La memoria en los monumentos
Quiz¨¢ el mayor valor de los art¨ªculos 15 a 17 de la ley de memoria hist¨®rica sea la discordia que suscitan; obligan a la sociedad a preguntarse sobre el pasado dictatorial, a conocerlo mejor y a encontrar soluciones originales para sus s¨ªmbolos
No existe documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie¡±, escribi¨® Walter Benjamin en 1940. Pensemos en hitos civilizatorios como las pir¨¢mides de Egipto o las catedrales de Hispanoam¨¦rica y las condiciones de explotaci¨®n y opresi¨®n en que estos edificios fueron levantados para ilustrar la paradoja de Benjamin. Numerosos pa¨ªses democr¨¢ticos debaten y legislan en la actualidad sobre la presencia de legados del pasado m¨¢s o menos reciente asociados con reg¨ªmenes represivos, antidemocr¨¢ticos o racistas en sus pueblos y ciudades. Desde Estados Unidos, cuyos antiguos Estados confederados enfrentan la presencia de monumentos de la guerra de Secesi¨®n percibidos como ensalzadores de la supremac¨ªa blanca, hasta los pa¨ªses del ex bloque sovi¨¦tico que lidian con edificios y monumentos construidos por y para un r¨¦gimen invasor y totalitario, pasando por el nuestro que afronta s¨ªmbolos y monumentos construidos por la dictadura franquista. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la institucionalizaci¨®n del concepto de memoria colectiva, tambi¨¦n el de trauma, originados inicialmente en el mundo acad¨¦mico, ha llevado a muchas sociedades a reflexionar sobre qu¨¦ hacer con estos legados inc¨®modos.
Otros art¨ªculos de la autora
La pregunta que subyace es, ?c¨®mo conjugar la necesidad de las generaciones futuras de conocer su pasado, incluso el m¨¢s oscuro, con el respeto a las necesidades de las generaciones presentes para quienes la incomodidad no tiene fecha de caducidad? ?Demoli¨¦ndolos? ?Reutiliz¨¢ndolos? ?Dej¨¢ndolos a la merced del tiempo y el deterioro natural? ?Convirti¨¦ndolos en museos?
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha habido oportunidad de ensayar algunas de estas respuestas. En Alemania, ejemplo paradigm¨¢tico, las fuerzas aliadas demolieron numerosas edificaciones construidas por los nazis en la inmediata posguerra, muchas de ellas ya en ruinas por los bombardeos. Pero otras se preservaron, como el estadio ol¨ªmpico de Berl¨ªn y lo que fue el Ministerio del Aire, hoy sede del Ministerio Federal de Finanzas alem¨¢n, construido ex profeso por el r¨¦gimen nazi y desde donde se coordinaron las letales operaciones de la Luftwaffe. Tambi¨¦n se trat¨® de demoler el emblem¨¢tico Templo de Honor que Hitler mand¨® construir sobre la c¨¦ntrica K?nigsplatz de M¨²nich en honor a los ca¨ªdos en el fallido golpe de 1923. No se logr¨® dinamitar las bases del templo y pasaron d¨¦cadas de debates sin que se llegara a un acuerdo entre los que abogaban por su eliminaci¨®n total, deseosos de pasar p¨¢gina; aquellos que deseaban construir sobre ellas y los que defend¨ªan conservarlas, junto a otros vestigios nazis adyacentes, como denuncia de este oscuro cap¨ªtulo de la ciudad. Mientras tanto, la naturaleza invad¨ªa las ruinas, ocult¨¢ndolas de la vista. Con motivo de la inauguraci¨®n del aleda?o Centro de Documentaci¨®n del Nacional-Socialismo (NS-Dokumentationszentrum M¨¹nchen) en 2015, se elimin¨® finalmente la vegetaci¨®n de una de las bases para volver a mostrarla al p¨²blico.
Es mejor sumar la memoria de los vencidos a la de los vencedores que sustituir una por otra
Lejos de ser el modelo de respuesta uniforme y contundente a la presencia de vestigios antidemocr¨¢ticos que suele pensarse, el caso alem¨¢n (y ello sin haber considerado el legado comunista) ejemplifica la complejidad que esconden las decisiones sobre la presencia f¨ªsica, presente y futura, de nuestros pasados m¨¢s execrables. Hace unos a?os, la historiadora alemana Gabi Dolff-Bonek?mper acu?aba el concepto de Streitwert o valor de discordia de los monumentos, a?adiendo con ello un tercer valor a los dos fundamentales, el hist¨®rico y de antig¨¹edad, que el historiador del arte Alo?s Riegl les atribuye en su cl¨¢sico trabajo El culto moderno a los monumentos (1903). El valor de discordia entiende el conflicto en torno a la conservaci¨®n o no de determinadas estructuras como un valor en s¨ª, partiendo de que, en democracia, la deliberaci¨®n, el desacuerdo e incluso la postergaci¨®n de la toma de decisi¨®n son parte del proceso pol¨ªtico. Este proceso permite a la opini¨®n p¨²blica posicionarse una y otra vez y, con ello, no olvidar el pasado, pese a la incomodidad que pueda generar.
En nuestro pa¨ªs la cuesti¨®n de los s¨ªmbolos, monumentos y otras edificaciones erigidas por el r¨¦gimen franquista no se abord¨® hasta la aprobaci¨®n de la llamada Ley de Memoria Hist¨®rica en 2007. En sus art¨ªculos 15 a 17 se prev¨¦ la retirada de ¡°escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativos de exaltaci¨®n, personal o colectiva, de la sublevaci¨®n militar, de la Guerra Civil y de la represi¨®n de la dictadura (¡) salvo que concurran razones art¨ªsticas, arquitect¨®nicas o art¨ªstico-religiosas protegidas por la ley¡±; normaliza la situaci¨®n jur¨ªdica del Valle de los Ca¨ªdos; y compromete al Gobierno a elaborar un censo de edificaciones y obras realizadas por trabajadores forzosos.
Al ser una ley que no apoyaron todas las fuerzas pol¨ªticas, no debe sorprendernos que los avances en su implementaci¨®n sean muy irregulares, y que, hasta la fecha, en el ¨¢mbito que nos ocupa, siga sin elaborarse un cat¨¢logo oficial de simbolog¨ªa franquista que evite situaciones conflictivas como las vividas recientemente en Madrid a la hora de aplicar el art¨ªculo 15, no se haya tomado en cuenta el Informe de la Comisi¨®n de Expertos sobre el Futuro del Valle de los Ca¨ªdos entregado en 2011 o siga sin prepararse un censo de obras realizadas por prisioneros pol¨ªticos y de guerra. Quiz¨¢ el mayor valor de los art¨ªculos 15 a 17 es la discordia que suscitan. Obligan a la sociedad espa?ola a no dejar de preguntarse y posicionarse sobre su pasado dictatorial cada vez menos reciente, a conocerlo mejor (v¨¦anse, por ejemplo, las discusiones sobre si tal o cual artista era franquista y debe retirarse del callejero), y a encontrar soluciones m¨¢s cr¨ªticas y originales a la presencia de simbolog¨ªa franquista que las planteadas inicialmente en dichos art¨ªculos.
En Alemania se demolieron muchos edificios nazis, pero otros se preservaron
Es probable que Walter Benjamin, nada sospechoso de querer favorecer a los vencedores, pero amante de los palimpsestos, hubiera visto con mejores ojos iniciativas como la tomada en el cementerio de Torrero (Zaragoza), donde conviven, entre otros, una enorme cruz a los ca¨ªdos del bando nacional con una espiral de placas met¨¢licas con los 3.543 nombres de los republicanos all¨ª fusilados, ambos parte de una ruta de la memoria; o la del municipio gallego de Amoeiro que ha colocado placas sobre la simbolog¨ªa franquista del lugar (por ejemplo, en las fuentes de piedra con el yugo y las flechas) explicando/denunciando su procedencia.
Es m¨¢s, como parte del af¨¢n genuino por rescatar del olvido a los vencidos, Benjamin hubiera clamado por visibilizar todo ese trabajo esclavo del franquismo que ocultan muchos edificios y grandes infraestructuras de nuestro pa¨ªs. Desde un esp¨ªritu cr¨ªtico ¡ªya sea con placas conmemorativas, proyectos documentales, art¨ªsticos o muse¨ªsticos¡ª parece m¨¢s deseable concentrarse en sumar la memoria de los vencidos a la de los vencedores que aspirar a sustituir una por la otra.
Olivia Mu?oz-Rojas es Doctora en Sociolog¨ªa e investigadora independiente. Es autora de Ashes and Granite: Destruction and Reconstruction in the Spanish Civil War and Its Aftermath (Sussex Academic Press, 2011).
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.