Batallas
La idea de que tu padre se enfrentara en tu defensa al maestro, al p¨¢rroco, al alcalde o al polic¨ªa era impensable
La generaci¨®n que llegamos a este mundo entre la Guerra Civil y el final de la autarqu¨ªa en 1960, sobrevivimos de milagro al parto de nuestras madres, que apenas se cuidaron durante el embarazo. Crecimos bajo la amenaza del infierno y de la represi¨®n moral, pero entonces las puertas de las casas, incluso de noche, nunca estaban cerradas con llave. Dormimos en colchones de borra o de lana apelmazada y sobre ellos so?¨¢bamos con El Hombre Enmascarado; beb¨ªamos agua pura de la fuente y jug¨¢bamos todo el d¨ªa en la calle con patinetes, aros y flechas que hab¨ªamos fabricado con nuestras manos; hac¨ªamos la guerra a pedradas contra la pandilla contraria y si volv¨ªas herido a casa nadie te rega?aba, pero la idea de que tu padre se enfrentara en tu defensa al maestro, al p¨¢rroco, al alcalde o al polic¨ªa era impensable; nuestras madres nos ba?aban en un barre?o con agua caliente una vez a la semana en invierno, pero en verano ¨ªbamos al r¨ªo o a la playa en una bicicleta en cuyos radios hab¨ªamos colocado una carta de la baraja, a menudo el as de oros, para que sonara a motor. Siempre entr¨¢bamos sin llamar en casa de un compa?ero con el que nos iniciamos en el sexo bajo los limoneros y compart¨ªamos nidos y nombres de los p¨¢jaros, tebeos y gusanos de seda con aquel ni?o silencioso cuyo padre estaba en la c¨¢rcel o hab¨ªa sido fusilado. Esta generaci¨®n nacida durante la autarqu¨ªa franquista consigui¨® romper los hierros de la dictadura y entre la libertad conquistada y la corrupci¨®n sobrevenida, ha dado a este pa¨ªs, pese a todo, grandes cient¨ªficos, l¨ªderes empresariales y artistas internacionales. Ahora desde la altura del tiempo contempla el paso de la juventud airada sin adivinar hasta d¨®nde llevar¨¢ a este pa¨ªs la c¨®lera social y puesto que el pasado no parece servir de nada, se limita a contar a sus nietos estas lejanas y perdidas batallas.
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