El cotidiano terror de las carreteras del mundo
Casi 1,25 millones de personas mueren cada a?o en accidentes de tr¨¢fico, que matan hoy m¨¢s gente que cualquier guerra
Como escritor de libros de viajes y protagonista de una serie televisiva de aventuras en moto por ?frica, Asia o Sudam¨¦rica me han entrevistado cientos de veces en los m¨¢s diversos medios. Siempre hay dos preguntas que se repiten: Cu¨¢ndo ha sido el momento de mayor peligro y si he visto mi vida en riesgo. Cuando me preguntan esto s¨¦ que el interlocutor est¨¢ esperando o¨ªr un trepidante relato de bandidos o terroristas, una especie de pel¨ªcula de acci¨®n con malos de opereta en la que el h¨¦roe sale ileso y victorioso por su coraje o por astucia.
La realidad es mucho m¨¢s prosaica. Mi vida ha estado en peligro muchas veces. De hecho, lo est¨¢ cada d¨ªa. Viajar en moto por pa¨ªses no occidentales es muy peligroso, pero no por imaginarios villanos sino por el muy real riesgo del tr¨¢fico que padece la mayor parte de la humanidad. Bicicletas, peatones y motos somos estorbos que sortear a toda velocidad, sin mirar atr¨¢s. Una muerte aplastado por un cami¨®n, empotrado contra un coche que adelanta aunque te vea venir de frente o arrojado en una cuneta por un veh¨ªculo que te roza sin importarle tu suerte no es una gran aventura que contar. A ning¨²n periodista le interesa contar eso. No vende.
Es comprensible. El riesgo de la carretera lo tenemos amortizado porque eso es algo ¡°que le pasa a los dem¨¢s¡±. Y sinceramente lo creemos mientras crece el temor a ser v¨ªctima de un atentado si, por ejemplo, viajamos a Turqu¨ªa. El fen¨®meno me asombra porque el tr¨¢fico s¨ª es un riesgo cierto estad¨ªstico mientas que un atentado lo es mucho menos. Los medios nos alarman con los actos del terrorismo internacional. Ese terror mata a miles de personas al a?o (dicen que unas 24.000 en 2015), pero no prestamos o¨ªdo siquiera a los millones de muertos que deja la circulaci¨®n al a?o en todo el mundo. Esa s¨ª una aut¨¦ntica pandemia que diezma la poblaci¨®n de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. No solo mata mucha gente sino que arroja sobre las maltrechas econom¨ªas familiares el deber de cuidado de much¨ªsimos inv¨¢lidos a quienes no protege ning¨²n seguro ni ning¨²n organismo p¨²blico. El tr¨¢fico rodado est¨¢ llenando el planeta de l¨¢pidas en los arcenes y de discapacitados los pueblos.
Las cifras son absolutamente estremecedoras y lo peor es que sobre ellas existe el m¨¢s absoluto desprecio informativo. Seg¨²n el Informe sobre la situaci¨®n mundial de la seguridad vial de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud de 2015, al a?o muere en el mundo casi 1,25 millones de personas en accidentes de tr¨¢fico, pero es que quedan gravemente heridas m¨¢s de 50 millones. El tr¨¢fico rodado mata hoy m¨¢s gente que cualquier guerra y los gastos ocasionados por la siniestralidad vial superan los 500 mil millones de d¨®lares.
La pandemia se ceba especialmente con quienes m¨¢s se mueven, que son las personas en edad de estudiar o trabajar, de 19 a 39 a?os. Hablamos de la franja poblacional m¨¢s ¨²til socialmente por su capacidad para formarse y producir. Las bajas que se pierden en esta guerra sorda del tr¨¢fico restan capacidad productiva y engrosan inmediatamente el debe de la colectividad. No es solo que los muertos dejen de contribuir a la econom¨ªa, es que los discapacitados que dejan los accidentes gravan a sus familias. En el caso de los pa¨ªses desarrollados, esos costes son asumidos por instituciones p¨²blicas o mutualistas. En los menos pudientes, donde no hay seguros o sus coberturas son insuficientes, todo el peso de la asistencia a las v¨ªctimas recae sobre los allegados. La imagen es muy gr¨¢fica y la he visto muchas veces: cientos de miles de madres ancianas tienen que cuidar de sus hijos adolescentes, paral¨ªticos por un accidente de tr¨¢fico.
Solo en 28 pa¨ªses, seg¨²n el informe, existen medidas legales comprensibles en cinco factores clave de riesgo: bebida y conducci¨®n, exceso de velocidad, cinturones de seguridad obligatorios, casco para las motocicletas y restricciones para los ni?os como pasajeros. Estas normas que nos parecen l¨®gicas no lo son en el 80% del planeta. He visto que, debido a la pobreza las peque?as motocicletas son el veh¨ªculo familiar m¨¢s habitual en Asia, donde van hasta cinco o seis pasajeros. Muy frecuente es ver a los padres con dos y tres de sus hijos sobre la moto. Todos sin casco, por supuesto. Se a?ade la circunstancia de que a las motos no las respeta nadie. Los camiones y autom¨®viles adelantan aunque una moto venga en sentido contrario. Es un veh¨ªculo de pobre, y los pobres deben apartarse.
El silencio informativo al respecto es aterrador. Los medios nunca comentan esta tragedia sino como una estad¨ªstica local con efectos de pol¨ªtica interna. El n¨²mero de muertos anuales por accidentes de tr¨¢fico en Espa?a se contempla exclusivamente como una cifra que sirve para valorar la gesti¨®n del director general de la cosa. Si hay menos muertos que el a?o pasado en la Operaci¨®n Salida, Retorno o Semana Santa, entonces el pol¨ªtico se felicita; si hay m¨¢s, le llueven cr¨ªticas. Pero el constante goteo de cientos de miles de muertos fuera de Espa?a no sale jam¨¢s en los medios salvo por alguna llamativa cat¨¢strofe especialmente estruendosa por el excesivo n¨²mero de v¨ªctimas en un solo siniestro, como cuando se despe?a un autob¨²s en Argentina y mueren 40 de golpe. Pero autobuses llenos se despe?an a diario en todo el mundo sin que nadie se escandalice.
Cuando a m¨ª me preguntan los aspirantes a dar la vuelta al mundo o recorrer ?frica, India o Sudam¨¦rica, siempre les aconsejo que viajen en sus propios veh¨ªculos, sea en coche o en moto. La realidad es que estar¨¢n ah¨ª mucho m¨¢s seguros que dejando sus vidas en manos de conductores locales a los mandos de vetustos artefactos sin frenos ni mantenimiento adecuado. Esos pintorescos autobuses indios o bolivianos, atestados de gente, conducidos por ch¨®feres agotados que conducen incontables horas por carreteras de monta?a de mal firme, sin quitamiedos y asomadas a precipicios, son una aut¨¦ntica ruleta rusa en la que muchas veces los mochileros se meten sin darse cuenta del riesgo real que est¨¢n corriendo a tener un accidente y que no haya asistencia sanitaria digna de ese nombre en muchos kil¨®metros a la redonda.
Que en las cientos de entrevistas que habr¨¦ hecho para la prensa desde que soy viajero profesional nunca me hayan preguntado por ese peligro objetivo que supone la circulaci¨®n sino por hipot¨¦ticos riesgos criminales de maleantes y terroristas demuestra c¨®mo el periodismo suele poner el foco en la an¨¦cdota y no en el problema. El mundo es un lugar mucho m¨¢s seguro de lo que pinta la televisi¨®n, pero sus carreteras son infinitamente m¨¢s peligrosas de lo que se nos cuenta. Jam¨¢s me he visto enca?onado por una pistola o amenazado con un arma blanca. La mayor¨ªa de la gente ha sido amable conmigo, o al menos de trato correcto. Sin embargo, no ha habido d¨ªa de viaje sin su sobresalto en la ruta, sin haber visto un accidente, sin haber sentido miedo a ser arrollado. La pregunta de un periodista sagaz ante alguien que asegura haber cruzado cien pa¨ªses en moto deber¨ªa ser: ?c¨®mo diablos has sobrevivido a la guerra de las carreteras del planeta que deja un mill¨®n y medio de muertos al a?o?
Miquel Silvestre es escritor y director de la serie de La2?Diario de un N¨®mada. Su ¨²ltimo libro es la?Operaci¨®n Ararat. Plaza & Jan¨¦s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.