El desaf¨ªo de Londres
E L portero trajeado levantar¨¢ para usted la cuerda de terciopelo con una sonrisa c¨®mplice y una sutil reverencia. Pase al interior del ascensor de cristal. Sienta c¨®mo los o¨ªdos se le taponan y los pies se le clavan al suelo, mientras sube al piso 39?, a lo m¨¢s alto de la City. Una vez arriba, pida un ¡°c¨®ctel de ginebra de coco con yuzu,?fruta de la pasi¨®n y licor de chocolate negro, servido junto a un chupito de ceviche de at¨²n con ponzu?de tamarindo¡±. Ahora contemple la ciudad con esa grata sensaci¨®n de encontrarse entre los elegidos. Como todos esos sobreexcitados j¨®venes de la City que le rodean esta noche en el exclusivo restaurante Sushisamba.
Londres tiene estas cosas. Aqu¨ª la oferta hedonista es infinita. La ciudad vibra. Es generosa y abierta. Sigue siendo el objeto de deseo. Una coctelera con habitantes de todos los rincones del mundo, ricos y pobres. Esta es, ya sin competencia, la gran ciudad global.
La poblaci¨®n crece, la econom¨ªa tambi¨¦n. Un chorro imparable de gente y de dinero fluye por las venas de la ciudad. Como le gusta decir a Boris Johnson, quien ha sido su alcalde durante los ¨²ltimos ocho a?os, ¡°Londres es a los millonarios lo mismo que las junglas de Sumatra a los orangutanes: su h¨¢bitat natural¡±. Desde aqu¨ª, contemplando las luces de la ciudad en la cumbre de la Heron Tower, la fotograf¨ªa es la del ¨¦xito de un modelo.
Pero en la calle la narrativa dominante es bien distinta. Londres arde, v¨ªctima de su propio ¨¦xito. Se estudia en las universidades, se teme en los despachos de los pol¨ªticos, se alerta cada d¨ªa desde los titulares de los peri¨®dicos abandonados en los abarrotados vagones del metro. ¡°El ¨¦xito de Londres est¨¢ teniendo el extra?o efecto de hacer muy dif¨ªcil que los londinenses puedan permitirse vivir en ella¡±, ha reconocido el propio alcalde.
Un Ferrari delante de una tienda de lujo y una de las casas extremadamente caras que nunca se habitan.?LIONEL DERIMAIS
Hay m¨¢s londinenses que nunca. Son 8,6 millones. La ciudad va camino de superar los 10 millones de habitantes en 2020 y todos coinciden en que la presi¨®n en la vivienda es insostenible. La oferta no alcanza a una demanda global ilimitada. Los precios se disparan. Amplios sectores de la poblaci¨®n est¨¢n siendo expulsados de la ciudad y otros aceptan condiciones cada vez m¨¢s duras para quedarse.
¡°Asistimos a un desplazamiento no solo de los pobres¡±, aclara Roger Burrows, director del m¨¢s ambicioso estudio acad¨¦mico publicado hasta la fecha sobre los efectos de los multimillonarios en la ciudad. ¡°Tambi¨¦n las clases medias y los relativamente ricos est¨¢n siendo expulsados de determinadas zonas de Londres. No hay ninguna relaci¨®n entre el nivel de ingresos de los ciudadanos y el valor de las casas, porque lo que le sucede a los precios no tiene nada que ver con las condiciones econ¨®micas locales. Las consecuencias son enormes. Nadie sabe c¨®mo van a funcionar las infraestructuras m¨¢s b¨¢sicas en 10 a?os. La ciudad no va a ser sostenible¡±.
El mercado inmobiliario se ha convertido en un instrumento de inversi¨®n para los ricos de todo el mundo. En 2013, el 85% de las casas nuevas de Londres fueron adquiridas por compradores no brit¨¢nicos. Una generaci¨®n entera est¨¢ siendo excluida de la propiedad inmobiliaria. Se calcula que, en cuatro a?os, solo aquellos con un salario anual de 106.000 libras (unos 133.000 euros) podr¨¢n acceder a la compra de una vivienda modesta en la ciudad.
Eso se traduce en una radical transformaci¨®n del centro y una enorme presi¨®n en los suburbios, donde los precios de la vivienda han batido todos los r¨¦cords en los ¨²ltimos meses. Tal presi¨®n se traslada a un transporte p¨²blico ya saturado. Las comunidades locales, los espacios de ocio p¨²blicos, las iniciativas empresariales y creativas, las redes que tejen una ciudad se est¨¢n desmantelando poco a poco.
Los papeles de Panam¨¢ han se?alado a Londres como un lavadero de dinero global. Algo que era ya un secreto a voces. Una de cada 10 viviendas del centro pertenece a compa?¨ªas extranjeras. Propiedades inmobiliarias por valor de 122.000 millones de libras (153.000 millones de euros) est¨¢n en manos de empresas tapadera. Oligarcas de todos los rincones del mundo, ayudados por respetables intermediarios locales, desv¨ªan el dinero que deber¨ªa estar financiando los servicios p¨²blicos de pa¨ªses necesitados hacia una ciudad que guarda sus secretos en nombre del libre mercado. La reputaci¨®n internacional de Londres se tambalea.
El pr¨®ximo 5 de mayo los londinenses eligen a su alcalde y la crisis de la vivienda y sus consecuencias est¨¢ monopolizando el debate entre los candidatos. La principal misi¨®n de quien ocupe el puesto ser¨¢ evitar la implosi¨®n de Londres.
Rowan Moore, cr¨ªtico de arquitectura, ha estudiado el fen¨®meno en su reciente y exitoso libro Slow Burn City (Picador), algo as¨ª como ¡°la ciudad de combusti¨®n lenta¡±. En su casa del este de Londres, reflexiona sobre los retos que afronta su ciudad, de la que escribe semanalmente en las p¨¢ginas de The Observer.?¡°Una combinaci¨®n de pol¨ªticas concretas y de ventajas naturales, como el idioma y la localizaci¨®n geogr¨¢fica, convirtieron a Londres en un centro financiero global¡±, explica. ¡°Eso ayud¨® a generar una ciudad abierta, econ¨®mica y culturalmente, a la que la gente quer¨ªa venir. Una ciudad creativa en el arte, en la gastronom¨ªa, en el dise?o. Pero hay un momento en que se convierte en v¨ªctima de su propio ¨¦xito. El aumento de la poblaci¨®n que est¨¢ viviendo no tiene precedentes y el consenso es que har¨ªan falta 50.000 viviendas nuevas al a?o para responder a esa presi¨®n. Pero, a pesar de que el mercado inmobiliario est¨¢ muy caliente, no se llega ni a 30.000 al a?o. Y los precios son extremadamente altos. Va camino de convertirse en un gigantesco Montecarlo. Estamos viendo los l¨ªmites de la autorregulaci¨®n. La situaci¨®n requiere una respuesta p¨²blica de gran envergadura. En la historia de Londres hay una tradici¨®n de grandes y ambiciosas respuestas a problemas como este, desde la construcci¨®n del alcantarillado al gran movimiento de vivienda social, pasando por la creaci¨®n del cintur¨®n verde que la rodea. Ahora Londres se encuentra ante otro de esos momentos hist¨®ricos¡±.
Apure el chupito de ceviche y baje del rascacielos. No se olvide de pagar las 14 libras del c¨®ctel. Ya en la calle, camine hacia el este por Houndsditch, y gire a la izquierda en Whitechapel High Street. En el n¨²mero 1 de Commercial Street, contemple esta otra imponente torre acristalada.
Ac¨¦rquese a la entrada y, si el portero que est¨¢ ah¨ª las 24 horas se lo permite, trate de ver el fastuoso portal que ¡°con el ambiente de una estilosa recepci¨®n de hotel, crea un elegante pero seguro espacio de transici¨®n entre su hogar y las calles de la City¡±. As¨ª lo describe el folleto de venta de esta lujosa promoci¨®n inmobiliaria terminada el a?o pasado.
Si dispone usted de 600.000 libras (unos 755.000 euros), quiz¨¢ pueda comprar un estudio de 40 metros cuadrados en la torre. Pero aseg¨²rese primero de que responde usted al perfil de millonario con cierta querencia por la aventura y la bohemia: esto no es Chelsea ni Knightsbridge. Hasta hace no mucho, estas calles del este de Londres eran territorio prohibido para gente como usted.
Ahora tuerza la esquina y det¨¦ngase, en el mismo edificio, junto a la puerta de servicio de un restaurante de comida r¨¢pida Pret a Manger. Observar¨¢ un segundo acceso a la torre de cristal. No busque el lujo de la otra entrada. Est¨¢ usted ante lo que se conoce como una puerta pobre.?Una met¨¢fora, tan buena como tantas otras, del Londres del siglo XXI. Ante la escasez de vivienda social, los constructores privados est¨¢n obligados a incluir una fracci¨®n de vivienda asequible en sus promociones de apartamentos. Y la tendencia es construir una entrada aparte para esos pisos m¨¢s baratos. Los buzones, los cubos de la basura, todo est¨¢ separado para que los vecinos no se mezclen. Comparten edificio, pero les separa todo lo dem¨¢s.
Las puertas pobres, que en Nueva York ha prohibido el alcalde, Bill de Blasio, son solo uno m¨¢s en la lista de nuevos fen¨®menos urban¨ªsticos de Londres. Pero la tipolog¨ªa es m¨¢s amplia y extrema. Est¨¢n las chabolas de jard¨ªn trasero,?que se ocultan tras anodinas casas de los suburbios para alojar a los reci¨¦n llegados. En Londres vive el 70% de los inmigrantes irregulares que hay en Reino Unido, seg¨²n estimaciones del Ayuntamiento. Una ciudad invisible de m¨¢s de 600.000 habitantes, casi como una Sevilla entera, que escapa de las estad¨ªsticas. Y est¨¢n, en el otro extremo, las llamadas casas iceberg.?Los elevados precios de la vivienda y las limitaciones urban¨ªsticas hacen que la ¨²nica manera de aumentar el valor y el espacio para los compradores sea construyendo hacia abajo. Las hileras de casas de algunos barrios exclusivos albergan mundos subterr¨¢neos con todos los lujos imaginables.
El ejemplar paradigm¨¢tico queda un poco lejos, no solo conceptual sino f¨ªsicamente, de esta puerta pobre en los l¨ªmites de la City. Camine hacia el oeste por Whitechapel Road y tome la Metropolitan line?en Aldgate hasta Kings Cross. All¨ª salga a la superficie y contemple el paisaje: dicen que hay m¨¢s gr¨²as en esta gran plaza que en todo el resto de Inglaterra. Coja el autob¨²s 214 hacia el norte, trate de sentarse a la izquierda para disfrutar de la belleza verde de Hampstead Heath y ap¨¦ese en Merton Road.
Se encuentra usted en el vecindario de Highgate, tradicional territorio de dinero antiguo y elegantes intelectuales del norte de Londres. Suba un poco por la acera y empezar¨¢ a ver a su izquierda un muro alto de ladrillo. Cruce la calle y, desde el otro lado, podr¨¢ atisbar la m¨ªtica mansi¨®n de Witanhurst, la segunda mayor residencia privada de Londres despu¨¦s del palacio de Buckingham. Una finca cuyo glorioso pasado palidece en comparaci¨®n con su asombroso presente.
Construida a principios del siglo pasado, Witanhurst fue una propiedad famosa entre la alta sociedad inglesa. Jorge VI jugaba a tenis en sus cuatro canchas y la entonces princesa Isabel y su hermana Margarita tomaban el t¨¦ en sus parterres o contemplaban las incre¨ªbles vistas de la ciudad desde alguna de sus 365 ventanas, tantas como d¨ªas tiene el a?o.
Witanhurst pas¨® de mano en mano a lo largo del siglo XX y fue objeto de fracasados planes de remodelaci¨®n hasta que, en 2008, la adquiri¨® por 50 millones de libras (unos 62 millones de euros) la compa?¨ªa tapadera Safran Holdings, domiciliada en las islas V¨ªrgenes. Dos a?os despu¨¦s comenzaron las fara¨®nicas obras de remodelaci¨®n que a¨²n hoy siguen en marcha. A los 25 dormitorios de la vivienda original se a?ade una orangerie?¡°para el alojamiento familiar diario¡±. Pero la verdadera diversi¨®n estaba abajo. El proyecto incluye un mundo subterr¨¢neo de 3.700 metros cuadrados con piscina, gimnasio, sauna, bolera, sala de cine, residencias para el servicio y aparcamiento para 25 coches. Las inmobiliarias calculan su precio actual en 300 millones de libras (377 millones de euros), lo que la convertir¨ªa en la vivienda m¨¢s cara de Londres.
La magnitud de las obras, apreciable a¨²n hoy por el trasiego de camiones, perturb¨® la apacible vida de pueblo de la que se enorgullecen los vecinos de Highgate. Varios s¨®tanos de casas vecinas, entre ellos el de la modelo Kate Moss, seg¨²n publicaron los peri¨®dicos locales, se inundaron debido a las obras subterr¨¢neas.
El problema era que no hab¨ªa a qui¨¦n quejarse. Hasta hace poco, no se sab¨ªa qui¨¦n era el due?o de Witanhurst. El registro de la propiedad no exige a las compa?¨ªas off?shore?especificar qui¨¦n es su beneficiario. Los gremios implicados en la obra firmaron contratos de confidencialidad vitalicios. El misterio rode¨® a Witanhurst hasta que, en junio del a?o pasado, una investigaci¨®n period¨ªstica de Ed Caesar en The New Yorker?revel¨® que el propietario es el oligarca ruso Andrei Guriev, magnate de los fertilizantes.
Highgate es uno de los lugares en los que el profesor Roger Burrows estudi¨® durante dos a?os el impacto de los multimillonarios en Londres, desde la Universidad de Goldsmiths, para su investigaci¨®n titulada La vida en el territorio alfa.?¡°Desde 2008 ha habido un gran incremento de personas muy ricas que llegan a determinadas zonas del centro¡±, explica. ¡°El resultado es que Londres es hoy una ciudad b¨¢sicamente plutocr¨¢tica. No es solo un fen¨®meno f¨ªsico, es tambi¨¦n cultural y est¨¦tico. Sobre todo se debe a su no presencia. Aparcan dinero en casas extremadamente caras y no viven all¨ª. Es una inversi¨®n, un lugar seguro para el capital. Cada vez m¨¢s las diferencias entre el 1% m¨¢s rico de la poblaci¨®n van a ser la clave. No necesitas tantos ingresos para estar en el top?1%. Pero en esa franja las desigualdades se disparan. Algunas ¨¦lites tradicionales se convierten en sirvientes de esos multimillonarios. Trabajan para ellos, les sirven de escolta para entrar en la sociedad. Algunos ven al propio Gobierno entre ellos. Es la emergencia de una nueva clase, muy rica ella misma, pero al servicio de esos multimillonarios. Manejan riqueza din¨¢stica a trav¨¦s de las generaciones y las jurisdicciones, y Londres es el foco de eso¡±.
En este punto pruebe un transporte diferente. Tome otro autob¨²s, el del llamado tour de la cleptocracia.?Lo organiza un grupo de opositores rusos para denunciar c¨®mo el mercado inmobiliario de Londres se ha convertido en un lavadero de dinero turbio. Es un recorrido por edificios de los diferentes territorios alfa,?comentado por expertos investigadores. Cuando el autob¨²s pase por Witanhurst, una de sus paradas estrella, quiz¨¢ puedan hacerle un hueco y le acerquen a otra de sus paradas, la de Baker Street. Un lugar tan brit¨¢nico que fue el elegido de Arthur Conan Doyle para situar el apartamento de Sherlock Holmes.
Tambi¨¦n fue el elegido por la organizaci¨®n Global Witness para denunciar la conexi¨®n de Londres con la corrupci¨®n mundial. ¡°En 20 a?os de investigaci¨®n hab¨ªamos visto que todos los casos de corrupci¨®n en el mundo ten¨ªan algo en com¨²n: en alg¨²n momento hab¨ªa una compra de una casa en Londres¡±, explica Chido Dunn, investigadora en temas de Gobierno y corrupci¨®n en la ONG. Decidieron ponerse manos a la obra. Compraron al registro de la propiedad informaci¨®n de 3.000 casas de m¨¢s de 2 millones de libras (2,5 millones de euros) y empezaron a aplicar filtros. ¡°La mayor¨ªa estaba a nombre de empresas de las islas V¨ªrgenes o Panam¨¢. Cruzamos los datos con Interpol y fuimos reduciendo el n¨²mero. Al final nos centramos en este grupo de casas en Baker Street¡±.
La investigaci¨®n demostr¨® que ese peque?o imperio inmobiliario de 147 millones de libras (alrededor de 184 millones de euros) estaba conectado con el exjefe de la polic¨ªa secreta kazaja Rakhat Al¨ªyev, acusado de asesinato, tortura y lavado de dinero, que se ahorc¨® en una c¨¢rcel austriaca en 2015 mientras esperaba el juicio por el asesinato de dos banqueros en su pa¨ªs.
El propio primer ministro brit¨¢nico cit¨® la investigaci¨®n de Baker Street en su famoso discurso de Singapur, en julio del a?o pasado, en el que prometi¨® actuar contra el lavado de dinero. ¡°Mi mensaje a los defraudadores es este: Londres no es el lugar para lavar vuestro dinero¡±, dijo Cameron. El 12 de mayo, la capital brit¨¢nica acoger¨¢ una cumbre internacional contra la corrupci¨®n, calentada por los papeles de Panam¨¢, en la que se espera que anuncie algunas de esas medidas.
¡°El dinero sucio eleva el precio de la vivienda y crea ciudades fantasma¡±, explica Dunn, que pone el ejemplo de James Ibori, el exdirigente nigeriano que invirti¨® en lujosas casas en Londres parte de la fortuna desviada del erario de su pa¨ªs, y que acab¨® condenado a 13 a?os de c¨¢rcel. ¡°La corrupci¨®n hunde a pa¨ªses y mata a gente¡±, a?ade. ¡°Genera extremismo, que resulta en amenazas a la seguridad nacional. La gente cree que es algo que pasa muy lejos, pero la corrupci¨®n hoy es el banco que acepta el dinero sucio, es el agente inmobiliario. Es una compleja red de la que Londres es el centro¡±.
Muy cerca de Baker Street est¨¢n las oficinas de la revista Monocle,?biblia del ciudadano global cosmopolita, la ¨²ltima parada de este recorrido por el Londres del siglo XXI. L¨¢mparas de Miguel Mil¨¢ y aparadores n¨®rdicos decoran las salas y pasillos que conducen a la oficina de su director, Tyler Br?l¨¦. Quien siga sus andanzas en su columna semanal del Financial Times?sabr¨¢ que Br?l¨¦ es un experto en ciudades, a las que Monocle?dedica, desde 2007, un influyente ranking?anual sobre calidad de vida.
Sentado en su despacho, con vistas a un enorme edificio en construcci¨®n, Br?l¨¦ alerta sobre los retos de Londres, la ciudad donde tiene su base, pero que nunca ha estado entre las 25 primeras de su ranking.?¡°Nuestras sociedades viven cada vez m¨¢s a?os, y en Reino Unido los lazos familiares son menos s¨®lidos que, por ejemplo, en Italia o en Espa?a. ?C¨®mo nos preparamos para una ciudad cada vez m¨¢s envejecida? ?C¨®mo moveremos a esa gente?¡±, se pregunta. ¡°No s¨¦ si estamos eligiendo las batallas correctas. ?Qu¨¦ estamos haciendo para los j¨®venes profesionales que tienen que vivir a hora y media en metro de sus trabajos? Londres est¨¢ fallando. Atraer talento se est¨¢ convirtiendo en algo dif¨ªcil. Hay un boom?de construcci¨®n extraordinario, pero nadie piensa c¨®mo construir. Abres el peri¨®dico local en Bangkok o Singapur y parece que est¨¢s en Londres de la cantidad de anuncios de casas en Canary Wharf. Londres est¨¢ en un punto de inflexi¨®n. La manera cl¨¢sica de pensar aqu¨ª es que no hay que hacer nada, que ya saldr¨¢ de esta sola. Pero creo esta vez va a necesitar ayuda¡±.
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