No pongas tus manos sobre el pr¨®jimo
Aplaudir al agresor es una agresi¨®n al sentido com¨²n; pedirle que pida excusas por lo que hizo es una manera de ayudarle
Decir a estas alturas de la vida que pegar est¨¢ feo y deben ser reprendidos los agresores, para ejemplo de toda la ciudadan¨ªa, parece ocioso; pero estamos en una ¨¦poca en que este principio elemental de los reglamentos civiles o religiosos se viola, y la sociedad tiene que usar sus armas, m¨¢s leves siempre que un bofet¨®n o un disparo, para explicar que agredir es un delito. Olvidar que este delito ha de someterse al imperio de la ley es despreciar la dignidad ajena, abriendo el campo a la ley de la selva o a la muy vieja ley del ojo por ojo y diente por diente, vigente en muchos pa¨ªses de esta puerca tierra, por citar un t¨ªtulo c¨¦lebre de John Berger.
Las leyes de los hombres son taxativas al respecto en nuestro pa¨ªs, aunque a veces no se apliquen ni con la contundencia debida ni con la debida repercusi¨®n p¨²blica. Ese desprecio a la dignidad del pr¨®jimo tiene gradaciones de distinta violencia, tasada adem¨¢s por la consideraci¨®n social del delito. Pero separar responsabilidades es cosa de los jueces; para la ciudadan¨ªa todo delito de agresi¨®n, del bofet¨®n al disparo, ha de ser penado convenientemente. No vale, aunque sea atenuante, que los agresores se defiendan por su estado de necesidad o por su enajenaci¨®n mental transitoria, pues esas excusas dependen del dictamen cient¨ªfico correspondiente. Una vez salvados los procedimientos, la ley es la ley y todos debemos atenernos a ella. Con todas las consecuencias.
El agresor es alguien que lastima la salud p¨²blica; una sola agresi¨®n afecta a la comunidad, pues se expande como un eco, y si no se reprende ese eco puede agrandarse de manera lesiva para la salud com¨²n. Aliviar la pena depende tambi¨¦n de los jueces, pero la condena social ha de iniciarse en el propio origen de la agresi¨®n: los amigos, los familiares, los m¨¢s pr¨®ximos al agresor han de ayudarle a este a reflexionar sobre lo que significa su acto reprobable; si lo jalean, por solidaridad, no estar¨¢n solidariz¨¢ndose con ¨¦l, en detrimento por cierto del agredido, adem¨¢s, sino que le estar¨¢ indicando el camino para seguir haci¨¦ndolo. Esta funci¨®n reparadora de las leyes nos afecta a todos, a los que reprobamos cualquier agresi¨®n y tambi¨¦n a los que reclaman revisi¨®n de la justicia para el que la mereci¨®.
Ha sucedido ahora con el caso del concejal jiennense que agredi¨® a otro edil de un partido distinto; como es tan notorio el caso, y los protagonistas ya est¨¢n en todas las planas, en los tuits y en todos los telediarios, y para que no haya m¨¢s le?a en el fuego partidista que el que ya reina en este pa¨ªs dif¨ªcil, digamos solo lo que es esencial al respecto, desde este modesto punto de vista. Aplaudir al agresor es una agresi¨®n al sentido com¨²n; pedirle (o haberle pedido) que pida excusas por lo que hizo es una manera de ayudarle, y de ayudar a los servidores p¨²blicos a hacer autocr¨ªtica con respecto a una cuesti¨®n inolvidable de su tarea: respetar al pr¨®ximo comienza por exigir al m¨¢s cercano a no agredir, nunca, bajo ning¨²n concepto, a aquel con el que se disiente. Pegar esta feo, no solo en el patio de la escuela.
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