Los intereses personales
El aviso est¨¢ dado: los diputados deben hacer que la C¨¢mara no sea solo un teatrillo
Yo tambi¨¦n creo que el acuerdo entre Pedro S¨¢nchez y Albert Rivera puede haber sido un referente pol¨ªtico para los pr¨®ximos a?os. No solo acaba con muchas rutinas enojosas de poder, sino con muchas m¨¢s corruptelas de las que la gente com¨²n podr¨ªa imaginar.
Adem¨¢s, es una buena medicina contra el sectarismo y contra la siniestra jugada de muchas formaciones encastilladas en el ¡°qu¨¦ hay de lo m¨ªo¡±.
Los resultados del pacto denotan la largueza de miras de los firmantes, tanto como la cortedad en las observaciones del Partido Popular y de Podemos, por no hablar de la necedad de las elaboraciones tabernarias de Esquerra Republicana.
Pero hay que llamar la atenci¨®n a Albert Rivera, Pedro S¨¢nchez y su ej¨¦rcito de constructores de alternativas: si no toman las medidas adecuadas con la militancia de los partidos y, por supuesto, con los derechos de los diputados, propios y ajenos, todo su trabajo tan encomiable puede irse al garete.
Si no, ?c¨®mo esperaban Rivera y S¨¢nchez que se produjera una votaci¨®n en la que hubiera algo distinto de lo previsto? Rajoy lo dijo: el Grupo Popular va a votar que no; Iglesias, muy parecido: vamos a votar que no. Y luego, Patxi L¨®pez tuvo la santa paciencia de abrir una votaci¨®n alfab¨¦tica. Eso quiere decir que el reglamento de la C¨¢mara est¨¢ en contra de su uso. El que la votaci¨®n sea nominal indica que cada diputado tendr¨ªa que tener su opini¨®n, y llega Iglesias, y llega Rajoy y dicen que su grupo va a votar lo que sea. Rivera y S¨¢nchez har¨ªan lo mismo en su caso (lo hacen).
Entre las medidas m¨¢s urgentes de una nueva etapa estar¨ªa el arreglo de esta barbaridad antidemocr¨¢tica. Con su mantenimiento se est¨¢ perpetuando el clientelismo m¨¢s feroz y el corporativismo m¨¢s repugnante. Que cada diputado vote seg¨²n su conciencia, y que se juegue su puesto si se lo tiene que jugar. A nadie cuando va a votar se le explica que los que reciben su voto obedecen ciegamente a un tercero.
El aviso est¨¢ dado: los diputados deben hacer que la C¨¢mara no sea solo un teatrillo. Para eso nos basta con el jefe de cada grupo. Sobrar¨ªan los debates. ?Es imposible pensar que alguien pueda convencer a otro durante los encuentros parlamentarios?
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