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La actitud a la defensiva de Rajoy casa mal con un pa¨ªs que necesita cambios
Las necesidades pol¨ªticas del presidente del PP y jefe del Gobierno en funciones explican, en buena parte, el fiasco de los cuatro meses dedicados a la b¨²squeda de una soluci¨®n de gobierno y la obligada vuelta a las urnas como salida a este fracaso colectivo. Sabedor del rechazo que suscita en el PSOE y en Ciudadanos, Mariano Rajoy no ha intentado negociar en serio para alcanzar pactos y se ha limitado a jugar la carta del fracaso de las soluciones intentadas en busca de otra oportunidad electoral.
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Fue el partido m¨¢s votado, pero tambi¨¦n es cierto que hubo muchos votos en contra del PP en las urnas del 20 de diciembre. Ahora, en el arranque de la precampa?a, Rajoy no ha esperado ni a la convocatoria electoral para atacar a Ciudadanos ¡ªel espejo de la renovaci¨®n liberal y de centroderecha bloqueada en el PP¡ª y explica su opci¨®n por las elecciones como ant¨ªdoto contra frentes de izquierda, dise?ando as¨ª las l¨ªneas generales de lo que va a ser su campa?a. Esta actitud, tan a la defensiva, casa mal con las necesidades de un pa¨ªs a la espera de fuertes reformas.
Rajoy deber¨ªa haber facilitado una clara renovaci¨®n de su partido, pensando en el futuro. Sin embargo, mantiene congelada la vida interna del PP (los congresos est¨¢n aplazados sine die) y ni se cuestiona encabezar de nuevo las listas electorales. Pretende reivindicarse personalmente en busca de un resultado mejor que el del 20 de diciembre (28,7% de los votos, 123 diputados). Pero, pol¨ªticamente, no le basta con ara?ar algunos sufragios y esca?os suplementarios. Tendr¨ªa que ganar claramente para hurtarse a la repetici¨®n de las dificultades poselectorales del 20-D, que le impidieron formar un Gobierno monocolor y le forzaron a cosechar negativas a su propuesta de gran coalici¨®n con el PSOE y Ciudadanos.
Tambi¨¦n estos partidos y sus l¨ªderes han jugado a sus propios intereses y han cometido errores. Pero est¨¢ claro que Rajoy no ha facilitado en nada la b¨²squeda de pactos, llevado por su concepci¨®n del sentido com¨²n, tantas veces evocado por Rajoy en sus intervenciones. Ese discurso pol¨ªtico, tan simplista, en realidad supone imponer a los dem¨¢s las opiniones propias y acusar a los que no coinciden con ellas. A la vez explica que el presidente en funciones nunca haya ido m¨¢s all¨¢ de pedir adhesiones a sus proyectos y que se haya negado a entrar en la competici¨®n del mercado de las ideas o de los proyectos de los dem¨¢s.
Obviamente, es leg¨ªtimo que Rajoy y su partido traten de vencer con mayor claridad en las elecciones del 26 de junio. El problema es que ese objetivo encierra el peligro de un planteamiento pol¨ªtico por parte del PP m¨¢s duro que el que hemos conocido, y el riesgo de contribuir a la polarizaci¨®n de la sociedad como instrumento para mover los votos que le faltaron el 20-D.
Al tiempo es un pretexto para aplazar ad calendas graecas la regeneraci¨®n y la modernizaci¨®n que necesita un partido asaeteado por casos de corrupci¨®n y uncido a un funcionamiento extremadamente presidencialista. El PP necesita reinventarse, pero los movimientos de su l¨ªder tienden a impedirlo.
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