El derecho a hacer ruido
?Pueden los ni?os comportarse como ni?os o debe primar la tranquilidad de los vecinos?
La semana pasada, Valeria, la hija de dos a?os de mi amiga Marta, se despert¨® en mitad de la noche llorando por una pesadilla. Como les ocurre a muchos ni?os, sigui¨® con sus llantos pese a los intentos de su madre de consolarla. Al rato, unos vecinos empezaron a golpear la pared. Por la ma?ana, la portera del edificio hizo constar la protesta, en nombre de toda la comunidad, por los llantos, y conmin¨® a Marta a intervenir m¨¢s r¨¢pido la pr¨®xima vez. Como si la ni?a tuviera un control de volumen o un bot¨®n de apagado.
Mi amiga est¨¢ estupefacta. Vive desde hace unos meses en Par¨ªs, ciudad de la que vienen los ni?os aunque, seg¨²n coinciden varios conocidos, no est¨¢ pensada para criarlos. Sin embargo, por mucho que el llanto de un beb¨¦ sea molesto, protestar parece excesivo. Sin llegar a este extremo, las carreras, saltos, risas, rabietas o gritos, en fin, los sonidos normales que emite cualquier chiquillo, son objeto de protesta en pa¨ªses como Alemania, Suiza o incluso Espa?a. ?Tienen los ni?os derecho a comportarse como ni?os, con los ruidos que eso conlleva, o debe primar la tranquilidad de los vecinos?
Antonio Jim¨¦nez Barca, corresponsal de EL PA?S en la capital francesa, coincide en la escasa tolerancia al ruido infantil de los parisinos. "Ya el d¨ªa que hicimos la mudanza subi¨® la vecina de abajo para protestar". Desde entonces, estas visitas se repiten con cierta frecuencia. "Mi hijo peque?o, que ahora tiene cuatro a?os, ten¨ªa dos cuando nos mudamos. No pod¨ªa impedirle que corriera por el pasillo", dice el periodista. "No es una ciudad para ni?os. Por ejemplo, cuando vas a un restaurante que no sea para turistas, te miran mal, como si llevaras una serpiente", describe. Todo lo contrario que en Estados Unidos, donde en general, "los ni?os son intocables", afirma Yolanda Monge, corresponsal en Washington.
Probablemente sea una cuesti¨®n cultural. En Par¨ªs, explica Antonio, cuando sus vecinos van a hacer una fiesta nocturna, ponen carteles en el ascensor o pasan notas por debajo de la puerta y se disculpan de antemano. "Como no lo hagas, a los 10 minutos tienes a la polic¨ªa", a?ade Olga, una amiga que ha cambiado Par¨ªs por Londres, ciudad que contrasta, seg¨²n ella, porque la gente no se queja por nada. "Como si estuviera mal visto". "Quiz¨¢", propone a Marta, "podr¨ªa poner un aviso en el portal de que el beb¨¦ est¨¢ teniendo pesadillas y va a llorar por las noches, ?a lo mejor se calman as¨ª los vecinos!".
Podr¨ªa parecer que en Espa?a, pa¨ªs internacionalmente reconocido por su ruido, no se producen protestas por esta causa. Pues s¨ª. Tras nuestra ¨²ltima mudanza, los nuevos vecinos, una pareja joven por aquel entonces sin ni?os, subi¨® para pedirnos, muy educadamente, si pod¨ªamos hacer algo para que David (que ten¨ªa a?o y medio) armara menos jaleo. Nos quedamos preocupados, pero tampoco se nos ocurri¨® c¨®mo hacerlo sin atarlo y amordazarlo. Pusimos una alfombra en su cuarto para amortiguar la ca¨ªda de juguetes, y los fines de semana -los ni?os tienen la man¨ªa de madrugar- le confinamos en el sal¨®n hasta las diez de la ma?ana, hora que nos parec¨ªa razonable para abrir la puerta de toriles y dejar que entrara en los dormitorios.
M¨¢s all¨¢ de eso, ?se debe tratar de evitar que los chiquillos hagan ruido por todos los medios? ?O se deben aceptar y soportar esos sonidos, aunque sean molestos, como una parte fundamental de su desarrollo y como un elemento inevitable de la vida en comunidad?
En Espa?a, es una cuesti¨®n de voluntad y de entendimiento entre los vecinos, pues poco se puede hacer desde el punto de vista legal. La tendencia internacional parece m¨¢s bien la opuesta: Alemania, uno de los pa¨ªses con una legislaci¨®n m¨¢s dura contra la contaminaci¨®n ac¨²stica, ha reconocido este a?o que "el ruido de los ni?os no tiene efectos da?inos en el entorno ni es algo de lo que los ciudadanos deban ser protegidos por ley", seg¨²n Peter Ramsauer, ministro responsable de construcci¨®n y transportes.
La reforma alemana, tras a?os de pleitos entre las asociaciones de vecinos y las autoridades, implica que se pueden construir escuelas y parques infantiles en ¨¢reas residenciales sin necesidad de un permiso especial, pues hasta ahora, se consideraban los ruidos de estas instalaciones tan molestos como los causados por gamberros borrachos o martillos neum¨¢ticos. Ahora, gozar¨¢n de las mismas exenciones que el ta?ir de las campa?as o las sirenas de emergencia, y los ni?os podr¨¢n ser ni?os de lunes a s¨¢bado de nueve a siete de la tarde (los domingos se ha de respetar el descanso semanal) sin que los padres teman ser denunciados.
Como reconoc¨ªa Axel Strohbusch, del Departamento de Protecci¨®n contra el Ruido de Berl¨ªn, ciudad precursora de la modificaci¨®n legal, por primera vez se reconocen por escrito "los derechos de los ni?os a gritar y a hacer ruido mientras crecen, lo que debe ser tenido en cuenta por todos los vecinos".
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