Las espinas y las golondrinas
En los momentos l¨ªmites s¨®lo hay dos partidos: el de la humanidad y el de inhumanidad
?C¨®mo se tratar¨ªa hoy la muerte de Cristo en las redes sociales? ?Cu¨¢nto tiempo ser¨ªa trending topic? Es posible que mucha gente, de vacaciones de Semana Santa, ni se enterase. Supongo que habr¨ªa un mont¨®n de curiosos haci¨¦ndose selfies con el fondo del crucificado. Pidi¨¦ndole una ¨²ltima sonrisa: ¡°?No te lo tomes a la tremenda, Inri!¡±. Imagino al que dirigi¨® el flagelo y la coronaci¨®n con varas trenzadas de espinas explicando a c¨¢mara que no se trataba propiamente de una tortura, sino de mantener una tradici¨®n.
Recuerdo unas declaraciones de un exjefe de la Pide, la polic¨ªa pol¨ªtica de la dictadura portuguesa, en las que negaba que se torturase a los prisioneros: ¡°Se trataba sencillamente de causarles cierta incomodidad¡±.
¨C?Pero este eccehomo est¨¢ chorreando sangre por la cabeza!
Las m¨¢s aut¨¦nticas procesiones de Semana Santa de este a?o son las de los refugiados de Europa
¨CNada, hombre. Un poco de incomodidad.
Y seguramente Poncio Pilatos, despu¨¦s de hacerse rogar, comparecer¨ªa al fin en pantalla de plasma para lavarse las manos ante la audiencia: ¡°Aqu¨ª que cada vela aguante su palo y a ver qu¨¦ futuro le dejamos a nuestros antepasados¡±.
No faltar¨ªa la avalancha de haters (odiadores) con su particular shitstorm (tormenta de mierda), humillando a la v¨ªctima y jaleando a los opresores: ¡°Houdini ya se hubiera fugado¡±, ¡°El Rey de Reyes era un perroflauta¡±, ¡°Baja de la cruz, Mes¨ªas, que ya te han pasado los quince minutos de posteridad¡±, ¡°?El muchacho de Nazaret consigui¨® ser Dios en prime time!¡±.
Debe ser por el oficio de escritor, esa disposici¨®n al enigma, que siempre tuve dificultades para saber de qu¨¦ lado estaba en la frontera de la ficci¨®n y la realidad. Por eso evitaba de ni?o las procesiones de Semana Santa. Tiraba o me soltaba de la mano de la madre y escapaba cuando aparec¨ªan las formaciones de encapuchados morados, el redoble intimidante de los tambores, los guardias armados escoltando al Cristo. Borges se horroriz¨® con raz¨®n ante un est¨²pido soneto antisemita de G¨®ngora en el que este se burlaba de un auto de fe, en Granada, que se limitaba a un solo quemado vivo: ¡°Cinco en estatua / s¨®lo uno en persona¡¡±. ?Pobre cartel, pobre espect¨¢culo!
Para m¨ª, en la infancia y m¨¢s tarde, aquel ritual de Semana Santa, aquella forma de exhibir el crucificado, representaba, sin m¨¢s ret¨®ricas, el triunfo del miedo. En tiempos, asist¨ª a los oficios, a los pasos del Calvario, y lo que me qued¨® de todo ese relato fue aquella interpelaci¨®n tremenda del chico arameo: ¡°Eloi, eloi, lam¨¢ sabactani¡± (Dios m¨ªo, ?por qu¨¦ me has abandonado?).
Podr¨ªa decir que soy ateo. Eso respond¨ª muy seguro a unos amigos en Belfast, hasta que me hicieron tambalear con la respuesta: ¡°S¨ª, pero ?eres ateo cat¨®lico o ateo protestante?¡±.
Sea lo que sea, Cristo situ¨® la igualdad en el n¨²cleo de la conciencia y la creaci¨®n, y ya no hay quien la arranque de ah¨ª ni con bomba de hidr¨®geno. Y su revoluci¨®n transform¨® tambi¨¦n para siempre el relato literario. En la antig¨¹edad estaban muy diferenciados el estilo sublime (sermo sublimis) y el popular (sermo humilis). El relato de la pasi¨®n de Cristo revienta esa convenci¨®n. Escribe Erich Auerbach en su genial M¨ªmesis: ¡°Que el Rey de Reyes hubiera sido escarnecido, escupido, azotado y clavado en la cruz como un criminal vulgar, esta narraci¨®n aniquil¨® por completo, al penetrar a fondo en la conciencia de los hombres, la est¨¦tica de la separaci¨®n de estilos¡±.
Las m¨¢s aut¨¦nticas procesiones de Semana Santa de este a?o son las de refugiados por las fronteras de espinas envueltas en bruma de Europa. Desde que falleci¨® ahogado Aylan Kurdi, han muerto m¨¢s de quinientos ni?os en este ¨¦xodo. Se calcula que m¨¢s de diez mil ni?as y ni?os han desaparecido. Lo m¨¢s probable, secuestrados y sometidos a tratos que har¨ªan saltar las entra?as de un smartphone de ¨²ltima generaci¨®n. Son nuestros eccehomos y eccedonnas. Y lo mismo ha ocurrido, y est¨¢ ocurriendo, con un gran n¨²mero de mujeres. No s¨¦ si Dios es, pero si es, es peque?o y es mujer. Y desde luego lleva una corona de espinas. Flagelados y con espinas salieron cientos de miles de personas exiliadas de Espa?a en 1939. Y una gran parte fue salvada en una operaci¨®n de acogida mucho m¨¢s complicada que la actual: hab¨ªa que cruzar el Atl¨¢ntico para llegar a Chile o a M¨¦xico. Este pa¨ªs, M¨¦xico, hizo infinitamente m¨¢s en un a?o por los espa?oles que lo que Espa?a ha hecho por todos los refugiados durante a?os en el Mediterr¨¢neo.
En los momentos l¨ªmites, dec¨ªa Albert Camus, s¨®lo hay dos partidos: el de la humanidad y el de inhumanidad. Europa se jodi¨® hist¨®ricamente cuando triunf¨® el partido de la inhumanidad. Y parece que quiere volver a asomar.
Dicen que se conservan setecientas espinas de la corona primitiva de Jes¨²s y que en Espa?a hay unas cuarenta. La mayor¨ªa est¨¢n en Notre Dame, junto con un clavo de la cruz. Dicen tambi¨¦n que parte de esas espinas reverdecen. Eso s¨ª que me lo creo. Y tambi¨¦n creo en las golondrinas, esa incorporaci¨®n popular al relato de Cristo. Fueron ellas las que lo aliviaron de las espinas.
Espero que este a?o la primavera de Europa se llene de nubes de golondrinas.
elpaissemanal@elpais.es
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