Bendito cabez¨®n: c¨®mo debemos entender el adi¨®s de Hedi Slimane
El dise?ador Hedi Slimane abandona Saint Laurent y deja un mont¨®n de hu¨¦rfanos vestidos con chaqueta de cuero
Es una norma no escrita de la moda que los dise?adores m¨¢s comerciales, los que m¨¢s influencia tienen en c¨®mo vestimos, sean los menos aplaudidos por sus contempor¨¢neos. Ahora que ha expirado el contrato de Hedi Slimane con Saint Laurent, es imposible soslayar que sus colecciones no han cosechado m¨¢s que cr¨ªticas tibias. Tibias, aunque Slimane abandone el barco habi¨¦ndolo convertido en uno de los m¨¢s brillantes, deseados y rentables de la industria. En s¨®lo cuatro a?os, Saint Laurent ha logrado lo m¨¢s dif¨ªcil, que es pasar de la indefinici¨®n, y por tanto la irrelevancia, a haber encontrado una exitosa manera propia de hacerlo todo: desde los desfiles (potentes espect¨¢culos con sonido atronador y sofisticados juegos de luces) hasta la gr¨¢fica de las bolsas (en negro), las tiendas (forradas de m¨¢rmol) o, por supuesto, la ropa: una coctelera de todas las ¨¦pocas del rock, destiladas, pulidas y refinadas; como si pagas un congo por la chaqueta de Johnny Rotten en una subasta de Christie's, la limpias, la restauras y, adem¨¢s, le entallas la espalda para que te quede bien.
El legado de Slimane ser¨¢ estudiado como ejemplo de lo beneficioso que puede ser otorgar total libertad absoluta a un director creativo
En realidad, el de Slimane es un curioso caso de talento y cabezoner¨ªa. Despu¨¦s de todo, hemos abrazado esos car¨ªsimos b¨¢sicos rock ¨Cla mochila, la zapatilla de lona, la cazadora de cuero¨C cuando el rock lleva a?os fuera del radar de las tendencias. Y hace falta mucha insistencia para conseguir algo as¨ª.
En sus mejores momentos, el legado de Slimane ser¨¢ estudiado como ejemplo de cu¨¢n beneficioso puede ser otorgar total libertad absoluta a un director creativo, y de c¨®mo esto revierte en los valiosos intangibles que construyen una marca: el prestigio, la solidez, el glamour de lo inaccesible. En sus peores, Saint Laurent ser¨¢ recordada como la casa que primero asumi¨® el inclemente nuevo orden de la moda: sacrific¨® a buena parte de la prensa especializada por las celebridades en sus desfiles; ignor¨® las cr¨ªticas; neg¨® la posibilidad de entrevistas presenciales con el dise?ador y convirti¨® sus colecciones en una efectiva repetici¨®n de grandes ¨¦xitos admirablemente coherentes entre s¨ª, pero, por lo mismo, previsibles. Una manera monol¨ªtica y unidireccional de entender un negocio que, en el pasado, era m¨¢s un di¨¢logo que un r¨¦gimen totalitario.
El de Slimane es un curioso caso de talento y cabezoner¨ªa. Nos ha hecho abrazar car¨ªsimos b¨¢sicos rock ¨Cla mochila, la zapatilla de lona, la cazadora de cuero¨C cuando el rock lleva a?os fuera del radar de las tendencias. Y hace falta mucha insistencia para conseguir algo as¨ª
La obra de Hedi Slimane genera niveles de animadversi¨®n in¨¦ditos en la industria, sobre todo porque Yves Saint Laurent permanece en la retina como uno de los creadores m¨¢s geniales del siglo, pero eso s¨®lo es comparable al respeto que genera su figura. Y no s¨®lo por su capacidad de traducir su imaginario est¨¦tico en dinero contante y sonante para las firmas donde trabaja (antes de Saint Laurent, hizo un gigante de la divisi¨®n masculina de Christian Dior). Su equipo lo contempla como un genio, y su sucesor, Anthony Vaccarello (confirmado por WWD, pero todav¨ªa no oficial), tendr¨¢ que hacer piruetas para colmar expectativas. "Por lo visto es muy simp¨¢tico. Pero no es simpat¨ªa lo que se le pide a un heredero de Slimane", se despacha un insider de la industria al que hemos consultado.
Cuando se hayan olvidado todo el vitriolo y la rumorolog¨ªa que el mundo de la moda es capaz de generar alrededor de la salida de un dise?ador de ¨¦xito, y haya caducado el caso Saint Laurent en las escuelas de negocios, tal vez lo que quede ser¨¢ el aspecto m¨¢s personal de todo este asunto. En los ¨²ltimos cuatro a?os, Slimane, en verdad, s¨®lo se ha empe?ado en una cosa: retratar la escena m¨²sico-art¨ªstica de su ciudad adoptiva, Los ?ngeles. Los libretos de sus desfiles son cuadernitos comisariados por artistas locales (consagrados, como John Baldessari o Raymond Pettibone, o emergentes, como Theodora Allen). Los protagonistas de la publicidad son puro star system angelino (Courtney Love, Joni Mitchell). La inspiraci¨®n de sus colecciones, y muchos de sus modelos, pertenecen a ignotas bandas de rock de la ciudad. Su ¨²ltimo gran show, el pasado febrero en la sala de conciertos Palladium, fue su fiesta de despedida oficiosa (ya entonces se sab¨ªa que el dise?ador todav¨ªa no hab¨ªa llegado a un acuerdo con Kering para renovar su contrato), pero sobre todo fue un homenaje al lugar donde vive desde 2007, donde decidi¨® ejercer de catalizador cultural igual que hizo hace quince a?os en Londres y Berl¨ªn.
La obra de Hedi Slimane genera niveles de animadversi¨®n in¨¦ditos en la industria, sobre todo porque Yves Saint Laurent permanece en la retina como uno de los creadores m¨¢s brillantes del siglo
Es ir¨®nico que este impulso por sacar talento a la luz y salvaguardar la autenticidad de la m¨²sica y el arte est¨¦ enmarcado en una estrategia de marketing. Pero es justo decir que, si el papel de Saint Laurent en esta vida es el de inmortalizar el momento, y el de la moda de hoy es el de servir de laboratorio de i+D para oficinas de desarrollo de producto, Hedi Slimane ha pintado un retrato de nuestra ¨¦poca m¨¢s realista y afinado que cualquier obra de arte contempor¨¢neo. Y no es derrotismo. Que toda persona con estilo y varios miles de euros en el banco entre a las tiendas de la maison para gast¨¢rselos como un ni?o en una pasteler¨ªa no es culpa de fr¨ªgidos estudios de mercado, sino de algo mucho m¨¢s esperanzador: esa bendita cabezoner¨ªa.
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