Oda
Para mucha gente el desayuno se completa con un peri¨®dico de papel
Para quienes a¨²n leen el peri¨®dico en papel, hace tiempo que es inc¨®modo sentirse un personaje caduco, fuera del tiempo. Convencidos de andar ya m¨¢s cerca de la salida que de la entrada, solo ruegan el mismo trato que se dispensa en el metro cuando se advierte aquello de que antes de entrar dejen salir. Sin embargo, conviene no olvidar un detalle. Hoy por hoy, el lector del peri¨®dico en digital dedica un tercio del tiempo que el lector en papel a repasar el diario. A m¨ª me sucede, y me desespera un poco no saber por qu¨¦ me cuesta un cuarto de hora lo que pasando hojas de papel me lleva 45 minutos. Es una lectura distinta, puesto que los formatos port¨¢tiles necesariamente provocan la infidelidad, la fuga de atenci¨®n y la atracci¨®n por la frivolidad. A nadie se le ocurre pelearse con su tiempo, sabiendo de antemano que perder¨¢ siempre, pero el lector del peri¨®dico en papel viene siendo insultado de manera reiterada, acusado de clientela prescindible, pese a desenfundar el euro y medio con heroica resistencia.
Rafael Azcona confesaba con alegre iluminaci¨®n que hab¨ªa descubierto que el ¨²nico sentido de la vida era desayunar un d¨ªa m¨¢s. Para mucha gente ese desayuno se completa con un peri¨®dico de papel. Es muy posible que se vayan muriendo sin sustituto, como parec¨ªan estarse muriendo los reparadores r¨¢pidos de zapatos y las casta?eras. Lo raro es que mientras sobreviven no se les escriba una oda, un agradecido homenaje desde precisamente el formato que tanto adoran, que casi veneran. Es cuando viajo por el mundo cuando me reconcilio con ciertos peri¨®dicos espa?oles, que me parecen caudalosos, bien hechos, formativos, igual que me reconcilio con el pa¨ªs en que nac¨ª cuando me pongo a echarlo de menos.
Raro ser¨ªa que al paseante que disfruta al recorrer un sendero y pisar tierra y las hojas ca¨ªdas de los ¨¢rboles alguien viniera a hacerle ver que caminar por la cinta m¨®vil de un gimnasio es m¨¢s pr¨¢ctico, m¨¢s c¨®modo y hasta m¨¢s musculatorio. Ya lo sabe, pero aun as¨ª disfruta del placer caduco, de ser un dinosaurio alegre en la v¨ªspera de la gran glaciaci¨®n. Los que han visto el futuro han ordenado que habr¨¢ que desligarse de cosas que amamos, eso es vivir, quiz¨¢. Pero mientras dura el presente, queda tiempo para decirle al lector del peri¨®dico en papel que estamos aqu¨ª, hermano, amigo, envolviendo la realidad como un bocadillo de sardinas. Y al futuro, que nos espere, que no nos rendimos tan f¨¢cilmente.
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