Los cangrejos de Felipe II: el capricho real que cambi¨® la fauna ib¨¦rica
Los cangrejos de r¨ªo recibidos por el rey desde Italia est¨¢n en el origen de todos los que, siglos despu¨¦s, fueron tan abundantes en la Pen¨ªnsula
Humanos de distintas especies y en diferentes continentes han consumido cangrejos, tanto marinos como dulceacu¨ªcolas. Ello explica que se encuentren caparazones y pinzas de estos crust¨¢ceos en los yacimientos arqueol¨®gicos. En Iberia, sin embargo, solo se han localizado restos pre o protohist¨®ricos de cangrejos marinos (bueyes, centollos y otras especies menores). ?Ser¨¢ porque los cangrejos de agua dulce no gustaban a los pobladores de estos lares? As¨ª podr¨ªa sugerirlo el hecho de que en los siglos XVI y XVII los cangrejos de r¨ªo aparezcan con frecuencia en bodegones de los pintores centroeuropeos e italianos (incluso, a veces, en la mesa de la Sagrada Cena, como parte del men¨² de Jes¨²s y sus disc¨ªpulos), pero no en la abundante pintura espa?ola de la ¨¦poca.
El renacentista italiano Ulisse Aldrovandi, que falleci¨® en 1605 y peregrin¨® a Compostela en sus a?os mozos, proporcion¨® una explicaci¨®n mucho m¨¢s veros¨ªmil. ¡°En Espa?a no existen los cangrejos de r¨ªo, pese a que no faltan r¨ªos all¨ª¡±, anot¨® en uno de sus fascinantes tratados de historia natural. Pr¨¢cticamente en la misma ¨¦poca (finales del siglo XVI), Felipe II mandaba hacer las Relaciones Topogr¨¢ficas, cuestionario dirigido a numerosas localidades del Reino donde, entre otras cosas, se les preguntaba ¡°que? animales, cazas y salvaginas se cri?an y hallan en ella¡± y tambi¨¦n ¡°los pescados y pesqueri?as que los dichos ri?os hubiere¡±. Conocemos 628 respuestas, la mayor¨ªa del centro-sur de Espa?a, donde aparecen citadas 89 especies de animales silvestres; algunas son f¨¢cilmente reconocibles, como la perdiz y el conejo, pero otras son tan poco familiares como la colmilleja, un ¡°pescadillo (¡) del largo de un dedo¡±, o los camarones fluviales, ¡°menuditos de manera de grillos¡± y ¡°buen pescado¡±. Ni uno solo de los 628 pueblos de esta zona, tan cangrejera a mediados del siglo XX, notific¨® la presencia de la especie, respaldando as¨ª la contundente aseveraci¨®n de Aldrovandi.
Empero, dos siglos largos m¨¢s tarde varios autores mencionaban la abundancia de cangrejos de r¨ªo en algunas localidades del alto Ebro, entrado el siglo XIX los registraba Sebasti¨¢n Mi?ano en la cuenca del Duero, y mediada esa centuria ya los ubicaba el Diccionario de Pascual Madoz en numerosos t¨¦rminos del norte de Espa?a y en un punto aislado (Loja) de Andaluc¨ªa. Sin duda, algo significativo hab¨ªa ocurrido a los cangrejos fluviales en Espa?a entre finales del XVI y finales del XVIII, pero ?qu¨¦? El investigador Miguel Clavero y sus cooperantes, descubridores de casi todo lo que venimos contando, han aportado pistas muy rotundas que remiten, una vez m¨¢s, a Felipe II (disfruten El cangrejo del Rey, pel¨ªcula disponible en YouTube).
El rey Felipe hab¨ªa viajado en su juventud por toda Europa, y a su regreso quiso crear en Espa?a, y m¨¢s concretamente en los Sitios Reales, estanques con flora y fauna diversas como los existentes en otras cortes continentales. Pero en aquellos hab¨ªa peces que en Espa?a faltaban (carpas, tencas, lucios), y otro tanto ocurr¨ªa con los cangrejos. Se empe?¨® en conseguirlos, asumiendo que el exotismo impl¨ªcito acrecentar¨ªa su prestigio. Ya en 1563 solicit¨® a sus cortesanos en Flandes que le facilitaran diferentes especies acu¨¢ticas, entre ellas alcrevizes (castellanizando el franc¨¦s ¨¦crevisses para invocar a los cangrejos de r¨ªo, que carec¨ªan de nombre espa?ol). Los enviados del rey consiguieron traer a Espa?a unos pocos peces con vida, m¨¢s no alcrevizes. No se rindi¨®. A partir de 1583 el Gran Duque de Toscana recibi¨® recados de Felipe II mostrando inter¨¦s por conseguir g¨¢mbaros vivos (usaba ahora el nombre italiano de los cangrejos de agua dulce). En 1588, por fin, seg¨²n consta en carta custodiada en el Archivo de Simancas, un cargamento de cangrejos italianos fue embarcado en Livorno con destino a Alicante, para seguir viaje a Madrid. Gracias a Alicia Sempere (doctoranda en la Universidad de Murcia) hemos sabido estos d¨ªas que algunos de aquellos g¨¢mbaros sobrevivieron hasta su destino, raz¨®n por la cual el criado que los truxo fue generosamente recompensado.
Apenas queda m¨¢s que decir. Ya en el siglo XXI se demostr¨® que los cangrejos de r¨ªo italianos y espa?oles pertenecen a la misma especie, diferente, por cierto, de la que ocupa las aguas dulces francesas. Es m¨¢s, la variedad presente en Espa?a coincide precisamente con la de Toscana, y no con otras variedades italianas. Sin necesidad de formaci¨®n especializada, cualquiera pensar¨ªa a la luz de estas informaciones que los cangrejos de r¨ªo recibidos por Felipe II est¨¢n en el origen de todos los que siglos despu¨¦s fueron tan abundosos en Iberia. Sin embargo, por l¨®gico que se antoje, no resulta f¨¢cil aceptarlo.
Muchos, y quienes firman esto los primeros, hemos postulado durante a?os la necesidad de proteger a los cangrejos de r¨ªo espa?oles, que d¨¢bamos por nativos. Cient¨ªficos han dedicado a ello mucho tiempo y esfuerzo, y administraciones a todos los niveles han empleado, y siguen empleando, nutridos fondos p¨²blicos con ese fin (sin ir m¨¢s lejos, el Ministerio para la Transici¨®n Ecol¨®gica aprob¨® hace pocos meses una ¡°Estrategia para la conservaci¨®n del cangrejo de r¨ªo ib¨¦rico¡± afirmando, contra todos los indicios, que la hip¨®tesis de su introducci¨®n en Espa?a es ¡°altamente improbable¡±).
Como suele ocurrir ante la traici¨®n de alguien cercano al que cre¨ªamos conocer bien, a todos nos cuesta admitir que los apreciados cangrejos que ocuparon los veranos de nuestra infancia hayan podido ¡°enga?arnos¡±, as¨ª que reaccionamos buscando motivos para negar la certeza: que si existen cangrejos f¨®siles en Las Hoyas, Cuenca (?pero vivieron hace 127 millones de a?os!), que si algunos genes mitocondriales de los cangrejos espa?oles no han sido encontrados en Italia (?todav¨ªa?), que si el protom¨¦dico Antonio Laguna mencionaba los cangrejos de r¨ªo en un libro de 1554 (pero es una traducci¨®n libre de una obra del cl¨¢sico Diosc¨®rides, y dice que los hab¨ªa en Grecia e Italia)¡ Quienes nos dedicamos a la investigaci¨®n debemos aceptar humildemente la posibilidad de estar equivocados, y de paso agradecer su trabajo a quienes nos iluminan; por supuesto, ello no implica renunciar a buscar pruebas de que en Espa?a existieran cangrejos de r¨ªo antes de finales del siglo XVI, pero los argumentos han de ser muy poderosos para desmontar las evidencias disponibles.
Nos regimos por el ¡°principio de parsimonia¡±, que suena muy rimbombante, pero solo supone que la interpretaci¨®n m¨¢s simple y suficiente suele ser la m¨¢s probable. Los hechos son tozudos y hoy por hoy, al margen de que quiz¨¢ nos hubiera gustado una explicaci¨®n diferente, lo m¨¢s sencillo es aceptar que los cangrejos de r¨ªo fueron tra¨ªdos a Espa?a cuando, y de donde, los documentos acreditan.
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