'Julieta', el drama m¨¢s seco de Almod¨®var
UNA MADRE escribe una carta sin destino a su ¨²nica hija. Una carta desnuda y directa, un v¨®mito seco de recuerdos y sensaciones, de culpas, de fracasos y abandonos, y quiz¨¢ tambi¨¦n de compasivas mentiras. Esa carta, ese folio en blanco, es Julieta, la ¨²ltima pel¨ªcula de Pedro Almod¨®var. El cineasta lleva meses ¨Cen realidad a?os¨C a lomos de un personaje que ahora se desdobla en dos actrices ¨CAdriana Ugarte y Emma Su¨¢rez¨C para representar la juventud (el recuerdo) y la madurez (el presente) de una misma voz. Almod¨®var a¨²n no ha desvelado mucho ni de ella ni de la historia que lleva su nombre y quiz¨¢ por eso se muestra temeroso de no encontrar las palabras precisas para hablar de una pel¨ªcula de mujeres que se parece muy poco a sus otras pel¨ªculas de mujeres. Un drama sin respiro, para sus personajes y para el espectador, que cabalga por el tiempo, la geograf¨ªa y los acontecimientos con una sola esperanza: encontrar un destino para esa desconsolada carta.
¡°Esta es una pel¨ªcula de mujeres imperfectas pero defendibles, como sois, como somos todos¡±, afirma Almod¨®var sobre los personajes de su vig¨¦simo filme, que se estrena el pr¨®ximo 8 de abril. Cuenta con un elenco de int¨¦rpretes que en su mayor¨ªa nunca hab¨ªa trabajado bajo sus ¨®rdenes, y su origen son tres relatos de la premio Nobel de Literatura Alice Munro. ¡°He intentado ser lo menos ret¨®rico posible, la contenci¨®n iba conmigo porque decid¨ª que ese era el modo de contar esta historia, que no es un melodrama sino un drama seco¡±, a?ade. ¡°He luchado mucho con las l¨¢grimas de las actrices, contra la necesidad f¨ªsica de llorar. Esa lucha es muy expresiva. No es por pudor, es porque yo no quer¨ªa l¨¢grimas, lo que quer¨ªa era abatimiento. Eso que se queda dentro despu¨¦s de a?os y a?os de dolor. Adoro el melodrama, es un g¨¦nero noble, un grand¨ªsimo g¨¦nero, pero yo ten¨ªa muy claro que no quer¨ªa su ¨¦pica, quer¨ªa otra. Sencillamente, esta ten¨ªa que ser una pel¨ªcula muy seca¡±.
Sentado en una butaca de piel en su despacho del barrio de Ventas de Madrid, Almod¨®var (Calzada de Calatrava, 1949) habla flanqueado por el sempiterno original de Ceesepe del cartel de La ley del deseo, un collage de Dis Berlin y varios dibujos de Carlos Berlanga. Restos de otros tiempos que ahora, en las paredes redecoradas, conviven con fotograf¨ªas de personas a las que el cineasta espa?ol quiere o admira. Un convite al que se sientan Pen¨¦lope Cruz, Billy Wilder, John Waters, Quentin Tarantino, Spike Lee, Wes Anderson, Pina Bausch, Lauren Bacall, Michelangelo Antonioni, Francis Ford ?Coppola y Jeanne Moreau, entre otros. Frente a esta constelaci¨®n de estrellas se amontonan los incontables premios que el cineasta ha recibido en su carrera. Solo se echa en falta el brillo dorado de los Oscar que logr¨® en 1999 por Todo sobre mi madre y en 2002 porHable con ella. Las dos rutilantes estatuillas le aguardan, como su gato Lucio, en casa. ¡°Me lo regalaron durante el rodaje de La piel que habito. Un gato callejero que ahora es el rey de la casa y que ya no quiere saber nada de la calle. Es curioso, pero el amor que le tengo le ha dado forma a mi ternura, toda una reeducaci¨®n que me ayuda mucho¡±, afirma con una carcajada durante la conversaci¨®n.
Si empezamos por el principio, el embri¨®n de Julieta estar¨ªa en los relatos Destino, Pronto y Silencio, de Munro, cuyos derechos el cineasta compr¨® en 2009, nada m¨¢s leerlos. En su elogio de la escritora canadiense, la Academia Sueca dijo al otorgarle el Nobel que en sus historias el mayor dolor no se expresa, ¡°le interesa lo silencioso y lo silenciado, las personas que escogen no escoger, los que viven en los m¨¢rgenes, los que abandonan y los que pierden¡±. Julieta iba a titularse Silencio, como uno de los relatos, pero el nombre coincid¨ªa con el de la pr¨®xima pel¨ªcula de Martin Scorsese, Silence, y en noviembre de 2015 Almod¨®var prefiri¨® cambiarlo para evitar futuros equ¨ªvocos. ¡°Yo a Alice Munro, de entrada, le agradezco el enorme placer como lector¡±, afirma antes de adentrarse en los pormenores del nacimiento del guion. ¡°Pese a tener una protagonista com¨²n, los relatos no eran consecutivos. No era sencillo darles unidad, pero me fascinaron tanto que me puse a escribir. Mi primera idea fue hacer una pel¨ªcula en ingl¨¦s y con actrices de habla inglesa; quer¨ªa rodar en Canad¨¢, en los lugares de los que hablaba Munro. Estaba decidido. Durante la promoci¨®n de La piel que habito fuimos a buscar localizaciones a Vancouver y all¨ª empezaron los problemas. Se me cay¨® el alma al suelo. Los paisajes reales eran tan absolutamente desoladores y tristes que vi claro que no pod¨ªa rodar all¨ª, ni siquiera unos meses. Me resultaba demasiado deprimente. Entonces fuimos al Estado de Nueva York en busca de un recambio geogr¨¢fico. Acab¨¦ el guion y me lo tradujeron al ingl¨¦s con una idiosincrasia americana. Tampoco me convenc¨ªa. As¨ª que lo guard¨¦ en un caj¨®n y lo olvid¨¦. Hasta que, hace dos a?os, Lola [Garc¨ªa, su ayudante personal] y B¨¢rbara [Peir¨®, encargada del departamento internacional de su productora, El Deseo] me sugirieron que retomara el proyecto pero con un matiz: que la historia ya no fuera en Estados Unidos sino en Espa?a. Supongo que fue en ese momento cuando decid¨ª olvidarme de Alice Munro¡±.
De los relatos originales apenas queda nada. ¡°Excepto algo que para m¨ª es fundamental y que le pertenece a ella: la secuencia del tren¡±, contin¨²a el cineasta. ¡°Siempre hay algo que nos mueve a hacer una pel¨ªcula, que nos atrae especialmente, y si algo me movi¨® a querer hacer este filme son las escenas que ocurren dentro del tren. Cualquier cin¨¦filo adora los trenes y yo estaba henchido ante la idea de rodar en uno. Pero la realidad fue bien distinta, y trabajar dentro de un tren de verdad, peque?o y con los asientos llenos de ¨¢caros, se convirti¨® en un verdadero suplicio. No pod¨ªamos casi movernos, tos¨ªamos sin parar, nos picaba la garganta, en fin¡ Fue la primera semana, el equipo a¨²n no se conoc¨ªa, ten¨ªamos un operador nuevo [el franc¨¦s Jean-ClaudeLarrieu], todos nos est¨¢bamos haciendo a la pel¨ªcula y por desgracia no fue algo tan placentero¡±.
Los viajes forman una parte sustancial de la pel¨ªcula, que cabalga a lomos de enormes elipsis de ¨¦poca a ¨¦poca. Grietas geogr¨¢ficas y emocionales. De norte a sur. Del pasado al presente. En cada traslado, en cada lugar, en cada situaci¨®n, en cada ¨¦poca, los personajes se encuentran en casas, en cocinas donde los objetos nos dicen tanto como las personas. Hablan hasta las paredes, hasta las tartas de cumplea?os, que nunca fueron tan amargas. ¡°Las cocinas son el sanctasanct¨®rum de las casas. Antes me gustaba decir esa boutade de que en una cocina nunca se miente. Lo cierto es que en ellas siempre ocurren muchas cosas. Son lugares bals¨¢micos, excepto en las pel¨ªculas de Tarantino, donde las mujeres se matan con todos los utensilios que encuentran en ellas. En Volver, las tres mujeres de la familia rodean una cocinilla de gas que tienen dentro de la cocina m¨¢s moderna. Esas cocinillas de gas le gustaban mucho a mi madre. En muchas de mis pel¨ªculas he aprovechado para dar la receta de algo. Es una costumbre pedag¨®gica que me gusta bastante. Es como en esa cinta de Truffaut donde la protagonista extiende mantequilla sobre un biscote y dice que el truco para que no este se rompa es poner siempre otro debajo. Sinceramente, me parece un gran consejo¡±.
Almod¨®var se enfrent¨® al rodaje de Julieta despu¨¦s de un largo par¨®n provocado por una engorrosa operaci¨®n de espalda. El posoperatorio se prolong¨® durante meses, y el cineasta estuvo obligado al dique seco m¨¢s de un a?o. Decidirse por esta pel¨ªcula, con muchas localizaciones en exteriores, aparatosos traslados y cambios permanentes de escenarios, no era la mejor idea. ¡°Lo l¨®gico hubiese sido un rodaje en estudio, pero yo no soy due?o de lo que escribo. Incluso las partes de Madrid las rodamos en casas reales. Pasamos d¨ªas en Galicia, en los Pirineos, en Andaluc¨ªa¡ Lo cierto es que empec¨¦ a rodar Julieta sin tener claro si pod¨ªa terminarla. Nada me lo garantizaba. No hab¨ªa estado de pie 10 horas en mucho tiempo. Como tantas veces ocurre en la vida, solo ten¨ªa dos opciones. Y no lo dud¨¦. Para m¨ª era elegir entre vivir o no vivir. As¨ª de extremo y exagerado. Porque para m¨ª vivir es rodar. El hecho de rodar es tan importante que pens¨¦ en su capacidad sanadora. Y no me equivoqu¨¦¡±.
¡°Si no estoy involucrado en alguna pel¨ªcula, la vida me resulta triste¡±.
Es esa dependencia lo que le hace vivir cada proyecto al l¨ªmite. ¡°Me va la vida en cada pel¨ªcula¡±, asegura. El cine para ¨¦l es una peripecia en equipo y en solitario. ¡°No puedo estar mejor rodeado, me ayudan todo el rato, pero siempre hay una parte de la aventura, misteriosa y secreta, que es individual. Y no creo que sea el ¨²nico director al que le ocurre¡±. Confiesa que le acechan permanentes inseguridades. ¡°Incertidumbre es la palabra que mejor define una aventura cinematogr¨¢fica. Sin ir m¨¢s lejos, el otro d¨ªa hablaba con un autor que tiene una obra que me gusta mucho y con el que me encantar¨ªa escribir algo, y vi su cara de sorpresa cuando le intent¨¦ explicar que en el cine siempre sabemos el d¨ªa en que empezamos, pero nunca en el que acabamos. En realidad ni siquiera sabemos si alg¨²n d¨ªa acabaremos. Guste o no, esa es la naturaleza fr¨¢gil de este trabajo¡±. Un oficio al que entrega sus d¨ªas. ¡°El cine es mi vida de una forma total. Lo cual de alguna forma me condena. Si no estoy involucrado en una pel¨ªcula, mi vida me resulta triste. Y eso me tiene en permanente desvelo. Me hace estar pendiente de todo lo que leo, veo y escucho porque de ah¨ª, de esa realidad, saldr¨¢ la primera l¨ªnea de mi pr¨®xima ficci¨®n, que es mi verdadera realidad. Quiz¨¢ habla muy mal de m¨ª, pero soy una persona solitaria y muy limitada en cuanto a aspiraciones, anhelos y deseos. Lo cierto es que el cine lo llena todo en mi vida¡±. Estas palabras resumen lo que es hoy Pedro Almod¨®var. En sus manos, el cine cambia las reglas de la vida, y el espectador debe dejar el compromiso con lo real para adentrarse en una verdad m¨¢s profunda.
Quiz¨¢ lo m¨¢s conmovedor de Julieta es c¨®mo, en tan solo unos trazos, se describen las relaciones madre-hija cuando lo peor, ya sea la enfermedad o la locura, est¨¢n presentes. Apenas bastan unos segundos concentrados en un rostro, el de la actriz Susi S¨¢nchez, o un gesto, el de una ni?a ba?ando a su deprimida madre en un cruento intercambio de papeles. Almod¨®var recuerda que viene de un lugar donde eso es com¨²n: las hijas cuidan de sus madres, las mujeres cuidan de las otras mujeres. Esa ra¨ªz manchega est¨¢ presente en el filme, pero tambi¨¦n otras conductas que le ha costado m¨¢s asumir. ¡°Yo no soy madre, pero en esta pel¨ªcula he intentado sentirme madre para comprender ciertas actitudes, como que para una mujer joven es m¨¢s importante su hija que su propia madre. Y eso, que quiz¨¢ no comparto y que no deja de ser algo muy cruel para m¨ª, es as¨ª¡±. De la mano de esta pel¨ªcula, su comprensi¨®n del mundo femenino parece m¨¢s honda que nunca. ¡°Me volver¨¢n a preguntar mil veces por el universo femenino y dir¨¦ que en realidad no es nada tan excepcional. No sois tan dif¨ªciles como pens¨¢is, aunque sois lo suficientemente misteriosas como para convertiros en un excelente sujeto dram¨¢tico. Vivimos rodeados de mujeres, de madres, hermanas, de esposas. Solo se trata de escuchar un poco lo que ocurre a nuestro alrededor y cualquiera podr¨ªa tener un universo femenino como el m¨ªo. No soy tan especialito. El problema, y sobre todo hablo de Hollywood, es que la industria del cine no permite que se hagan pel¨ªculas de mujeres. Yo soy due?o de mis pel¨ªculas y por eso decido que mi protagonista sea una mujer que pasa de los 50 a?os. Lo verdaderamente terrible es que la mayor¨ªa de los guionistas no se den cuenta de que hay muchas mujeres entre 50 y 60 a?os con las historias m¨¢s maravillosas que se pueden contar¡±.
Una de esas mujeres extiende ahora su mano para escribirle una carta a un fantasma: ¡°Te eduqu¨¦ en la misma libertad que me educaron mis padres (¡). Nunca quise hablarte de esto, eras demasiado peque?a para que te perturbara con la amargura de mi culpa. De todos modos t¨² la percibiste (¡) y a pesar de mi silencio te la acab¨¦ contagiando como un virus¡±. Remitente: Julieta.
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