Estos falsos Robin Hood
El secreto de todo 'robinhoodismo' falsario estriba en envolver en inter¨¦s general una codicia muy particular
El arquero Robin de Locksley se ocultaba, hacia 1290, en el bosque de Sherwood, desde donde preparaba golpes contra el despotismo de Eduardo II de Inglaterra, proteg¨ªa a los d¨¦biles y robaba a los ricos para dar su dinero a los pobres. Es el mito de Robin Hood. Ahora, forajidos pillados con las manos en la manteca de asar han sido duros de desenmascarar gracias a su disfraz de Robin.
Los presuntos Miguel Bernad (de Manos Limpias) y Luis Pineda (de Ausbanc) basaban su actividad de (supuesta) extorsi¨®n a algunos ricos en defender a los d¨¦biles en ciertas causas justas: las cl¨¢usulas suelo en las hipotecas, el redondeo al alza en los cr¨¦ditos bancarios, el cobro por minutos y no por segundos de las telecos... Compraban as¨ª legitimidad social para sus entidades. Y la monetizaban para s¨ª.
El secreto de todo robinhoodismo falsario estriba en envolver en inter¨¦s general (la redistribuci¨®n, el castigo a los abusos de las ¨¦lites, la ruptura del establishment obsoleto o corrupto) una codicia muy particular, el enriquecimiento propio il¨ªcito.
Antes que esos sujetos, destac¨® en este tipo de leyenda el pseudojuez Llu¨ªs Pascual Estevill, muletilla del pujolismo en el poder judicial, ex humilde cuidador de cabras trocado en Torquemada de la burgues¨ªa catalana aprovechando sus flancos d¨¦biles.
O Javier de la Rosa, im¨¢n de inversiones internacionales en favor del inter¨¦s nacional-popular (la hoy Port Aventura). O Mario Conde, palad¨ªn de profesionales meritocr¨¢ticos contrarios a una oligarqu¨ªa financiera alcanforada, ignorante, provinciana y estancada; ariete del discurso reindustralizador en banca (a lo renano) y Savonarola del Sistema, la corrupci¨®n y... los para¨ªsos fiscales.
Todo aspirante a Robin Hood debe basarse en el adanismo (antes de m¨ª todo era injusto; la soluci¨®n no pasa por la ley ni por las instituciones, sino por mi liderazgo); en una inteligencia superior a la media (como ocurr¨ªa con los tres citados) y en una ¨¢gil capacidad de seducci¨®n, que posibilita anudar complicidades con los perseguidores del delito ajeno (polic¨ªas, fiscales) o los creadores de imagen (periodistas, profesores, pol¨ªticos).
Cu¨ªdense de ellos. Acaban entre rejas. Pero antes, enredan todo lo que pueden. Y a todos los que se dejan.
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