La fiebre de las pulseras de goma
El origen de estas peque?as gomitas el¨¢sticas de colores est¨¢ en un domicilio en Novi (Michigan, EE UU)
?Hace un mes no sab¨ªa nada de ellas. Esto era un lunes. Ese mismo jueves, las ve¨ªa por todas partes. Me refiero a las pulseritas de goma que se han puesto de moda entre los ni?os con un furor que no recuerdo haber vivido antes, ni con chapas, peonzas o cualesquiera otras modas ef¨ªmeras infantiles. Mire donde mire, veo ni?os tricotar como si no hubiera un ma?ana, con bastidores, con bolis, con tenedores, con los dedos y armados con unas agujas que recuerdan exactamente a las que usaban nuestras abuelas para el ganchillo. Igual en unos d¨ªas ya nadie se acuerda, as¨ª que hablemos ahora de ellas.
Buscando y rebuscando por ah¨ª, leo que el origen de estas peque?as gomitas el¨¢sticas de colores que se trenzan de dos en dos, de tres en tres, de infinito a infinito, est¨¢ en un domicilio en Novi (Michigan, EE UU). En concreto, en la casa de Cheong Choon Ng, un inmigrante malasio de origen chino que trabajaba como ingeniero de sistemas de seguridad para Nissan. Cuenta en Detroit Free Press que tuvo la idea cuando vio a sus hijas hacer pulseras con gomas del pelo. Pens¨® en diversos trenzados, en gomas m¨¢s peque?itas y, sobre todo, en un bastidor o telar (loom, en ingl¨¦s). Voil¨¢, la idea de su vida.
El telar triunf¨® entre sus hijas y sus amistades, hasta que alguien le anim¨® a emprender para vender su invento. Ten¨ªa 10.000 d¨®lares (unos 7.200 euros), demasiado poco para EE UU, as¨ª que mir¨® hacia China, donde pudo fabricar los telares. En el verano de 2011, recibi¨® en su casa un cargamento de una tonelada con gomas, telares de pl¨¢stico y el resto de partes del kit, que fueron empaquetando ¨¦l y su mujer en sus ratos libres. Nac¨ªa Rainbow Loom, que empez¨® a vender esos kits por internet. No les fue demasiado bien, porque la gente no sab¨ªa qu¨¦ hacer con esas gomas y esos peque?os bastidores, as¨ª que colg¨® en Youtube algunos manuales. Ah¨ª estaba la clave, en ense?ar a usar el producto. En el verano de 2012, Rainbow Loom comenz¨® a convertirse en fen¨®meno cuando el propietario de una tienda de la franquicia de jugueter¨ªas Learning Express Toys le hizo un pedido. A los dos d¨ªas, otro. Al poco, numerosas jugueter¨ªas de la cadena se unieron a la fiebre. Comenzaron los talleres y demostraciones en jugueter¨ªas y tiendas de artesan¨ªa.
El traje de marras.
Hasta el infinito. La peque?a inversi¨®n de Cheong Choon Ng creci¨® y, para el siguiente verano, el de 2013, hab¨ªa vendido un mill¨®n de kits -dos telares, 24 cierres, una aguja-gancho y 600 gomitas- a un precio de entre 15 y 17 d¨®lares. Rainbow Loom ya vale millones. Cheon Choon deja Nissan, fabrica en China, dirige una empresa de 12 empleados, tiene 600 puntos de venta, hay miles, millones de dise?os, no s¨®lo de pulseras, todo tipo de abalorios e incluso trajes confeccionados con miles de gomitas. Salen imitadores y aparecen las consabidas demandas judiciales a los imitadores. El delirio.
Cuenta The New York Times en un reportaje que el ¨¦xito del tricotado de pulseras y otros abalorios desplazaba incluso a los v¨ªdeojuegos entre algunos ni?os y en algunos sitios en agosto de 2013. No s¨¦ desde cu¨¢ndo est¨¢n en Espa?a, ya he dicho que hace un mes ni las hab¨ªa visto, pero me dice mi compa?era Cecilia que los due?os de las tiendas de todo-a-cien de su barrio le han dicho que se van a primera hora para hacer cola ante los distribuidores de las gomitas. Y me lo creo. He sido testigo de c¨®mo un hincha furibundo devenido en jugador de f¨²tbol colgaba a ratos las botas para trenzar, usando dos deditos como bastidor. En solitario o en grupo, en el patio del cole o en el parque, ni?os o ni?as, de cinco a?os o de doce. Gomas por todas partes. Sobre todo en casa, donde te las vas encontrando por cualquier parte.
Y el caso es que me gusta. Por lo que tiene de trabajo manual, de ejercitar las manos. Porque es una alternativa a la pantalla, la que sea. Por lo que tiene de hipn¨®tico un trabajo minucioso y repetitivo como el de las gomitas, que me recuerda mucho a cuando mi madre hac¨ªa punto. Supongo que algo har¨¢ el dedicar tanta atenci¨®n a una sola cosa durante un buen rato seguido, igual mejora la capacidad de concentraci¨®n. Por la creatividad que le ponen a sus dise?os cuando tienen cierta destreza. Porque se juntan varios y se ponen a tejer en corro y charlan y comentan, comparan, se relacionan. Y se lo pasan bien. ?Qu¨¦ m¨¢s se le puede pedir a una humilde gomita?
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