Hablemos del suicidio
EL pasado 28 de marzo se cumplieron 75 a?os del suicidio de Virginia Woolf. La escritora brit¨¢nica se puso el abrigo, llen¨® los bolsillos de piedras y se meti¨® en las fr¨ªas aguas del r¨ªo Ouse, pr¨®ximo a su casa. Hace falta estar sufriendo mucho para escoger una muerte tan determinada, tan terrible. Como bien explican en la p¨¢gina de RedAipis, la Asociaci¨®n de Investigaci¨®n, Prevenci¨®n e Intervenci¨®n del Suicidio (www.redaipis.org), el suicida no quiere matarse: lo que no puede es seguir soportando una realidad que le tortura. Personalmente, creo que hay casos en los que el suicidio es una opci¨®n de la vida, no de la muerte: por ejemplo, ante una enfermedad terminal. Creo que uno tiene todo el derecho a decidir sensata y dignamente su salida del mundo, pero me parece que esto sucede en contadas ocasiones y que en general quien se mata no lo hace en un momento de lucidez, sino de desesperada ofuscaci¨®n. En medio de un torbellino de angustia que tal vez hubiera podido solucionarse. ¡°Nunca se deber¨ªa clasificar un suicidio en t¨¦rminos de cobard¨ªa o de valent¨ªa?(¡) Decir, por otro lado, que la persona que ha fallecido era ego¨ªsta?es quiz¨¢ una gran injusticia, ser¨ªa invalidar su vida por ese final tan tr¨¢gico. No solemos culpar de ego¨ªsmo a quien muri¨® por c¨¢ncer o por otra enfermedad u otras circunstancias¡±, dicen en RedAipis.
El suicidio, pues, ser¨ªa una suerte de enfermedad, y adem¨¢s devastadora. Es la primera causa de muerte no natural en Espa?a, con 3.910 fallecimientos por este motivo en 2014, la cifra m¨¢s alta desde que empezaron a contabilizarse hace 25 a?os. De hecho, los suicidas duplican a las v¨ªctimas de tr¨¢fico y adem¨¢s han aumentado un 20% desde el comienzo de la crisis, cosa que no creo que sea algo casual. Cada d¨ªa se quitan la vida 10 personas, la mayor¨ªa entre los 40 y los 60 a?os, y es posible que estas cifras est¨¦n por debajo de la realidad, porque a veces se camuflan como accidentes o como simples ¡°paradas cardiorrespiratorias¡±, un eufemismo al parecer bastante com¨²n en los certificados de defunci¨®n. Y es que el suicidio es un tab¨², un agujero negro del que no se habla, un estigma que se oculta, lo cual es un grave error, seg¨²n Olga Ramos y Carlos Soto, miembros de un grupo llamado Supervivientes de Suicidio que forma parte de RedAipis. La ¨²nica hija de Carlos y Olga, Ariadna, una chica brillante, inteligente y sensible, se suicid¨® en enero de 2015, reci¨¦n cumplidos los 18 a?os: ¡°Desde entonces nos hemos volcado en tratar de evitar que le vuelva a pasar a nadie m¨¢s¡±.
En RedAipis s¨®lo hay medio centenar de socios y no cuentan con ning¨²n apoyo econ¨®mico, pero pese a ello se esfuerzan por poner palabras al colosal, aplastante silencio que deja detr¨¢s de s¨ª una muerte de este tipo: ¡°Hay algunas personas que vienen a las reuniones, que perdieron a un ser querido hace quiz¨¢ 20 a?os y que est¨¢n hablando por primera vez de ello¡±, dice Carlos. El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas; pero adem¨¢s el suicidio lo empeora todo al arrojar sobre los deudos el p¨¦treo peso del silencio social. ¡°En el instituto de mi hija hab¨ªa habido seis suicidios en seis a?os y tres intentos fallidos m¨¢s y sin embargo nunca mandaron a un inspector ni lo hablaron con los alumnos. Con la muerte de Ariadna hicieron un minuto de silencio y ya est¨¢, y eso es una barbaridad porque entonces los chicos se imaginan cualquier cosa¡ Que es rom¨¢ntico o heroico, o que as¨ª dejan de molestar y su familia se sentir¨¢ m¨¢s libre¡ Hay que ense?arles la realidad, el sufrimiento que provocan¡±.
Existen s¨ªntomas que pueden ponerte sobre la pista de tendencias suicidas: que la persona empiece a regalar las cosas que m¨¢s quiere, por ejemplo; que deje notas muy afectuosas que parecen despedidas; que no duerma nada, o que, por el contrario, se pase el d¨ªa en la cama¡ En ese momento puede buscarse tratamiento, ¡°pero es un problema complejo, porque en la carrera de Psicolog¨ªa apenas se estudia el suicidio, salen sin saber nada de ello¡±.
En RedAipis hay psic¨®logos especializados e intentan, con sus pocos recursos, ayudar todo lo que pueden. Porque sin duda al ayudar a los dem¨¢s se alivia tambi¨¦n la pena propia. Aun as¨ª, la entereza que muestran estos guerreros de la supervivencia que son Olga y Carlos resulta admirable: ¡°Nosotros podemos hacer todo lo que estamos haciendo y pudimos hablar de ello desde el primer d¨ªa gracias a la carta que nos dej¨® Ariadna. Ten¨ªamos una relaci¨®n espl¨¦ndida con nuestra hija y ella nos dej¨® una carta explic¨¢ndonos todo y dici¨¦ndonos lo que ten¨ªamos que hacer. Una carta maravillosa que a m¨ª me salv¨® la vida¡±, dice Carlos con sencilla y estremecedora serenidad. Las palabras de Ariadna deshaciendo silencios, iluminando abismos, dejando una estela de luz sobre su ausencia.
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