La danesa que conquista el mundo
PUEDE que algo huela a podrido en Dinamarca, pero Birgitte Nyborg no tiene nada que ver. La primera ministra de ficci¨®n que protagonizaba la serie Borgen, dividida entre el idealismo y la realpolitik, se ha convertido en la encarnaci¨®n de lo que a muchos les gustar¨ªa que fuera la pol¨ªtica: una factor¨ªa de l¨ªderes ¨ªntegros y competentes que se dejan la piel con el inter¨¦s p¨²blico como bandera. Si aquella inexperimentada y teleg¨¦nica l¨ªder centrista se ha erigido en hero¨ªna de estos tiempos sedientos de rectitud, no es extra?o que la actriz que le prest¨® su rostro durante tres temporadas empiece a estar por todas partes.
Lo m¨¢s reconocible es su voz, dulce pero firme, que emana desde el otro lado de la puerta. Sidse Babett Knudsen se encuentra en la habitaci¨®n contigua, dentro de las oficinas de su agente danesa, situadas en un ¨¢tico de vigas de madera vista y decoraci¨®n neutra pero hogare?a. Resulta acogedor hasta la angustia, una cualidad que los aut¨®ctonos definen como hygge, y que explicar¨ªa que el pa¨ªs registre los mayores ¨ªndices de felicidad del planeta. Si la actriz ha escogido esta tierra de nadie para el encuentro es para preservar su intimidad, de la que se sabe entre poco y nada. ¡°Tengo derecho a una vida privada. Nunca he entendido que para vender una pel¨ªcula tenga que ense?ar mi dormitorio¡±, afirmar¨¢ al presentarse, con una sonrisa generosa e indeleble. ¡°Por otra parte, quiero que la gente se crea que soy cada uno de los personajes que interpreto, ya sea una primera ministra o una lesbiana sadomasoquista. Es mejor que nadie sepa cu¨¢l es la verdad¡±. Su ficha biogr¨¢fica apenas contiene un par de l¨ªneas. Naci¨® hace 47 a?os en Copenhague, donde sigue residiendo junto a su hijo Louis, de 12. De ni?a vivi¨® en Tanzania, donde sus padres, un fot¨®grafo y una profesora, trabajaron como voluntarios en una universidad de Dar es-Salam. Esos a?os la marcaron. ¡°Me educaron con una idea: si tienes la suerte de ser un privilegiado, mejor que lo utilices para algo¡±, dice la int¨¦rprete. Birgitte Nyborg, emblema de la ecuanimidad escandinava, pudo haber pronunciado una frase similar.
Fotograma de la aclamada serie Borgen, donde Sidse Babett Knudsen interpreta a la primera ministra danesa.
¡°El cine franc¨¦s se distingue de los dem¨¢s porque all¨ª el autor lo es todo. El director es dios como no sucede en ning¨²n otro lugar que yo conozca¡±, dice Knudsen. ?Para lo bueno y para lo malo? ¡°S¨ª. Es agradable saber qui¨¦n maneja el tim¨®n. Y, a la vez, a veces tienes que esperar a que dios decida qu¨¦ direcci¨®n hay que tomar¡±, afirma. En este caso, la deidad fue el cineasta Christian Vincent, quien la escogi¨® para el papel por encontrarla ¡°sexy y, a la vez, viril, igual que las hero¨ªnas de los w¨¦sterns de John Ford¡±. Su personaje es una proyecci¨®n idealizada, pero tambi¨¦n una mujer de carne y hueso. Con ella comparte una belleza plausible y poco amenazadora, que parece aceptar el paso del tiempo sin ninguna consternaci¨®n. Ese debut se sald¨® con un ines?perado Premio C¨¦sar a la mejor secundaria, que recogi¨® en febrero en estado catat¨®nico. ¡°No es un papel enorme, as¨ª que estaba segura de no ganar. Me hizo muy feliz. A mi edad, es bonito ser capaz de seguir sorprendi¨¦ndose¡±, afirma. A continuaci¨®n le espera un protagonista estelar: el de La fille de Brest, donde interpreta a Ir¨¨ne Frachon, la neum¨®loga francesa que logr¨® prohibir el medicamento antidiab¨¦tico Mediator, pese a la asfixiante presi¨®n de los lobbies farmac¨¦uticos.
Los ecos de su buen hacer han llegado hasta Hollywood, que no ha tardado en echarle el guante. Detectando su entereza y su autoridad natural, el director Ron Howard la escogi¨® para interpretar un papel clave ¨Cla directora de la OMS¨C en Inferno, la continuaci¨®n de El c¨®digo Da Vinci, que acaba de rodar en Budapest. En ella se reencuentra con Tom Hanks tras Esperando al rey, adaptaci¨®n de una novela de Dave Eggers a cargo del director alem¨¢n Tom Tykwer, que llegar¨¢ en junio a la cartelera espa?ola. ¡°Llevaba 10 a?os sigui¨¦ndole la pista. Me seduc¨ªa su mezcla de elegancia, inteligencia, feminidad, buen coraz¨®n y una pizca de peligro, como si tramara algo en secreto tras su fachada impoluta. Es una mujer dif¨ªcil de codificar¡±, explica Tykwer. ?Tendr¨¢ futuro una mujer con tantas aristas en los dominios hollywoodienses, siempre propensos a lo unidimensional? ¡°Sidse no es el tipo de actriz que prefiere rodar una tonter¨ªa en Hollywood antes que un proyecto interesante en otra parte. En t¨¦rminos creativos, te trata de igual a igual. Mantiene una relaci¨®n muy elevada con el director, lo que no siempre es bienvenido en los estudios hollywoodienses¡±, declara el director.
A la Izquierda, con Tom Hanks en 'Inferno'. A la derecha, fotograma de la pel¨ªcula 'Despu¨¦s de la boda'.
A Knudsen no le preocupa experimentar esa frustraci¨®n que tantos europeos han sentido en Hollywood, desde su admirada Juliette Binoche ¨C¡°mi actriz favorita junto a Sandrine Bonnaire e Isabelle Huppert: nunca me canso de ellas¡±¨C o su compatriota Mads Mikkelsen, con quien rod¨® Despu¨¦s de la boda a las ¨®rdenes de la oscarizada Susanne Bier. ¡°En realidad, el ¨²nico reto es el idioma. Despu¨¦s de tantos a?os actuando en dan¨¦s, que es algo que s¨¦ hacer muy bien, resulta extra?o tener que batallar con los di¨¢logos¡±, admite, pese a que su ingl¨¦s y su franc¨¦s sean pr¨¢cticamente perfectos. ¡°Por lo dem¨¢s, no he visto muchas diferencias. Esperaba que el rodaje de Inferno fuera muy t¨¦cnico, que todo fuera cuesti¨®n de ¨¢ngulos, fondos verdes y escenas acrob¨¢ticas. Pero fue un proceso muy creativo, como una pel¨ªcula europea a mayor escala. No se parec¨ªa a Hollywood, aunque tampoco tenga muy claro lo que es Hollywood¡¡±, sonr¨ªe. Algo distinto fue el rodaje de la serie Westworld, producida por J. J. Abrams, que estrenar¨¢ este a?o en la cadena HBO. En ella interpreta a una de las responsables de un parque de atracciones futurista, inspirada en una idea original de Michael Crichton. ¡°Tienes que aceptar que le perteneces al estudio que te ha contratado y trabajas durante muchas horas. Pero me divirti¨®, porque lo sigo viendo con ojos de turista. De momento, no creo que pueda quejarme¡±, asegura.
Sabe que se lo debe todo a Borgen, aunque cuando llegue la hora de hablar de la serie se dibuje un gesto de ligero hast¨ªo en su rictus. Lleva seis a?os hablando de ese ¨¦xito casi inexplicable, teniendo en cuenta que trataba de un asunto tan poco arrebatador, de entrada, como las coaliciones parlamentarias en la Dinamarca contempor¨¢nea. ¡°Solo puedo estar agradecida, porque ha sido el pasaporte que me ha conducido hacia todas esas cosas¡±, se resarce. ¡°Dir¨ªa que la serie logr¨® dar con algo que estaba en el aire. La mayor¨ªa de ellas sobre el poder son muy c¨ªnicas. Muestran a los pol¨ªticos como vampiros que se chupan la sangre, obsesionados con el poder. Por ejemplo, House of Cards, pese a que me encante. Nosotros hablamos de los pol¨ªticos como personas reales. Con un poco de idealismo, pero sin presentar un mundo de color de rosa¡±, sostiene. Los pol¨ªticos han sido sus primeros fans. Hillary Clinton le escribi¨® una carta llena de piropos. David Cameron se ha declarado incondicional de la serie. Lo mismo que Manuela Carmena, Esperanza Aguirre o Albert Rivera. ¡°Algo debieron reconocer en ella¡±, responde Knudsen.
El creador de la serie, Adam Price, admite que dud¨® antes de contratarla. Entonces era conocida como actriz c¨®mica, tras haber protagonizado varios ¨¦xitos de taquilla, amables pero insustanciales, a finales de los noventa. ¡°La escogimos porque fue la actriz que m¨¢s se implic¨® emocionalmente en el papel¡±, afirma Price. ¡°Nunca he trabajado con nadie que defienda tanto un personaje. Sidse necesita entender la motivaci¨®n de su papel en todo momento, dibujando una especie de mapa emocional por el que pueda moverse. No es de esas actrices a las que uno pueda decirle: ¡®Hazlo aunque no lo entiendas¡¯. Si le pidiera algo as¨ª, se sentir¨ªa casi insultada¡±, explica. ¡°Trabajar con ella supone mucho trabajo y muchas reescrituras de guion. Pero cuando descubres el nivel de su interpretaci¨®n, se lo perdonas todo. Los miles de horas dedicados habr¨¢n valido la pena porque Sidse hace que te vuelvas mejor¡±, concluye.
Knudsen reconoce que, cuando le ofrecieron el papel, su primer instinto fue rechazarlo. La televisi¨®n le parec¨ªa un medio menor. ¡°Prefer¨ªa el cine, que es m¨¢gico y casi sagrado. La televisi¨®n suele ser m¨¢s bul¨ªmica y menos ceremoniosa. Ni siquiera tienes que vestirte o prestarle una excesiva atenci¨®n. En el cine, en cambio, te metes en una sala oscura para vivir experiencias que logran cambiar tu vida¡±. ?Cu¨¢les alteraron su existencia? Al hacer memoria, recuerda una en particular: descubrir a las hero¨ªnas de Tennessee Williams, empezando por Blanche DuBois, protagonista de Un tranv¨ªa llamado deseo. ¡°Me fascinaron las distintas facetas de su personalidad. Pod¨ªa resultar tierna, vanidosa y chiflada a la vez. Me pareci¨® distinguir mucha verdad en ese personaje. Y me hizo entender que no pasaba nada por sentirme sola. Hab¨ªa mucha otra gente solitaria en este mundo¡±. Ten¨ªa nueve a?os. ?Demasiado temprano para descubrir lo m¨¢s oscuro de la condici¨®n humana? ¡°No. Para m¨ª, los ni?os no son seres inocentes. Recuerdo el dolor y la tristeza que sent¨ªa entonces, y no se distinguen mucho de los que puedo sentir ahora. No fue como si me empujaran hacia una manera adulta de ver las cosas. M¨¢s bien fue como si, de repente, entendiera el mundo un poco mejor¡±. Despu¨¦s de todo, esta es la patria de los bollos de canela, pero tambi¨¦n la de Kierkegaard y Dreyer.
Le decimos que, durante la campa?a a las ¨²ltimas elecciones generales espa?olas, no hubo pol¨ªtico que no hablara del modelo dan¨¦s como ejemplo. ?Entiende que su pa¨ªs despierte envidia? ¡°S¨ª, es algo que logro comprender. Pero no tengo mucho que decir. Es un asunto complicado sobre el que prefiero no responder¡±, se excusa. Para no ser catalogada ideol¨®gicamente, se neg¨® a tener cualquier contacto con la exprimera ministra danesa Helle Thorning-Schmidt. ¡°Las dos lo evitamos¡±, puntualiza. No cree que la serie, que se estren¨® pocos meses antes de su triunfo electoral, influyera en su victoria, aunque admite que siempre aspir¨® ¡°a mezclar realidad y ficci¨®n¡±. Igual que Birgitte Nyborg era una primera ministra frugal, que acud¨ªa en bicicleta al castillo de Christiansborg, Knudsen exhibe una actitud casi funcionarial respecto a su oficio. ¡°En realidad, en Dinamarca no tenemos estrellas. Yo hago mi propia colada y voy en bici a todas partes. No estoy programada para tener un s¨¦quito de ayudantes. Una vez me pusieron un ch¨®fer. Me pregunt¨®: ¡®?Qu¨¦ quiere que haga por usted?¡¯. No supe qu¨¦ responderle. Sent¨ª que le estaba decepcionando¡±, relata.
Otro concepto intraducible en dan¨¦s es Janteloven, una regla no escrita que proh¨ªbe la arrogancia y la ostentaci¨®n. En las escuelas de interpretaci¨®n, nadie dice a los alumnos que se est¨¢n convirtiendo en artistas: solo desempe?an un oficio. Cuando estudiaba en Francia, Knudsen recuerda haberse topado con un grupo de estudiantes de cine que discut¨ªan sobre su proyecto de final de carrera. ¡°Hablaban de su corto de tres minutos como si fuera a cambiar el mundo. ¡®Este es mi punto de vista, esta es mi visi¨®n¡¯, dec¨ªan. Me encantaba o¨ªrlos hablar as¨ª y, a la vez, me hac¨ªa sentir algo culpable. Me preguntaba si ten¨ªamos derecho a hablar de nosotros mismos de esa manera. A m¨ª no me han educado as¨ª. Por ejemplo, si quiero expresar una idea en la que creo firmemente, siempre prefiero citar a alguien que haya dicho algo similar. Lo importante es que no parezca que me tomo por un genio¡±, admite. Su cultura la protege, pero tambi¨¦n su trayectoria: ¡°Piense que he rodado mi primera pel¨ªcula en Hollywood a los 47 a?os¡±.
La entrevista termina. Knudsen se despide con su sempiterna simpat¨ªa, se enfunda en una impecable trenca amarilla y se monta en una bicicleta de paseo no especialmente bonita. En el paso de cebra a la vuelta de la esquina, algunos transe¨²ntes la reconocen. Detienen su mirada en ella unos segundos antes de seguir caminando hacia sus respectivos destinos, sin darle mayor importancia. Despu¨¦s de todo, es solo una ciclista m¨¢s.
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