Cuesti¨®n de expectativas
La falta de compa?¨ªa como dolencia es dif¨ªcil de medir. Su estudio cient¨ªfico, que arranc¨® en 1959, vive d¨ªas de auge
Hoy a quien estudia la soledad no le falta compa?¨ªa, como lo prueban las cientos de trabajos publicados al respecto. Poetas, escritores y fil¨®sofos hab¨ªan tratado el tema pero no fue hasta 1959 cuando la psicoanalista Frieda Fromm-Reichmann public¨® On loneliness el primer texto cient¨ªfico sobre este asunto. ¡°No estoy segura de qu¨¦ fuerzas interiores me han impulsado, en los ¨²ltimos a?os, a ponderar y enfrentarme con los problemas psiqui¨¢tricos de la soledad. He encontrado una extra?a fascinaci¨®n en pensar en ello y, subsecuentemente, en el intento de romper el aislamiento de pensar sobre la soledad e intentar comunicar lo que creo haber aprendido¡±, escribi¨® la pionera doctora. ¡°La soledad parece ser una experiencia tan dolorosa y aterradora que la gente har¨ªa casi cualquier cosa para evitarla. Este rechazo parece incluir una extra?a resistencia por parte de los psiquiatras a buscar una aclaraci¨®n cient¨ªfica¡±.
Mucho han cambiado las cosas desde que Fromm-Reichmann acotaba este campo de investigaci¨®n, pero aun as¨ª, la soledad como mal es dif¨ªcil de definir y complicada de medir. Entender sus causas (?gen¨¦ticas?, ?ambientales?, ?un estado transitorio que se torna cr¨®nico?) y establecer la frontera que separa esta patolog¨ªa de la depresi¨®n o de otros trastornos ha sido el foco de muchos trabajos. Estudios con gemelos y hermanos adoptados han probado que la soledad tiene un componente gen¨¦tico. Pero la soledad cr¨®nica es resultado de la interacci¨®n entre gen¨¦tica y circunstancias vitales imposibles de controlar.
La conclusi¨®n es que sentirse solo es algo subjetivo. Cuesti¨®n de expectativas. No se trata de cu¨¢n aislado est¨¢ realmente uno, sino de c¨®mo de aislado se siente. La brecha entre las relaciones interpersonales ideales y las que uno percibe es lo que genera y mantiene ese sentimiento te?ido de amargura. Lo que uno desear¨ªa tener y lo que siente que tiene. Porque, como se?al¨® Fromm-Reichmann, no se trata de la soledad creativa de un artista, o del sentimiento que puede producir la apabullante naturaleza, ni de la introversi¨®n que impone la vida moderna, sino del desamparo y dolor que la falta de conexi¨®n con otros genera y retroalimenta.
Desde los a?os ochenta hay diferentes tests para tratar de medir el grado de soledad que alguien padece. En todos los casos es el paciente quien rellena un formulario, siendo la escala de la soledad desarrollada por la Universidad de California de Los ?ngeles (UCLA Loneliness Scale) la m¨¢s aceptada. Las preguntas (?con qu¨¦ frecuencia te sientes parte de un grupo de amigos?, ?cu¨¢n a menudo sientes que hay alguien que realmente te comprende?) evitan emplear el t¨¦rmino soledad. Cuando esta palabra aparece en las preguntas de alg¨²n cuestionario, surge una diferencia entre sexos: las mujeres se?alan afirmativamente, mientras que a los hombres les cuesta m¨¢s reconocerlo, probablemente debido a ¡°las reglas de los sentimientos¡±, como las llam¨® el soci¨®logo Arlie Hochschild, que a¨²n rigen la expresi¨®n de emociones en muchos varones.
De 18 individuos aislados 15 minutos, 12 prefirieron matar el tiempo con peque?as descargas el¨¦ctricas
Pero hay consenso entre la comunidad cient¨ªfica: la soledad no tiene sexo. Y en cuesti¨®n de edad parece que son los adolescentes y los ancianos por encima de los 80 quienes m¨¢s solos se sienten. Tambi¨¦n hay diferencias culturales: los estudiantes chinos en una universidad estadounidense se sent¨ªan m¨¢s solos que los dem¨¢s, algo que los investigadores atribuyeron a la ¡°perspectiva colectivista asi¨¢tica¡± enfrentada a la sociedad individualista occidental. Factores como la p¨¦rdida de un ser querido o el traslado a otro lugar agravan el sentimiento de ¡°mala¡± soledad.
Una versi¨®n abreviada de la escala de UCLA es la que se emplea en encuestas amplias, como las que han demostrado que en Europa los ciudadanos de los pa¨ªses que estuvieron en el bloque sovi¨¦tico se sienten m¨¢s solos, especialmente en Ucrania.
La resistencia o capacidad para estar solo que uno tiene tambi¨¦n es muy variable. Pero como demuestra el estudio de la Universidad de Virginia y de Harvard, dirigido por el doctor Timothy D. Wil?son, la fobia o p¨¢nico que se experimenta a estar en soledad sin nada que hacer es considerable. En su experimento, 18 participantes fueron metidos solos en un cuarto unos 15 minutos para que tuvieran tiempo de pensar, 12 de ellos apretaron un bot¨®n para recibir peque?as descargas el¨¦ctricas y matar el tiempo. Uno lo apret¨® 190 veces.
La doctora Fromm-Reichmann creci¨® en una familia jud¨ªa ortodoxa en Alemania, y al no tener hermanos varones su padre la anim¨® a estudiar medicina. En 1911, esta contempor¨¢nea de Freud termin¨® su formaci¨®n como psiquiatra y durante la Gran Guerra abri¨® un centro para atender a soldados mentalmente heridos. El ascenso del nazismo la llev¨® primero a Francia y m¨¢s adelante a Estados Unidos. Puede que fuera su propia historia lo que la llev¨® a pensar y tratar de definir la soledad como un mal destructivo, un estado que produce una espiral de desconfianza y hostilidad de la que es complicado salir.
Sentada frente a una joven paciente catat¨®nica en los a?os cincuenta, Fromm-Reichmann le pregunt¨® c¨®mo de mal se sent¨ªa. Ella levant¨® el pulgar y mantuvo el resto de los dedos doblados, ocultos tras la palma de su mano. ¡°?As¨ª de sola?¡±, le pregunt¨® la doctora. La paciente pareci¨® soltar un gran peso y su expresi¨®n mostr¨® gratitud, sus dedos se abrieron. En las siguientes sesiones la tensi¨®n ansiosa descendi¨® y sali¨® de su aislamiento. Empez¨® entonces la historia del estudio de la soledad y de la empat¨ªa como el mejor remedio. Una cura, quiz¨¢, para que ¡°las estirpes condenadas a cien a?os de soledad¡± s¨ª tengan una segunda oportunidad.
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