Am¨¦lie Nothomb
SU biograf¨ªa asegura que Am¨¦lie Nothomb naci¨® en Kobe, ciudad portuaria al sur de Jap¨®n, all¨¢ por 1967. Los anales de la nobleza belga, sin embargo, dan otra versi¨®n: lo habr¨ªa hecho un a?o antes en Etterbeek, privilegiado barrio de Bruselas, con el nombre de Fabienne-Claire. La escritora no aclarar¨¢ qu¨¦ versi¨®n es la correcta, tal vez porque es la suma de ambas la que da fe de su desarraigo existencial. El oficio de su padre, diplom¨¢tico que desciende de una familia arist¨®crata que desempe?¨® un papel fundamental en la independencia de B¨¦lgica, hizo que creciera en Estados Unidos, China, Birmania o Banglad¨¦s. Al volver a Europa a los 17 a?os, tras superar una anorexia que casi acab¨® con su vida, Nothomb se puso a escribir para intentar entender de qu¨¦ va todo esto. No ha parado. ¡°Solo dej¨¦ de escribir un domingo por la ma?ana. Fue el peor d¨ªa de mi vida¡±.
Personaje exc¨¦ntrico y sobreactuado en sus intervenciones medi¨¢ticas, Nothomb se revela como una mujer t¨ªmida y extremadamente cordial en la intimidad del peque?o despacho que ocupa en su editorial francesa, pegada al cementerio parisiense de Montparnasse. All¨ª pasa algunas ma?anas respondiendo a sus hordas de lectores. En su nueva novela, P¨¦tronille (Anagrama), regresa a su relaci¨®n de amistad con una temperamental novelista de menor ¨¦xito que ella. Le sirve para reformular su tema predilecto: la relaci¨®n de poder que comporta todo v¨ªnculo entre humanos unidos por una extra?a interdependencia. ¡°Necesitamos al otro, pero a la vez es nuestro peor enemigo¡±, confirma Nothomb. Adem¨¢s, el 22 de abril llega a los cines Romance en Tokio, la adaptaci¨®n de su novela Ni de Eva ni de Ad¨¢n.
En breve se cumplir¨¢n 25 a?os desde la publicaci¨®n de su debut, Higiene del asesino, que la convirti¨® en estrella literaria de la noche a la ma?ana. ?Qu¨¦ ha cambiado desde entonces? Muchas cosas. La primera es que ahora me gano bien la vida, lo que supone un cambio considerable. Y la segunda, que ya no vivo sola. Antes me encontraba en una soledad abominable, mientras que ahora ya no es as¨ª. Cuando llegu¨¦ a Europa a los 17 a?os, despu¨¦s de crecer en Jap¨®n y otros lugares, me sent¨ªa incapaz de establecer cualquier tipo de v¨ªnculo con los dem¨¢s. El ¨¦xito literario me dio una seguridad en m¨ª misma de la que siempre hab¨ªa carecido. Y eso me permiti¨® tener relaciones con los dem¨¢s cuando me apeteciera, lo que tampoco sucede siempre. Pese a que nunca fuera mi objetivo, ahora tengo incluso una vida amorosa¡
?Entiende a los japoneses que experimentan el llamado s¨ªndrome de Par¨ªs, ese trastorno psicol¨®gico que viven al llegar a la capital francesa y descubrir que no tiene nada que ver con la ciudad que imaginaron en sue?os? Les entiendo perfectamente. En Europa, las relaciones humanas est¨¢n marcadas por una violencia y una brutalidad casi inexistentes en Jap¨®n. Es algo presente en todo el continente, pero que se acent¨²a especialmente en Par¨ªs. A m¨ª tambi¨¦n me sigue contrariando mucho, pese a llevar tantos a?os viviendo en Francia.
En P¨¦tronille realiza, casi por primera vez, un retrato cr¨ªtico de la sociedad parisiense, a la que describe como ferozmente cruel y clasista. Siendo una escritora extranjera, este es el primer libro que dedico a estudiar a los ind¨ªgenas. Comparto mi vida sentimental con un franc¨¦s, pero todav¨ªa no he entendido del todo la naturaleza de los aut¨®ctonos. El personaje de P¨¦tronille es un excelente ejemplo del car¨¢cter franc¨¦s, de esa Francia impertinente y contestataria, heredera de Raymond Queneau. Y a la vez este es tambi¨¦n un pa¨ªs enormemente clasista, mientras que en Jap¨®n la clase social ya casi no existe o, por lo menos, nadie habla de eso ni le atribuye ninguna importancia. En Par¨ªs sucede todo lo contrario. En el mundo literario, sin ir m¨¢s lejos, existe un esnobismo sin igual.
Retomando una frase del libro, ?por qu¨¦ no ha adquirido usted ¡°las peores costumbres de la gente de letras¡±? Parad¨®jicamente, dir¨ªa que tener ¨¦xito siendo tan joven e insegura me protegi¨®. Tuve que tomar una decisi¨®n all¨¢ por 1992: ?quieres convertirte en un personaje odioso o seguir siendo una buena chica? La segunda opci¨®n me pareci¨® m¨¢s razonable. Desde entonces, he intentado estar a la altura. Entre mis lectores hay gente de todo tipo, incluidos aut¨¦nticos imb¨¦ciles, pero yo nunca he rechazado a nadie.
ED ALCOCK
En esta novela, como en todas las precedentes, describe un problema com¨²n: encontrar la distancia adecuada respecto al otro. Ese es el gran drama de mi existencia. Cada persona a la que uno conoce supone un nuevo problema pol¨ªtico, porque obliga a redefinir las reglas de la guerra. Durante mucho tiempo dej¨¦ que los dem¨¢s me invadieran, que ocuparan todo mi espacio. Un d¨ªa entend¨ª que deb¨ªa aprender a poner l¨ªmites, y me cost¨®, porque part¨ªa de la nada. Durante mi larga adolescencia no tuve a nadie a mi alrededor. Tuve que aprender a fijar esas fronteras siendo bastante mayor, sin tener experiencia alguna.
Se pasa medio libro sorbiendo copas de champ¨¢n. ?Por qu¨¦ le fascina tanto? ?Qu¨¦ tiene el champ¨¢n que no tengan el resto de bebidas alcoh¨®licas? El champ¨¢n es como mi alma gemela. He probado todas las sustancias que existen, ya sean legales o ilegales, y he llegado a la conclusi¨®n de que el champ¨¢n es mi favorita. Beber un buen champ¨¢n con la persona adecuada es uno de los grandes placeres que existen en la vida. Beberlo con un mal compa?ero es, al contrario, como alcanzar la tierra prometida de la mano de tu peor enemigo.
Para usted, ?beber con moderaci¨®n es un sinsentido? La moderaci¨®n es otro de los grandes problemas de mi vida. ?C¨®mo se ama a alguien con moderaci¨®n, c¨®mo se escribe con moderaci¨®n? No es algo que se me d¨¦ bien. Solo bebo con moderaci¨®n cuando me obligan, igual que sucede con el resto de actividades.
Compara las relaciones entre humanos con la guerra. Ya sabe que la suelen tildar de mis¨¢ntropa. ?Qu¨¦ hay de cierto en ello? No s¨¦ c¨®mo se puede pensar eso. Es una acusaci¨®n que me deja estupefacta. Al rev¨¦s, dir¨ªa que no existe un mayor amigo de la especie humana que yo. Eso s¨ª, amar a alguien no impide ser l¨²cido y detectar que hay muchas cosas que no funcionan. Pero eso no es sin¨®nimo de misantrop¨ªa. Dir¨ªa que soy una fil¨¢ntropa en toda regla.
Pero usted vive mientras los dem¨¢s duermen. ?No es una variante de la misantrop¨ªa? No, es solo por pura lucidez. Si me levanto tan temprano es porque solo logro escribir entre las cuatro y las ocho de la ma?ana. Escribir es un ejercicio muy dif¨ªcil, que supone autoimponerse reglas casi inhumanas. Lo he intentado todo, pero ese es el ¨²nico momento del d¨ªa que funciona. Mi sistema es el mismo desde hace a?os: me siento durante esas cuatro horas y consigo concluir entre tres y cuatro libros al a?o, de los que me quedo con el mejor. El resto nunca ver¨¢ la luz.
¡°Ni tengo hijos ni los quiero¡±, ha dicho en repetidas ocasiones. ?Para no perpetuar nuestra especie? El instinto reproductor se tiene o no se tiene. Yo siempre he tenido un instinto no reproductor especialmente marcado. Pero no es odio a nuestra especie, sino casi un acto de amor. Lo que supondr¨ªa un acto de odio ser¨ªa reproducirme a m¨ª misma¡ [risas].
Escribe en el libro que la literatura es un ejercicio peligroso, aunque no pueda evitar practicarlo. ?Qu¨¦ riesgos corre al hacerlo? Escribir me parece una verdadera imprudencia. Creo que la escritura invoca al destino, porque todo lo que escribo se acaba cumpliendo. Por ejemplo, en ?cido sulf¨²rico describ¨ª un programa de telerrealidad que transcurr¨ªa en un campo de concentraci¨®n. Me acabo de enterar de que existe algo parecido en la televisi¨®n checa. Lo mismo sucede con mis historias de amor: le juro que las he vivido todas a posteriori, tras relatarlas en mis libros. Tal vez tenga poderes adivinatorios¡
?Comparte esa frase de Pessoa que sosten¨ªa que escribir era una forma ¡°de sentir menos¡±? Es una cita magn¨ªfica, pero en mi caso sucede todo lo contrario. Escribir es una forma de sentir las cosas de una manera m¨¢s fuerte. Cuando escribo, r¨ªo y lloro como si lo estuviera viviendo de verdad.
Dice que tard¨® mucho en entender que en realidad era belga. ?A qu¨¦ se refiere? Me cost¨® muchos a?os comprender que, pese a haber crecido en Jap¨®n, mi personalidad correspond¨ªa a lo t¨ªpicamente belga: un desm¨¢n absoluto, una torpeza fundamental, una confusi¨®n identitaria muy pronunciada o una hospitalidad excesiva, lo que explica que el pa¨ªs se haya convertido en un foco de terrorismo. Hizo falta que llegara la crisis de 2008, cuando estuvo a punto de partirse en dos, para que yo entendiera hasta qu¨¦ punto me importaba B¨¦lgica. Hoy el pa¨ªs no va especialmente bien, pero por lo menos sobrevive. Me reconozco mucho en eso.
B¨¦lgica marca tendencia: hoy es Espa?a la que sigue sin Gobierno a la vista. Usted, que conoce el tema de cerca, ?qu¨¦ ventajas le encuentra a un pa¨ªs sin Ejecutivo? Dir¨ªa que ninguna, salvo que supone una prueba suprema sobre el civismo de un pa¨ªs. B¨¦lgica super¨® con creces ese examen, mientras que Francia nunca lo habr¨ªa conseguido¡ Y Espa?a, ?cree que aprobar¨¢?
Pues no s¨¦ yo¡ Usted no se expresa nunca sobre la actualidad pol¨ªtica. ?Es para no molestar a nadie en esa base de lectores tan variopinta? Una vez m¨¢s, dir¨ªa que es mi lado japon¨¦s. Cuando los parisienses hablan de pol¨ªtica con la elocuencia y la agresividad de las que son capaces, me suele entrar el p¨¢nico. En cualquier conversaci¨®n, los japoneses se sienten aterrorizados ante la posibilidad de incomodar al otro a causa de la diferencia de opiniones. Suelen preferir el silencio, lo que no significa que no tengan una opini¨®n. A m¨ª me pasa lo mismo.
Existe una excepci¨®n: en 2009 escribi¨® una especie de carta de amor a Barack Obama en The New York Times. Mi idea fue compararlo con Nicolas Sarkozy, que nunca fue santo de mi devoci¨®n. Su eventual regreso me deja at¨®nita y dudo mucho que tenga lugar. Hollande tampoco me despierta un gran entusiasmo, pero por lo menos es un hombre normal, que ya es mucho. No entiendo por qu¨¦ Obama ha decepcionado tanto. S¨¦ que la reforma de la cobertura m¨¦dica no lo es todo, pero fue una batalla tan inmensa en Estados Unidos que ya me parece mucho. Solo me preocupa que, gane quien gane en noviembre, corremos el riesgo de volver a empezar de cero.
?Incluso si gana Hillary Clinton? Ya veremos qu¨¦ sucede. Clinton me seduce mucho menos que Obama, por ser m¨¢s belicista y m¨¢s cl¨¢sica. Claro, me parece estupendo que sea una mujer, pero me temo que con eso no basta. Prefiero a Bernie Sanders, aunque s¨¦ que no ganar¨¢.
?Se construy¨® a s¨ª misma en oposici¨®n a su familia, heredera de la derecha cat¨®lica belga? No exactamente. Descubr¨ª la existencia de ese clan a los 17 a?os, al volver de Jap¨®n para estudiar en la Universidad Libre de Bruselas. Es decir, la universidad izquierdista. Cuando observ¨¦ la consternaci¨®n de los profesores al saber c¨®mo me llamaba, entend¨ª lo que significaba apellidarse Nothomb. Entonces s¨ª hubo cierta rebeli¨®n contra el clan familiar, pero dir¨ªa que mi identidad ya estaba bastante solidificada.
No s¨¦ si sabe que existen varias tesis doctorales sobre la relaci¨®n entre su literatura y el psicoan¨¢lisis. ?Se ha psicoanalizado usted alguna vez? S¨ª, y fue una experiencia desoladora. Fui a un psicoanalista durante seis a?os, para acabar d¨¢ndome cuenta de que soy una persona incurable. En mi caso, hay demasiado trabajo.
Ha declarado varias veces que uno ¡°nunca se recupera de la adolescencia¡±. ?Qu¨¦ quiere decir con eso? Conozco a poca gente para la que fuera un camino apacible. La m¨ªa fue particularmente atroz, pero todo el mundo debe de decir lo mismo. A los 15 a?os no me preguntaba qu¨¦ ser¨ªa de mayor, sino simplemente si lograr¨ªa vivir. Pesaba 32 kilos. En mi caso fue la anorexia [que relat¨® en Biograf¨ªa del hambre], pero cada uno carga con su propio sufrimiento.
Otra frase suya: ¡°Sin escribir, me habr¨ªa suicidado o convertido en terrorista¡±. Con lo de terrorista me pas¨¦ un poco, pero s¨ª podr¨ªa haberme convertido en terrorista contra m¨ª misma. El peligro sigue ah¨ª: cuando paso mucho tiempo sola, esa angustia vuelve a aparecer. Para luchar contra ella me he impuesto la tiran¨ªa de la escritura. No tengo una teor¨ªa pol¨ªtica para nuestra sociedad, pero en mi caso en par?ticular solo funciona ese r¨¦gimen totalitario.
?C¨®mo reaccion¨® cuando se enter¨® de que Amedy Coulibaly, el terrorista del supermercado jud¨ªo de Par¨ªs, ten¨ªa uno de sus libros en su biblioteca? Con mucha sangre fr¨ªa. Pese a mi tendencia a sentirme culpable ante toda circunstancia, esa vez supe evitarlo. Estoy convencida de que ?Coulibaly es un cretino absoluto y no entiendo que haya quien defienda lo contrario. Si damos por hecho que ley¨® mi libro, lo que no tengo claro, estoy segura de que no entendi¨® nada. Si se me lee como es debido, uno no se convierte en terrorista.
Otro de los rasgos que la definen es el pudor, incluso cuando escribe novelas autobiogr¨¢ficas. ?C¨®mo logra preservarlo en una ¨¦poca que nos empuja hacia la transparencia total? Me niego a utilizar ordenador, m¨®vil y redes sociales pese a convivir con un geek. Hemos acordado que esa es su vida extraconyugal y que no quiero saber nada de ella. Si tuviera esos objetos, s¨¦ que me acabar¨ªa convirtiendo en una esclava, como casi todo el mundo que los utiliza.
?Le entristece seguir siendo persona non grata en Jap¨®n, donde su libro Estupor y temblores provoc¨® un esc¨¢ndalo por su retrato vitri¨®lico de esa sociedad? La situaci¨®n ha cambiado mucho desde 2011. Despu¨¦s de la cat¨¢strofe de Fukushima escrib¨ª un librito para las v¨ªctimas. No lo hice de manera estrat¨¦gica, pero desde entonces tienen mejor imagen de m¨ª. La verdad es que me tranquiliz¨®, aunque creo que nunca dije nada que fuera denigrante ni fui injusta con la sociedad japonesa. No es un libro que lamente haber escrito.
Karl Ove Knausg?rd, el autor de la saga Mi lucha, donde relata su vida en seis vol¨²menes llenos de detalles que ofendieron a su familia, dice lo mismo que usted: ¡°No me gusta haber da?ado a los dem¨¢s, pero tampoco puedo decir que lo sienta¡±. Para un escritor, ?su libro pasa siempre por encima de todo? Yo no llegar¨ªa tan lejos como Knausg?rd, aunque no por eso lo est¨¦ juzgando. Podr¨ªa decir muchas cosas sobre mi familia, pero s¨¦ que nunca lo har¨¦. Es verdad que la calidad de una obra lo justifica todo, pero yo tengo un l¨ªmite en mi interior: respetar a la gente a la que quiero.
Ha afirmado que si siempre le gust¨® leer fue porque le permit¨ªa ¡°dar con esa profundidad que solo experimentamos cuando estamos solos¡±. ?Por eso hay gente que no lee, por miedo a esa soledad? Algo de eso debe de haber, pero yo creo que no han encontrado el libro adecuado. Es igual que esa gente que encadena encuentros de una sola noche porque nunca han conocido el verdadero amor.
Y usted, ?ya no tiene miedo a volver a estar sola? [Largo silencio] ?Le importa si, por esta vez, no le respondo?
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