?Es 'Quiero ser monja' la mayor tomadura de pelo de la televisi¨®n?
Una novicia con novio, otra que sinti¨® 'la llamada' estando de resaca, otra que echar¨¢ de menos el maquillaje... Analizamos el programa que m¨¢s dar¨¢ que hablar esta temporada
Si Quiero ser monja hubiese sido la opci¨®n de Televisi¨®n Espa?ola para la noche del domingo, ahora mismo medio pa¨ªs -entre los que me encuentro- estar¨ªa echando espuma por la boca. '?Mirad c¨®mo tratan de adoctrinarnos! ?Lavado de imagen cat¨®lico!'. Pero, claro, como ha sido en Cuatro, la cosa cambia. Es el mismo efecto simpat¨ªa que nos lleva a se?alar con el dedo a Bert¨ªn Osborne, mientras pasamos por alto que los miembros masculinos del jurado de?MasterChef babeasen delante una concursante en la primera gala del programa -con m¨²sica sexy incluida y levantamiento picar¨®n de cejas-. Si eso mismo lo hubiese hecho Osborne, estar¨ªamos manifest¨¢ndonos en la calle, pero como han sido los cocineros... Ay, c¨®mo son estos chefs, no se les pasa una, qu¨¦ bribones.
Todav¨ªa no he terminado de asumir si Quiero ser monja es un placer o un castigo, un regalo que nos ha hecho la televisi¨®n o el principio de algo tremendamente perverso que se nos ha colado sin darnos cuenta. La premisa de partida es sencilla: cinco veintea?eras que han recibido 'la llamada' deciden iniciarse en el mundo religioso y se embarcan en una aventura de seis semanas por diversas congregaciones para averiguar si quieren ser monjas o prefieren continuar con su vida actual. Ante nosotros, un espect¨¢culo como nunca hab¨ªamos visto. La llegada al convento, la adaptaci¨®n a la vida monacal, los primeros problemas -?sin m¨®vil? ?Sin maquillaje? ?Con uniforme?-, las reflexiones de las aspirantes, algo tan ajeno al espectador medio que genera una fascinaci¨®n casi hipn¨®tica.
Es el enfrentamiento cara a cara con alguien que dice vivir la fe y la religi¨®n como motor de vida lo que genera ese extra?o sentimiento de desasosiego que impide disfrutar del reality a pierna suelta. Cuando ya nos hab¨ªamos acostumbrados al trospidismo extremo y a que los propios programas se ceben en el rid¨ªculo de los participantes, aparece Quiero ser monja y nos saca de nuestras c¨®modas casillas. S¨ª, las respuestas de las chicas ante las monjas son absolutamente delirantes-tanto como no haber pensado que en un convento no van a poder utilizar maquillaje-, pero son, en muchos casos, las mismas que hubi¨¦semos tenido cualquiera de nosotros -?que no se puede salir de la habitaci¨®n en pijama? ?Vaya chasco!- y quedan integradas en el montaje sin demasiada estridencia. Un trospidismo de baja intensidad muy acorde con el tema.
Pero, claro, estamos en un programa de televisi¨®n y ah¨ª es donde la cosa empieza a fallar. ?Alguien que quiere ser monja pero que dice que no va mucho a misa? ?Otra que acude hasta la puerta del convento con su novio y se da unos buenos besos antes de despedirse, puede que para siempre, de ¨¦l? ?Una tercera que se arranca a cantar a los dos minutos para dejar claro que el 'don de la voz' tambi¨¦n le ha sido otorgado? Y todo antes de llegar a Fernanda, la futura monja que recibi¨® la llamada yendo a misa con resaca y que considera que lo mejor del mundo son los hombres, pero que, bueno, tampoco son imprescindibles para la vida. Un casting perfecto para dejarnos pegados al sof¨¢ pero que deja bastantes dudas acerca del verdadero prop¨®sito de las aspirantes a religiosas. ?Habr¨¢ ido ya alguna a Mujeres y Hombres y Viceversa y no nos habremos dado cuenta?
Para los que nos mantenemos alejados de la iglesia cat¨®lica y su interpretaci¨®n de la religi¨®n, resulta altamente desconcertante encontrar j¨®venes dispuestas a renunciar a todo para seguir los designios de la instituci¨®n. Nos dan ganas de levantarnos del sof¨¢ y gritarles que por ah¨ª no, que no se dejen engatusar. Luego, claro, recapacitamos y dejamos que cada uno haga con su vida lo que mejor le plazca. Cuesti¨®n distinta es que entendamos la necesidad de idealizar en pleno prime time algo tan presente en la sociedad espa?ola. ?De verdad lo que hace falta hoy en d¨ªa es potenciar la imagen de la iglesia? ?No tenemos bastante con las salidas de tono y los ataques casi diarios de los obispos o los juicios por ofensa de los sentimientos religiosos? Ahora resulta que la televisi¨®n tambi¨¦n nos cuenta las bondades de abrazar una vida dedicada a la fe. ?Acab¨¢ramos! Justo cuando pens¨¢bamos que hab¨ªamos llegado a 2016.
Ojal¨¢ nos sirva Quiero ser monja para cambiar el regusto que se nos queda a muchos cada vez que un miembro destacado de la iglesia espa?ola abre la boca. Ojal¨¢ nos haga olvidar las vulneraciones de los derechos humanos que promulgan desde sus p¨²lpitos. Ojal¨¢, a¨²n sin ser practicantes ni creyentes, nos congracie con sus ense?anzas. Con eso, ya valdr¨ªa la pena haberlo convertido en reality. Y s¨ª, viendo lo que vemos en las noticias, es un acto de pura fe. A ver si, al final, el que acaba convertido en monje soy yo...
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