Ocurrencia
Lo que m¨¢s asusta de la propuesta de Rivera es que el elegido pudiera ser una persona decente, con criterio propio, personalidad, independencia y carisma
Tuvo gracia la respuesta un¨¢nime, urgente y contraria tanto de los medios como de los l¨ªderes pol¨ªticos a la propuesta de Albert Rivera de proponer que quiz¨¢ ser¨ªa buena soluci¨®n para evitar nuevas elecciones encontrar una persona independiente de la sociedad civil para presidir un pacto de gobierno. Es cierto que la idea no nace de un debate ni de la puesta en com¨²n con sus socios posibles, pero tampoco tendr¨ªa por qu¨¦ desecharse a la velocidad con que se ha hecho. Nada garantiza que las pr¨®ximas elecciones no produzcan el mismo resultado y los l¨ªderes pol¨ªticos se han demostrado incapaces de gestionar esta situaci¨®n. El abanico de pactos a ratos parece antinatura y otros ratos la cosa m¨¢s natural del mundo, y es esa indefinici¨®n la que ilumina la posibilidad de que surja alguien propuesto desde la sociedad civil. La legitimidad la tendr¨ªa desde el momento en que el Parlamento aprueba su nombramiento, tanta como la tiene un ministro o un teniente de alcalde que sustituye al titular cuando dimite.
Lo gracioso de la reacci¨®n en cadena, del desprecio precipitado a la propuesta, es que esconde una autovaloraci¨®n por parte de los l¨ªderes un tanto petulante. Ni Mariano Rajoy ni Pedro S¨¢nchez ni Pablo Iglesias han tenido ning¨²n recato en incorporar a independientes y personas v¨¢lidas de la sociedad civil a sus proyectos pol¨ªticos. Ah¨ª est¨¢n Manuel Pizarro, ?ngel Gabilondo o Manuela Carmena, que demostraron que si se busca se encuentra a alguien con mejor cartel y preparaci¨®n que el que te ofrece la cuadra de tu partido. Pero claro, en todas esas ocasiones no se trataba de renunciar a su propio puesto en cabeza, sino de quit¨¢rselo a un colaborador, a otro. Es decir, que todos est¨¢n dispuestos a sacrificar algo para alcanzar un pacto, as¨ª lo repiten a diario, pero siempre que ese algo no sea sacrificarse ellos mismos.
La posibilidad de que el presidente del Gobierno sea un tecn¨®crata asusta a todos. M¨¢s asusta que sea un intelectual. Y por supuesto m¨¢s asustar¨ªa que fuera una persona decente, con criterio propio, personalidad, independencia y carisma. Entonces ah¨ª se arma el cisco padre. Los partidos estar¨ªan dinamitando su propio chiringuito aupado a fuerza de primarias entre militantes sumisos a sus barones, votaciones intern¨¢uticas supuestamente libertarias o nombramientos a dedo entre los fieles y mediocres que apunto en mi cuadernito azul. Dada la incapacidad para resolver un di¨¢logo, cualquier idea tendr¨ªa que ser mejor recibida y estudiada. No descartada con tanta falsa indignaci¨®n y zafiedades dial¨¦cticas. Puede que sea una ocurrencia, pero a veces las ocurrencias ocurren.
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