As¨ª SEO
Hola, buenas, ?hay alguien ah¨ª? No, no es que me haya entrado de repente la soledad del intelectual encerrado en su torre de marfil, aunque la m¨ªa sea de plasticazo de los chinos. Ahora mismo estoy, de hecho, tecleando entre el guirigay de la redacci¨®n de este diario, la ¨²nica manera que conozco de que la acci¨®n combinada de 40 a?os de talento colectivo calent¨¢ndome la sangre, y la presi¨®n de la hora de cierre hel¨¢ndome la nuca, logren que concluya estas l¨ªneas a su debido tiempo. No. Preguntaba si hay alguien ech¨¢ndome cuenta porque ya puede una escribir verdades como pu?os, soltar perogrulladas a chorro, dar hostias como panes o decir misa cantada que, si no te las lee nadie, te las comes con patatas paja.
A tal noble fin, el de aumentar mi audiencia, asist¨ª el otro d¨ªa a una clase de SEO. S¨ª, se?ores, de Search Engine Optimization. O sea, de trucos para colocar tu art¨ªculo en primera l¨ªnea de playa en los buscadores digitales y tratar as¨ª de met¨¦rselo por los ojos a la pe?a. Porque ahora los lectores no vienen a buscarte a casa, y hay que ir a por ellos donde demonios se hallen, ya sea en Facebook, en Twitter, o en la aplicaci¨®n de citas Tinder, por si acaso se les tercia leer esta columna entre un aqu¨ª te pillo y un aqu¨ª te mato.
Hace siete a?os entrevist¨¦ a Mercedes Mil¨¢, presentadora estrella de uno de esos programas de telerrealidad tan denostados por tantos colegas. La Mil¨¢, veterana periodista, estaba ilusionada como una becaria por salir en el medio impreso m¨¢s prestigioso. Poco a poco, no obstante, se le fue calentando la boca: ¡°Los de la prensa escrita os cre¨¦is de una clase superior a los de la tele. El d¨ªa que sep¨¢is cu¨¢ntos os leen y en qu¨¦ momento os abandonan por otro, se os bajar¨¢n los humos de una vez por todas¡±, augur¨®, as¨ª, a lo tonto. Ay, Mercedes, hija, perd¨®n, gran hermana, hasta el mism¨ªsimo Santo Jobs avalar¨ªa hoy tu condici¨®n de profeta en tu tierra.
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