Obama y Am¨¦rica Latina
El presidente de EE UU apuntala con las visitas a Cuba y Argentina su legado pol¨ªtico
Es el remanido tema del legado de los presidentes. Mandato no escrito pero gigantesco: dejar una marca, ponerle nombre propio a la historia por escribirse. A veces se analiza como si hubiera un plan maestro. En general, todo presidente llega al poder con una hoja de ruta, sin duda, pero la realidad los desv¨ªa de ella y, a menudo, esa m¨ªtica herencia se define de manera accidental.
Bush, padre, por ejemplo, se encontr¨® con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la guerra del Golfo. Le puso su nombre al fin de la Guerra Fr¨ªa, la unificaci¨®n alemana y el multilateralismo en la pol¨ªtica exterior, una anomal¨ªa entre los Republicanos. Su hijo lleg¨® a la presidencia equipado de una vaga noci¨®n de conservadurismo compasivo y no mucho m¨¢s. Sin embargo, se top¨® con el terrorismo en 2001 y all¨ª defini¨® su presidencia, incluyendo errores como la guerra de Irak.
Tambi¨¦n el legado de Obama tiene mucho de fortuito. Es que Obama era, b¨¢sicamente, un presidente de pol¨ªtica interna. Como senador no fue un peso pesado de la pol¨ªtica exterior, de ah¨ª que necesit¨® a Lugar. Partidario expl¨ªcito del multilateralismo, sin embargo practic¨® un multilateralismo ¡°reticente¡±, m¨¢s a gusto con las palabras que con la acci¨®n. De hecho, la primavera ¨¢rabe se transform¨® en un g¨¦lido invierno delante de sus propios ojos; la guerra civil siria se convirti¨® en genocidio a pesar de sus l¨ªneas rojas; y Putin anex¨® partes de Ucrania sin mayor problema, ignorando todas sus advertencias.
Es por ello que durante buena parte de estos ocho a?os que concluyen, Obama ha sido un presidente en busca de su legado. Tuvo que buscar m¨¢s cerca, donde adem¨¢s era m¨¢s f¨¢cil y m¨¢s barato. Una oportunidad ¨²nica, una ¨¦pica inigualable: terminar la Guerra Fr¨ªa en el Caribe y ponerle su nombre a la historia: el post-embargo. Mejor a¨²n, removiendo el embargo¡ªel ¡°bloqueo¡±, como no pocos repiten en Am¨¦rica Latina¡ªser¨ªa posible cambiar un siglo largo de conflictos y desconfianzas con todo un continente.
Los momentos m¨¢s inspiradores de Obama son los que sugieren que no hay manera de regresar al pasado
As¨ª fue como aquel humilde Obama que asisti¨® a la Cumbre de Trinidad en 2009 a escuchar y aprender, aquel senador de Illinois desinteresado en las relaciones internacionales, aquel presidente lleno de dudas sobre Europa y el Oriente Pr¨®ximo se convirti¨® en estadista a este lado del Atl¨¢ntico. Empac¨® sus maletas y, as¨ª como el a?o pasado fue a la Cumbre de Panam¨¢, ahora viaj¨® a Cuba y Argentina no para escuchar y aprender sino para dar c¨¢tedra. Am¨¦rica para los americanos en versi¨®n Obama, un Monroe del siglo XXI.
Su narrativa fue la misma en ambos pa¨ªses: una suerte de ¡°la historia empieza conmigo¡±, noci¨®n que us¨® con efectividad. Curiosamente, el oficialismo cubano y la oposici¨®n argentina estaban interesadas en el pasado, pero Obama les propuso mirar hacia delante y comenzar de nuevo. Es ese optimismo casi infinito de los gringos, y todo ello con el lenguaje corporal de una estrella de rock m¨¢s que el de un presidente. Despu¨¦s de Obama, may¨²sculo desaf¨ªo para Mick Jagger.
¡°En 1959 no hab¨ªa nacido¡±, dijo sin siquiera ruborizarse. Fue en una rueda de prensa que por momentos parec¨ªa comedia, con Ra¨²l Castro en el escenario y el pleno del Partido Comunista en la platea. Tal vez les dijo menos de lo que los Republicanos del Congreso esperaban, pero seguro que les dijo m¨¢s, much¨ªsimo m¨¢s de lo que ninguno de ellos estaba dispuesto a escuchar. Y si una imagen vale m¨¢s que mil palabras, esa misma tarde circulaban las fotos de su reuni¨®n con los l¨ªderes de la sociedad civil independiente, futuros candidatos de oposici¨®n en una Cuba con elecciones libres y competitivas.
De ah¨ª a Argentina, a tomar mate y bailar tango en un 24 de marzo, aniversario del golpe de Videla. All¨ª tambi¨¦n la primera pregunta de la conferencia de prensa fue sobre el pasado: el rol de Estados Unidos durante las dictaduras de la regi¨®n y si deb¨ªa existir una autocr¨ªtica. Fue una extempor¨¢nea pregunta con una extempor¨¢nea respuesta. Hasta el propio Obama olvid¨® mencionar que, si de autocr¨ªtica se trata, alcanzar¨ªa con la pol¨ªtica de derechos humanos de Jimmy Carter, un presidente de su mismo partido, y de su impulso a la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos. Carter asumi¨® la presidencia en enero de 1977.
Obama dej¨® una propuesta poderosa, como presidente del pa¨ªs mas importante del planeta, y al mismo tiempo creativa desde el punto de vista intelectual: debatir el pasado con una cierta distancia acad¨¦mica, para organizar la conversaci¨®n de la pol¨ªtica real alrededor del presente y el futuro. No en vano los momentos m¨¢s brillantes del matrimonio Obama fueron con los j¨®venes. Tambi¨¦n fueron los m¨¢s inspiradores, los que sugieren que no hay manera de regresar al pasado, que el cambio en Cuba es indetenible y el regreso de Argentina al mundo, irreversible.
Y que en eso de separarse del pasado, tal vez Estados Unidos haya comenzado a entender, de una buena vez, que es hora de poner el patio de atr¨¢s en la parte de adelante. Si ello ocurre, Obama se habr¨¢ ganado su legado. Un cap¨ªtulo en los libros de historia del futuro llevar¨¢ su nombre por t¨ªtulo.
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