en favor de Mateo Morral, anarquista que atent¨® contra Alfonso XIII ¡ y mat¨® a veinticinco personas, pero no al Rey; c¨®mo el Prado, Recoletos y Castellana han pasado a llamarse Avenida de la Uni¨®n Proletaria; c¨®mo Pr¨ªncipe de Vergara (t¨ªtulo de Espartero, general anticarlista y liberal) tambi¨¦n ha ca¨ªdo por ignorancia. ¡°Y lo m¨¢s grave, lo intolerable¡±, segu¨ªa mi padre, ¡°es el nombre elegido para sustituirlo: Avenida del 18 de julio. ?Es que nosotros podemos celebrar esa fecha, en que empez¨® una de las m¨¢s grandes tristezas de la historia espa?ola? ?Podemos conmemorar el d¨ªa en que el pueblo espa?ol, que se dispon¨ªa a mejorar sus destinos en la paz de un Gobierno suyo como el del Frente Popular, se vio obligado a llenarse de sangre en una guerra tremenda?¡± Tambi¨¦n cuenta c¨®mo en Valencia la calle de Caballeros ha pasado a ser Metalurgia (!), o c¨®mo el pueblo de San Juan, en Alicante, se llama ahora Floreal ¡ Todo esto suena de otro mundo, y sin embargo ¡ Hace casi ochenta a?os que el joven que fue mi padre escribi¨® este art¨ªculo. Lo hizo en un pa¨ªs en guerra, partido y lleno de odio, en el que un bando imitaba al otro, cuando ¡°a los rebeldes no hay que imitarlos en nada¡±. ?Tiene alg¨²n sentido que volvamos a hablar del callejero al cabo de tanto tiempo, cuando adem¨¢s no hay guerra, ni hay dos bandos? Hay una parte de Espa?a, parece, nost¨¢lgica de nuestros peores tiempos y nuestras peores costumbres, desde luego de las m¨¢s idiotas. Eso es siempre inevitable. Lo malo es que esos nost¨¢lgicos del encono y la animadversi¨®n tengan capacidad decisoria y mando en plaza, sean del lado que sean. Todav¨ªa est¨¢ en nuestra mano no d¨¢rselos, ni la capacidad ni el mando.
elpaissemanal@elpais.es
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