La izquierda se mueve

El ¨²ltimo bar¨®metro de opini¨®n difundido por el CIS apunta movimientos de inter¨¦s en las expectativas de voto a los partidos de izquierda. Tal y como han se?alado otras encuestas, no hay cambios dr¨¢sticos respecto a los resultados del 20 de diciembre. Sin embargo, el debilitamiento de las expectativas de voto a Podemos plantea un cierto terreno de recuperaci¨®n de espacio electoral para el PSOE ¡ªconsolidado como segunda fuerza pol¨ªtica en el sondeo del CIS¡ª, a la vez que apuntala las razones por las que Podemos e Izquierda Unida est¨¢n improvisando una alianza para las elecciones generales de junio.

Los socialistas mantienen una considerable fidelidad de voto. Pueden sufrir fugas hacia otras formaciones pol¨ªticas, pero estas no parecen tan grandes como las experimentadas en diciembre. Cuentan con la ventaja de que no provocan tanto rechazo en electorados ajenos como el que suscitan el Partido Popular o Podemos. Est¨¢ claro que las fronteras del electorado socialista con el de IU/Unidad Popular y con la propia Podemos ofrecen la porosidad suficiente como para ser sensibles a los proyectos pol¨ªticos que se pongan encima de la mesa.

Cuando Pablo Iglesias quiso darse cuenta del debilitamiento de su liderazgo y de la ca¨ªda en las expectativas de la formaci¨®n que lidera, ya estaba encima la convocatoria a las urnas del 26 de junio. Por eso la otrora despreciada alianza con IU se ha trocado en un pacto con esta fuerza pol¨ªtica y en la disminuci¨®n de la agresividad empleada contra el PSOE en el pasado reciente. Las necesidades electorales de Podemos son tan perentorias que le llevan a sacrificar su coherencia ideol¨®gica: de la transversalidad en el tablero electoral se pasa a la colaboraci¨®n con una fuerza pol¨ªtica clara y n¨ªtidamente de izquierdas, nucleada en su d¨ªa en torno al Partido Comunista.

La pirueta tambi¨¦n es considerable si el an¨¢lisis se centra en el eje nueva-vieja pol¨ªtica, puesto que un partido emergente como Podemos busca la alianza con una formaci¨®n cl¨¢sica entre las cl¨¢sicas desde los a?os ochenta del siglo pasado. Que el portaestandarte de este viejo partido sea un dirigente joven, como Alberto Garz¨®n, no cambia la naturaleza de Izquierda Unida; si acaso nos acerca a otra de las razones de esta alianza, que es la buena imagen de Garz¨®n entre la ciudadan¨ªa. Justo lo contrario de lo que le sucede a Pablo Iglesias.

Los dirigentes trabajan con la idea de que el electorado est¨¢ disponible y solo espera que alguien toque la tecla adecuada para sacarse de la manga una apariencia de unidad de la izquierda para conquistar la mayor¨ªa. Se parte de la convicci¨®n de que Podemos compensar¨¢ la p¨¦rdida de expectativas con la aportaci¨®n de Izquierda Unida; y de que esta ¨²ltima, por reticentes que sean parte de sus bases a unirse a un partido populista, lleva tantos a?os maltratada por el sistema electoral que puede obtener un poco m¨¢s de rentabilidad en diputados en unas votaciones que generalmente se quedan sin recompensa en esca?os, a causa de la dispersi¨®n de sus apoyos.

Falta saber si basta la suma de los votos pasados para asaltar, a la vez, los cielos y el palacio de Invierno.