Consultas n¨®madas sobre el agua
Un hospital flotante en el norte de Bangladesh asiste a la poblaci¨®n de remotas islas fluviales habitualmente inundadas por las lluvias monz¨®nicas
Char Bohail no aparece en muchos planos de las librer¨ªas banglades¨ªes y para Google Maps apenas es un trapecio gris¨¢ceo de l¨ªneas curvas con el nombre mal deletreado y unos pocos kil¨®metros cuadrados de superficie. Es una isla ("char" en bengal¨ª) de limo, sin piedras ni rocas, en el inmenso r¨ªo Brahmaputra. Dicen los lugare?os que a finales de la d¨¦cada de 1970 se inund¨® completamente y 16 a?os despu¨¦s emergi¨® otra vez de entre las aguas como si fuera el gigante Gulliver. Hoy viven en ella varios miles de habitantes, puede que 25.000, desperdigados en peque?as aldeas. Char Bohail es el ¨²ltimo puerto donde ha atracado Lifebuoy Friendship Hospital (LFH), un barco-hospital que en la ¨²ltima d¨¦cada y media ha hecho de la medicina ambulante su compromiso y se?a de identidad.
No queda otra, piensan los doctores de esta curiosa cl¨ªnica flotante, en la que los camarotes son salas de consulta y los pacientes son auscultados mientras el agua choca contra el casco del barco. En el norte de Bangladesh, las orillas son de naturaleza vol¨¢til y cientos de islotes crean un extenso archipi¨¦lago en constante transformaci¨®n por la erosi¨®n, en los que habitan cientos de miles de personas. Aqu¨ª, donde confluyen algunos de los r¨ªos m¨¢s caudalosos del planeta, el agua crea y destruye. El agua da y quita todo en un pa¨ªs en el que entre un quinto y la mitad de los 147.000 kil¨®metros cuadrados de su territorio se inundan cada a?o cuando arrecian las lluvias monz¨®nicas.
"En estos lugares no hay casi servicios. No hay electricidad ni agua corriente. La gente es muy pobre, vive de la agricultura y la pesca fundamentalmente. Estos chars est¨¢n caracterizados por el abandono", constata Shafiul Azam, coordinador m¨¦dico de un equipo con 30 profesionales entre personal sanitario y administrativo. Azam sabe de qu¨¦ habla. Su vida es la de un marinero errante de aguas fluviales. Desde que se embarc¨® en este proyecto de la ONG banglades¨ª Friendship, casi al comienzo, ha puesto el ancla en medio centenar de islas de cuatro distritos distintos: unos dos o tres meses en cada destino.
Con una eslora de casi 40 metros y cinco metros de estribor a babor, Lifebuoy tiene sala de operaciones, dentista, m¨¦dico general, oftalm¨®logo, sala de rayos X y pediatr¨ªa, servicios a los que se suman un flamante bote ambulancia y una estructura exterior, en la isla, que hace de centro de hospitalizaci¨®n interna para pacientes en observaci¨®n. La llegada del barco-hospital, asegura Azam, es abrazada por la poblaci¨®n local, entre la que enseguida corre la voz de su presencia. Las estad¨ªsticas respaldan sus palabras. Han tratado a m¨¢s de 633.000 pacientes en los casi tres lustros que van desde el inicio hasta enero de 2016: unos 45.000 por a?o.
"Vemos todo tipo de situaciones, pero tambi¨¦n muchos casos de enfermedades excepcionales, de gente que ha ido postergando la visita al m¨¦dico o que nunca ha acudido a un especialista, que como mucho ha sido atendida por param¨¦dicos sin cualificaci¨®n y curanderos rurales", explica Azam. Como todos los destinos en los que Lifebuoy echa amarras, Char Bohail es una zona remota, con complicado acceso a servicios de salud y una densidad de poblaci¨®n alta.
Referencia en la regi¨®n
Al barco-hospital no va gente solo de la isla de turno en que se encuentre, sino que con el paso del tiempo se ha convertido en una referencia en la zona y, en su mayor¨ªa, los visitantes acuden desde distintos puntos de la regi¨®n, a pesar de que llegar resulte una odisea fluvial y terrestre de varias horas para muchos.
"Ya lo conoc¨ªamos de cuando estuvo en nuestro distrito. Por eso volvemos". La frase se repite entre los presentes en la puerta de embarque, que hace las veces de sala de espera. All¨ª aguardan mujeres y hombres, muchos de ellos con ni?os. Problemas de o¨ªdo, de vista, dolores corporales, fiebres, enfermedades cut¨¢neas, cong¨¦nitas, diarreas o problemas artr¨ªticos...
Un poco de todo y mucho desconocimiento. Hay pacientes como Sumor Akon, que trae a su hija de dos a?os y medio que solo puede ver parcialmente y que la ¨²ltima vez que pis¨® un hospital fue en la capital banglades¨ª, Dacca, a unas seis horas de distancia de su pueblo. En Lifebuoy se ofrecen servicios de atenci¨®n m¨¦dica primaria y secundaria, pero no realizan partos y hay casos complejos que tienen que ser referidos a la ciudad cercana m¨¢s importante, Bogra, o a otros centros m¨¦dicos. A Khadisa, por ejemplo, le han dicho que no pueden tratar la microcefalia de su hijo.
Visita de especialistas
Friendship coopera adem¨¢s con otros organismos internacionales para ofrecer en ocasiones servicios m¨¢s especializados. El pasado febrero, un equipo de ortopedas franceses de HumaniTerra International realiz¨® varias operaciones en Lifebuoy y en abril profesionales de esa entidad har¨¢n cirug¨ªas pl¨¢sticas. Desde marzo, la ONG utiliza un sistema de e-salud por sat¨¦lite, SATMED, promovido por el Gobierno de Luxemburgo, que permite acceder a una nube virtual de informaci¨®n y establecer comunicaci¨®n con m¨¦dicos nacionales e internacionales en todo el mundo desde zonas remotas para intercambiar conocimientos.
Uno de los beneficiarios de esta cooperaci¨®n es Rasel, de siete a?os, que juega con un guante de l¨¢tex como si fuera un globo, mientras su pierna izquierda escayolada se recupera tras haber sido intervenido d¨ªas atr¨¢s por tenerla torcida. Junto a ¨¦l yacen varios menores m¨¢s en similar situaci¨®n en camastros de madera. Fuera, algunas personas discuten qui¨¦n va primero en la cola bajo una tejavana met¨¢lica que los guarece de un sol abrasador que ya no tiene nada de primaveral. "El horario de atenci¨®n es de nueve de la ma?ana a tres de la tarde, pero el barco est¨¢ en realidad abierto las 24 horas por si hubiera emergencias", asegura el coordinador Azam. Las consultas tienen un precio simb¨®lico ¡ªcinco takas para hombres y tres takas para mujeres (cinco y tres c¨¦ntimos de euro)¡ª, aunque un problema habitual es que muchos pacientes no conservan la tarjeta m¨¦dica de otras ocasiones, con lo que su historial se pierde.
"La movilidad fluvial es muy esencial en Bangladesh porque hay necesidades sin cubrir en muchos lugares", subraya el doctor en medicina general Ratan Kumar Khisa. "Este tipo de trabajo se asemeja a las operaciones humanitarias que se despliegan donde ocurren desastres naturales. No por habitual, lo que ocurre aqu¨ª deja de ser un desastre natural". Khisa se refiere al monz¨®n, que devasta las planicies de Bangladesh.
Un viaje de Francia a Bangladesh
Detr¨¢s de Friendship se encuentra Runa Khan (Dacca, 1958), fundadora y actual directora ejecutiva de la ONG, una mujer que cree que no hay l¨ªmite a ning¨²n sue?o. El concepto de ofrecer asistencia m¨¦dica a poblaciones remotas de los r¨ªos de Bangladesh fue ideado cuando su exmarido, el franc¨¦s Yves Marre, un marinero retirado, naveg¨® desde Francia a Bangladesh con un antiguo barco de transporte de petr¨®leo que pretend¨ªa donar al pa¨ªs asi¨¢tico como ayuda humanitaria. Al culminar el viaje, decidieron convertirlo en un hospital y as¨ª naci¨® a finales de 2001 Lifebuoy, que fue renovado en 2012. En la actualidad, la organizaci¨®n opera otros dos hospitales flotantes: uno que navega tambi¨¦n por el norte de Bangladesh y otro ubicado en las regiones costeras del sur, muy vulnerables a ciclones y a las consecuencias asociadas a la subida del nivel del mar por el cambio clim¨¢tico. La ONG, que tiene proyectos en los ¨¢mbitos de la nutrici¨®n, educaci¨®n y gobernaci¨®n, se financia con fondos de varias agencias de cooperaci¨®n y gobiernos extranjeros y de multinacionales como Unilever.
La vida en los chars
"Hasta aqu¨ª alcanza el agua en el momento de mayores lluvias", secunda Sobiqul Islam, de unos 40 a?os, mientras se?ala su pecho junto a un maizal de Char Bohail situado frente a su hogar. Luego camina unos metros y muestra su casa, hecha con paredes de metal y ubicada unos metros m¨¢s alta, sobre un peque?o mont¨ªculo de tierra en el que han crecido hierba, bamb¨²es, plataneros y algunos eucaliptos. "Antes, cuando no estaba en lo alto, siempre se inundaba, pero ahora si tenemos suerte y no llueve m¨¢s de lo habitual apenas tenemos que reconstruir la casa".
Como casi todos los lugare?os, Islam sale adelante trabajando esa tierra f¨¦rtil arenosa. Arroz, chiles, pimienta o yute son algunos de los cultivos t¨ªpicos en unas islas en las que tambi¨¦n se ven hortalizas, aunque no pueden competir con los precios en los mercados en tierra firme pues "sale poco rentable". Tampoco se ven muchos ¨¢rboles frutales, pero s¨ª cabezas de ganado, por lo general vacas y cabras. En la isla hay una escuela primaria con medio millar de ni?os que tendr¨¢n dif¨ªcil despu¨¦s continuar con la educaci¨®n secundaria, siempre que sean capaces de sortear el matrimonio infantil, una pr¨¢ctica muy extendida.
La isla tiene, adem¨¢s, algunas r¨²sticas mezquitas, una torreta de telefon¨ªa m¨®vil, un destartalado mercado con tiendas de ultramarinos y algunos hogares generan electricidad mediante placas solares. En el lugar se celebran elecciones a un consejo, dominado desde hace dos d¨¦cadas por la misma familia, que es al mismo tiempo la que posee m¨¢s terrenos. "La poblaci¨®n en este char est¨¢ creciendo mucho. Si permaneciese estable en el futuro quiz¨¢s podr¨ªamos asfaltar alg¨²n camino", piensa Niaz Mashul, sobrino del presidente del consejo isle?o.
Felices pese a todo
A pesar de las adversidades, los lugare?os se contentan con labrar su propia tierra. La familia de Sobiqul, que ha vivido en este char durante varias generaciones, no echa de menos la etapa en que tuvieron que emigrar al banco del r¨ªo en tierra firme cuando la isla qued¨® sumergida. "Cuando regresamos, el reparto de tierra se hizo pr¨¢cticamente a ojo. La gente reclam¨® los territorios en base a c¨¢lculos imaginarios", rememora su padre, Gulam Subahan, que ata la llave de casa a una fina faldilla conocida como lungui que visten muchos bengal¨ªes.
"En otros lugares hay m¨¢s cosas y claro que nos gustar¨ªa tenerlas, pero aqu¨ª estamos tranquilos", dice Islam. Defiende que son "due?os" de su destino y evoca con disgusto la ¨¦poca en que trabaj¨® descuartizando barcos en Chittagong, la segunda ciudad m¨¢s poblada de Bangladesh, unos a?os que surtieron su cuerpo de cicatrices.
Siempre preparados para volver a empezar, las de estos lugares son vidas limitadas que luchan por abrirse camino. Vidas, que al doctor Azam la dan la motivaci¨®n para afrontar el trabajo diario. "Recuerdo una vez una ola de fr¨ªo. ?bamos casa por casa en la isla para identificar en qu¨¦ hogares necesitaban mantas. En una vivienda, un padre y sus hijos estaban comiendo bajo la ¨²nica luz de la luna. Ver que no ten¨ªan recursos ni para comprar una vela me conmovi¨®. Me dije: nuestra labor aqu¨ª es fundamental". Desde entonces ha llovido un poco, o m¨¢s bien mucho, y Azam y su equipo mantienen la ilusi¨®n del primer d¨ªa. La misma que tienen los isle?os al ver que echan amarras en su char.
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