La culpa es de Banderas por no hablar de cine
El actor malague?o genera una pol¨¦mica al comentar de las preferencia laborales de los j¨®venes espa?oles
Cuando en un momento de su entrevista televisiva y mientras hablaba de su ¨²ltima pel¨ªcula, Antonio Banderas apunt¨® que el ¡°pecado end¨¦mico¡± de los espa?oles es la envidia, estaba claro que iba a liarla. No hay nada peor que mentarle a alguien su principal defecto. ¡°?Soberbio yo? ?Pero si soy el m¨¢s humilde de todos!¡±. Banderas sabe de lo que habla, porque ha sido objeto ¡ªy lo es¡ª de esa envidia tan nuestra que convierte autom¨¢ticamente en sospechoso al que triunfa en algo, a quien le va bien o, simplemente, a quien muestra su felicidad. ¡°Aqu¨ª hay muchas risas¡± es una frase admonitoria que puede escucharse a diario en muchos centros de trabajo de nuestro pa¨ªs. No en vano Umberto Eco dio un nombre espa?ol ¡ªJorge de Burgos¡ª a su personaje de El Nombre de la Rosa que odiaba la risa. Y otro gran italiano, Indro Montanelli, sosten¨ªa que los necios confunden seriedad con gravedad, aunque no sabemos si lo dijo antes o despu¨¦s de visitar Espa?a.
Abierta la compuerta, Banderas se olvid¨® de su pel¨ªcula y habl¨® de algo que le importa mucho m¨¢s: su pa¨ªs. Esto s¨ª que es siempre sospechoso, al menos entre nosotros. El actor malague?o aprovech¨® una pregunta con la que podr¨ªa haberse hecho perdonar f¨¢cilmente lo de la envidia ¡ªpor ejemplo¡ª contestando que Hollywood es un infierno, para embarcarse en una reflexi¨®n sobre la juventud y sus aspiraciones. Relat¨® que en una encuesta ¡ªdijo que en Andaluc¨ªa¡ª el 75% de los universitarios afirmaron que quer¨ªan ser funcionarios, y a continuaci¨®n pronunci¨® en la misma frase las palabras ¡°sue?o¡± y ¡°esfuerzo¡±. Alab¨® a los j¨®venes de EE?UU que quieren ser ¡°due?os de sus propias vidas¡± y acab¨® rematando: ¡°con un 75% por cierto de gente que quiere ser funcionaria no se hace pa¨ªs, se hace pa¨ªs con gente que se la juega¡±. Claro, la li¨® parda.
Se puede rebatir levemente la afirmaci¨®n de Banderas. Si en Espa?a la palabra funcionario no estuviera denigrada en el habla com¨²n y el servir al Estado fuera un prestigioso ejercicio de sacrificio y responsabilidad, como sucede en otras latitudes, lo preocupante ser¨ªa que hubiera un 25% de universitarios que no quisieran serlo. Pero ser funcionario en Espa?a es sin¨®nimo de tener un salario asegurado y ¡ªpor culpa de una minor¨ªa que se r¨ªe y se aprovecha del esfuerzo de la mayor¨ªa de sus compa?eros¡ª de trabajar lo justo o m¨¢s bien poco. Los funcionarios son quienes hacen mover el esqueleto de la sociedad en la que vivimos y su trabajo es imprescindible e invisible. El que esa vocaci¨®n de servicio sea percibida por los j¨®venes como un pasaporte al privilegio es un verdadero problema.
Pero Banderas tiene toda la raz¨®n cuando junta las palabras ¡°so?ar¡± y ¡°esfuerzo¡±. Un joven no puede dejarse dominar por el cinismo nihilista multiplicado en nuestros d¨ªas por las ocurrencias an¨®nimas en las redes sociales. No debe permitir que sus aspiraciones se vean ahogadas por un mar de derrotismo mediocre que dispara autom¨¢ticamente ¡ªla envidia¡ª contra quien destaca. Un joven tiene la obligaci¨®n de so?ar y el derecho de intentar una y otra vez realizar su sue?o. Eso es ser due?o de su propia vida.
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