Cuba despu¨¦s de Obama
El presidente estadounidense es el dirigente mundial que mejor puede alentar la democratizaci¨®n en la isla. La reforma pol¨ªtica es inevitable; la ¨²nica cuesti¨®n es si se har¨¢ antes de 2018, cuando se renueve la Jefatura del Estado, o despu¨¦s
Durante d¨¦cadas, buena parte de la opini¨®n p¨²blica global ha especulado qu¨¦ pasar¨¢ en Cuba despu¨¦s de la muerte de Fidel Castro. Especulaci¨®n cada vez menos pertinente, dado que la Cuba posterior al orden social de la Revoluci¨®n y al estilo fidelista de gobierno ya es una realidad. La evidencia de una sociedad cada vez m¨¢s estratificada y ajena a los usos y costumbres del castrismo, por el avance de una econom¨ªa de mercado segmentada y el nacimiento de nuevas ¨¦lites, globalizadas a su manera, confirma esa muerte pol¨ªtica.
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El viaje de Barack Obama acelera la mutaci¨®n de un r¨¦gimen que sobrevive a su fundador. El presidente de Estados Unidos llega a un pa¨ªs diferente al que Castro intent¨® mantener vivo, a costa de grandes sufrimientos, en las d¨¦cadas que siguieron a la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la desintegraci¨®n de la URSS. Mucho de lo que ha sucedido en la isla en los ¨²ltimos a?os ¡ªmultiplicaci¨®n del trabajo por cuenta propia, compra y venta de autom¨®viles y casas, liberalizaci¨®n del consumo, alza de remesas, apertura a la inversi¨®n extranjera, flexibilidad migratoria, aumento del turismo¡¡ª debi¨® suceder hace veinticinco a?os.
A estas alturas es m¨¢s importante preguntarse qu¨¦ pasar¨¢ en Cuba despu¨¦s de Ra¨²l o, m¨¢s espec¨ªficamente, despu¨¦s de Obama, por las enormes expectativas que se acumular¨¢n en los dos pr¨®ximos a?os. Obama se despedir¨¢ de los cubanos a pocos d¨ªas de que comience el VII Congreso del Partido Comunista, la ¨²ltima reuni¨®n de ese tipo antes de que se produzca la inevitable renovaci¨®n generacional de la c¨²pula gobernante en 2018. La hora de la biolog¨ªa ha llegado, y persistir en un Gobierno controlado por nonagenarios puede ser m¨¢s se?al de fragilidad interna que de una empecinada idea mafiosa del poder.
No hay dirigente mundial, que haya visitado la isla en d¨¦cadas pasadas, con mayores posibilidades de alentar una democratizaci¨®n del sistema pol¨ªtico cubano. Ni Mija¨ªl Gorbachov ni Jimmy Carter, ni Juan Pablo II ni Nelson Mandela, recibidos por Fidel Castro, pod¨ªan hacerlo. Obama, con un anfitri¨®n como Ra¨²l Castro, puede. Es el primer presidente de Estados Unidos que aplica un sostenido desmantelamiento del embargo comercial, con cuatro paquetes de medidas entre diciembre de 2014 y marzo de 2016. Y es, sobre todo, un l¨ªder que personifica algo que los cubanos no poseen desde hace mucho tiempo: un estadista joven, que gan¨® limpiamente unas elecciones democr¨¢ticas y que, luego de ocho a?os de gobierno, se retira.
Los j¨®venes cubanos valoran en Obama el ascenso social y pol¨ªtico de los afroamericanos
Obama encarna muchas cosas que la ciudadan¨ªa joven de la isla valora positivamente despu¨¦s de 56 a?os de comunismo: el ascenso social y pol¨ªtico de los afroamericanos en Estados Unidos, la apuesta por una gesti¨®n p¨²blica en beneficio de las mayor¨ªas, un ejercicio diplom¨¢tico que prioriza la negociaci¨®n de conflictos, un dem¨®crata del siglo XXI que habla el lenguaje de las democracias del siglo XXI. Pero Obama es, adem¨¢s, la prueba viviente de algo que la juventud cubana tiene que ver con una mezcla de extra?eza y fascinaci¨®n: un pol¨ªtico que abandona el poder a los 55 a?os, la edad que tienen los sucesores m¨¢s j¨®venes de los octogenarios gobernantes de la isla.
En Cuba, a diferencia de en M¨¦xico, Brasil o Argentina, pa¨ªs que visitar¨¢ pocos d¨ªas despu¨¦s, el presidente de Estados Unidos representa el ideal de lo prohibido. Todo cubano que, despu¨¦s de 1959, haya proyectado alguna vez el deseo o la voluntad de ser un pol¨ªtico en democracia es hoy un sujeto malogrado: un fusilado, un preso, un reprimido, un defenestrado, un exiliado. Barack Obama atrae a la ciudadan¨ªa y a la oposici¨®n cubanas ¡ªaunque no todos los opositores respalden sus pol¨ªticas¡ª, y es una inspiraci¨®n secreta para el grupo de sucesores, que tienen su misma edad, que t¨ªmidamente se prepara para heredar el poder de una casta de ancianos que desconf¨ªa de quienes la sobreviven.
Pero un aliento de Obama a la democratizaci¨®n de Cuba carece de efecto inmediato. La democracia en la isla, si alguna vez se construye, ser¨¢ obra de los mismos cubanos y, si quiere ser duradera, deber¨¢ surgir sin presiones externas. El largo diferendo con Estados Unidos ha sido un elemento estructural del sistema vigente y el cambio pol¨ªtico se asocia con el restablecimiento de v¨ªnculos bilaterales y la normalidad diplom¨¢tica. Aun as¨ª, el nuevo nexo entre Estados Unidos y Cuba, al margen de cualquier escenario de pesadilla, oscila entre dos desenlaces: una sucesi¨®n autoritaria, que consolide el actual capitalismo de Estado, o una transici¨®n democr¨¢tica.
Es muy poco lo que el Gobierno tendr¨ªa que hacer para facilitar el arranque de una transici¨®n. En primer lugar, suspender los arrestos temporales de cada fin de semana y permitir la libre manifestaci¨®n p¨²blica de los opositores. Tambi¨¦n podr¨ªa decretar desde ahora los proyectos de reforma constitucional, electoral y de asociaciones que desde hace a?os se estudian en el Partido Comunista. ?Qu¨¦ le impide hacerlo? ?nicamente el obsesivo c¨¢lculo biol¨®gico que subyace a todas sus decisiones: si hay reforma pol¨ªtica ¡ªpiensan los jerarcas¡ª, deber¨¢ producirse cuando no amenace el poder de los Castro y la generaci¨®n hist¨®rica.
La democracia, si quiere ser duradera, tendr¨¢ que llegar sin presiones externas
Un inconveniente de que Obama viaje a fines de marzo es que Ra¨²l Castro tal vez use el congreso de abril para reparar da?os simb¨®licos y cerrar filas. El desaf¨ªo ideol¨®gico de la visita no es menor para una nomenklatura que hace muy poco apostaba toda su estrategia medi¨¢tica, adscrita al bloque bolivariano, a la confrontaci¨®n de la hegemon¨ªa de Estados Unidos. El continuismo deber¨¢ ser le¨ªdo con suspicacia, sin perder de vista que la normalizaci¨®n diplom¨¢tica ha sido decidida en la c¨²pula, con importante apoyo de las bases, pero, tambi¨¦n, contra las reservas y objeciones de los sectores m¨¢s ideol¨®gicos e inmovilistas del aparato pol¨ªtico.
La c¨²pula sabe que la reforma pol¨ªtica es inevitable. Solo se debate en propiciarla antes de febrero de 2018, cuando se producir¨¢ la renovaci¨®n de la jefatura del Estado, o despu¨¦s. Si lo hace antes, permitir¨¢ que la sucesi¨®n de poderes tenga lugar en un clima de mayor legitimidad para el heredero designado. Si se resiste a hacerlo, de acuerdo con los reflejos totalitarios del r¨¦gimen, corre el riesgo de que la incertidumbre crezca despu¨¦s de la sucesi¨®n y la ingobernabilidad amenace un peque?o pa¨ªs del Caribe que, no por sus buenas relaciones con Washington, est¨¢ libre de las turbulencias de la regi¨®n.
Rafael Rojas es historiador.
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