Vuelve el debate sobre el ¡®burkini¡¯
M&S lanza una nueva l¨ªnea que para algunos es un signo de diversidad y para otros tratar el cuerpo como algo vergonzante
No es el primero en el mercado, ni la primera tienda en ofrecerlo; pero el burkini que la cadena brit¨¢nica Marks and Spencer (M&S) acaba de sacar a la venta por 49,50 libras (62,95 euros) ha reavivado el debate sobre la curiosa prenda. Mientras que para algunas comentaristas se trata de ¡°un signo de la creciente diversidad de los compradores brit¨¢nicos¡±, otras lo denuncian como ¡°un intento insidioso de normalizar el tratamiento del cuerpo femenino como algo de lo que avergonzarse¡±. La realidad tal vez sea m¨¢s prosaica. Las marcas intentan sacar partido del nicho de mercado surgido en torno a la vestimenta de las musulmanas conservadoras.
El burkini (o burqini) es un ba?ador que cubre todo el cuerpo excepto la cara, las manos y los pies, con el objetivo de respetar las exigencias de recato que el islam impone a sus seguidoras. Su apariencia es la de un traje de buceo, con capucha incorporada, s¨®lo que fabricado con la misma mezcla de poli¨¦ster y licra que se usa en otros trajes de ba?o, en vez de neopreno.
El invento fue cosa de Aheda Zanetti, una australiana de origen liban¨¦s, que en 2003 patent¨® el nombre, una acertada fusi¨®n de burqa y bikini, para su p¨²dico modelo de ba?ador: Dos piezas como un bikini y m¨¢s peque?o que un burqa (el infame say¨®n que oculta el cuerpo de las mujeres en el suroeste asi¨¢tico cuya imagen se populariz¨® en tiempos de los talibanes).
Y eso es lo que ofrece M&S con su burkini: ¡°cubrir todo tu cuerpo sin renunciar al estilo¡±. Pero despu¨¦s de d¨¦cadas luchando para tener visibilidad y en un momento en que las mujeres combaten el body shaming (hacer sentir mal a alguien por el aspecto de su cuerpo), la vuelta al ba?ador de manga larga causa indignaci¨®n entre las feministas. En su opini¨®n env¨ªa un mensaje err¨®neo al responsabilizarlas de las posibles tentaciones que sus cuerpos desatan entre ciertos varones. Rechazan esa prenda como algo ajeno, m¨¢s propio de los feudos del islam como Ir¨¢n o de Arabia Saud¨ª.
Sin embargo, no es en las playas del golfo P¨¦rsico o del mar Rojo donde triunfan los burkinis. Para los musulmanes conservadores de Oriente Pr¨®ximo, las actividades acu¨¢ticas de las mujeres o est¨¢n proscritas, o deben limitarse a entornos segregados, en los que pueden usar el ba?ador convencional. Para los liberales, no existe el problema.
Atendiendo a sus or¨ªgenes, se trata una prenda occidental, ya que responde sobre todo a las necesidades de las comunidades isl¨¢micas de Occidente. J¨®venes de familias tradicionales han podido as¨ª conjugar el pudor que les han inculcado en casa con el disfrute de los deportes acu¨¢ticos, las conversas no renunciar a la nataci¨®n que practicaban antes de adoptar su nueva religi¨®n, e incluso en el curioso caso de Nigella Lawson, una popular presentadora brit¨¢nica, enfundarse el burkini durante unas vacaciones en la playa ¡°para protegerse del sol¡± (sic).
A la vez, dise?adores y empresarios han descubierto una oportunidad de negocio en el deseo de estar a la moda de las llamadas hiyabis, las musulmanas que optan por cubrirse la cabeza y aceptar las restricciones vestimentarias que imponen algunas interpretaciones del islam. El burkini lanzado por M&S es s¨®lo el ¨²ltimo ejemplo. Recientemente, los modistas Dolce&Gabbana mostraron en Dub¨¢i su colecci¨®n de abayas de lujo (los sayones negros con los que se cubren las mujeres de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga). Con menos fanfarria, Zara suele traer a esta regi¨®n faldas y chaquetas largas que no se encuentran en su colecci¨®n europea.
Es el lucrativo mercado de la llamada ¡°moda recatada¡±, un eufemismo en el que las feministas ven una grave ofensa. Si la puritana forma de vestir de las musulmanas conservadoras es ¡°recatada¡±, ?quiere decir que el resto nos vestimos de forma descocada?
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