En memoria

?Se acuerdan? Hace dos a?os muri¨® Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. El domingo pasado tuvimos efem¨¦rides. En ocho a?os vendr¨¢n las primeras m¨¢s impresionantes. Un d¨ªa despu¨¦s de su muerte las ventas de sus libros se dispararon en Amazon. Todav¨ªa no entiendo por qu¨¦. ?Una muestra de arrepentimiento por no haberlo le¨ªdo, un homenaje p¨®stumo? ¡°Te voy a leer una cosa¡±, me debe haber dicho mi padre ¡ªsiempre empezaba as¨ª¡ª en la sala de mi casa, y yo debo haberme sentado a su lado, en el sill¨®n verde tapizado de pana, y ¨¦l debe haberme le¨ªdo aquello de: ¡°El Coronel destap¨® el tarro del caf¨¦ y comprob¨® que no hab¨ªa m¨¢s de una cucharadita¡±. Peregrin¨¦ a ese sof¨¢ noche tras noche hasta que mi padre lleg¨® a ese final incomprensible (yo no sab¨ªa que los libros pod¨ªan terminar as¨ª), cuando la esposa del Coronel, que no tiene qui¨¦n le escriba, pregunta: ¡°?Y mientras tanto qu¨¦ comemos?¡±, y el Coronel responde: ¡°Mierda¡±. Recuerdo que me qued¨¦ esperando que pasara alguna cosa. Pero no. No pas¨® nada. Y entonces le pregunt¨¦ a mi padre: ¡°?Y as¨ª termina?¡±. Y mi padre dijo: ¡°S¨ª¡±. Y yo le dije: ¡°Pero termina mal: no termina¡±. Y ¨¦l me dijo: ¡°No todas las cosas terminan bien, y algunas cosas no terminan nunca¡±. Cuando muri¨® Garc¨ªa M¨¢rquez alguien me se?al¨® que, finalmente, se hab¨ªan publicado m¨¢s art¨ªculos reivindicando su tarea period¨ªstica que su obra de ficci¨®n. Es probable que eso sea verdad. Yo, ahora, prefiero prosas m¨¢s parcas que la suya, imaginaciones menos frondosas. Pero, si no s¨¦ de qu¨¦ est¨¢ hecho alguien que escribe, s¨ª s¨¦ de qu¨¦ est¨¢ hecho alguien que lee, y est¨¢ hecho, en buena parte, de cosas como esas: de tardes de invierno en un sof¨¢ verde escuchando la voz de un padre que cuenta una historia que termina mal porque, entre otras cosas, no termina. Supongo que se lo debo.

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