El vuelo de Chus

Desde hace unos 10 a?os, Pen¨¦lope Cruz lideraba una campa?a, entre algunos c¨®mplices, para que la Academia del Cine Espa?ol concediera el Goya de Honor a Chus Lampreave. Pen¨¦lope conoci¨® a Chus en Belle ?poque, volvieron a coincidir en Volver y Los abrazos rotos y se sent¨ªa completamente atrapada por la bondad y la alegr¨ªa de un ser que no parec¨ªa real, si¨¦ndolo tanto.

A la gente, la iniciativa de Pen¨¦lope le parec¨ªa magn¨ªfica, pero siempre se prefer¨ªa a otro. Tal vez lat¨ªa la sensaci¨®n de que Chus no se iba a ir nunca y que quedaba todo el tiempo para que lo recibiera. Cuando, por fin, se le ofreci¨® ese Goya, Chus ya no pod¨ªa salir de Almer¨ªa.

Comenz¨® su carrera en tres obras maestras de Marco Ferreri, Azcona, Luis Berlanga (El pisito, El cochecito, El verdugo) y en tres de sus ¨²ltimas pel¨ªculas fue dirigida por Pedro Almod¨®var, Fernando Trueba y Santiago Segura. Sintetizaba lo m¨¢s valioso de la historia del cine espa?ol, incluyendo la ilustre tradici¨®n de los secundarios, que ella elev¨® a cotas muy altas.

Chus merec¨ªa varios Goya de Honor. Pero se ha ido sin ¨¦l. Nunca pasa nada, pero qu¨¦ gran ocasi¨®n perdida para que hubiera sentido, de un modo ¨²nico, el cari?o sin fisuras que despertaba a su alrededor. Estos d¨ªas nos hemos volcado en presumir de lo que la quer¨ªamos y celebrar lo maravillosa que era. Las necrol¨®gicas suelen sobreactuar los afectos, pero, en este caso, no sobraba ning¨²n piropo. No recuerdo a nadie a quien Chus no le hiciera gracia. Fernando Trueba dijo una vez que la prueba de que el mundo estaba mal hecho es que Chus Lampreave no volaba. Pues eso.