Verg¨¹enza
EN el pozo m¨¢s profundo de nuestro olvido. Ah¨ª es donde est¨¢n los saharauis. Ahora leo que el 15 de abril muri¨® en un hospital de Agadir (Marruecos) el sindicalista saharaui Brahim Saika, de 32 a?os. Brahim fue detenido el 1 de abril cuando sal¨ªa de su casa para participar en una manifestaci¨®n pac¨ªfica. ¡°Fue llevado a la comisar¨ªa de Gulemin, donde le torturaron durante horas¡±, informa la delegaci¨®n saharaui en Espa?a. Brahim decidi¨® entonces comenzar una huelga de hambre para protestar por el maltrato. Supongo que lo hab¨ªan dejado en muy mal estado, porque tan s¨®lo cinco d¨ªas despu¨¦s ya se encontraba tan grave que fue trasladado al hospital. Joven y fuerte, muri¨® a una velocidad inusitada, y al parecer las autoridades se negaron a hacerle la autopsia. Escribo este art¨ªculo a los cuatro d¨ªas de su defunci¨®n, y por ahora la noticia apenas ha salido en los medios de comunicaci¨®n, s¨®lo en algunos digitales. Imagino al pobre Brahim recurriendo a la ¨²nica, extrema arma de lucha que le quedaba, la muerte por inanici¨®n, a la espera de que ese ¨²ltimo grito de angustia y de denuncia fuera al fin escuchado. Pero ni siquiera su agon¨ªa consigui¨® alcanzarnos.
Ahora es a m¨ª a quien me dan ganas de gritar mientras escribo esto, porque los saharauis tambi¨¦n se me hab¨ªan casi borrado de la memoria; y eso que he estado un par de veces en los campamentos de refugiados, y que siempre me he sentido muy pr¨®xima a su causa, y que en total habr¨¦ escrito una veintena de reportajes y art¨ªculos sobre ellos. Pero los a?os pasan como una lluvia de plomo, y la implacable pol¨ªtica marroqu¨ª de represi¨®n y aplastamiento, junto con la atroz indiferencia de la comunidad internacional, han conseguido enterrar en vida a este peque?o, heroico, tenaz pueblo. Y lo peor es que la indiferencia no es s¨®lo de los Gobiernos, sino tambi¨¦n de las organizaciones supuestamente progresistas, porque de los palestinos se habla mucho, pero de los pobres saharauis nadie dice nada, aunque su situaci¨®n sea a¨²n m¨¢s cr¨ªtica. Pero, claro, son un pu?ado de gente sin petr¨®leo ni inter¨¦s geoestrat¨¦gico. A nadie parece importarle su sufrimiento.
Verg¨¹enza. Siento verg¨¹enza personal por mi desmemoria, pero, sobre todo, siento una infinita verg¨¹enza colectiva, porque Espa?a es la culpable de este drama. Durante casi cien a?os les colonizamos de manera indolente: en todo ese tiempo s¨®lo hubo un saharaui que llegara a la universidad (se hizo m¨¦dico). A mediados de 1975 les prometimos la independencia, y los inocentes saharauis se lo creyeron. Tres meses m¨¢s tarde, el 14 de noviembre, se firm¨® en Madrid un acuerdo que divid¨ªa el S¨¢hara entre Marruecos y Mauritania: ¡°Nos traicionaron y vendieron como ovejas¡±. Los espa?oles nos retiramos a todo correr y Marruecos invadi¨® el S¨¢hara de manera brutal. Todas las personas que pudieron, hombres y mujeres, ni?os y viejos, huyeron a trav¨¦s del desierto sin v¨ªveres y con lo puesto, mientras los marroqu¨ªes los bombardeaban con napalm. En las primeras semanas llegaron a morir miles de ni?os por las enfermedades y el hambre. Por fin, Argelia les ofreci¨® instalarse en la Hamada, que es el desierto m¨¢s inh¨®spito del mundo, un infierno de piedra en donde s¨®lo viven escorpiones y v¨ªboras. Y ah¨ª est¨¢n todav¨ªa.
Son unos 125.000 y llevan 40 a?os en tiendas provisionales de refugiados. Sensatos, pac¨ªficos y estoicos, lo han intentado todo sin recurrir al terrorismo, y nosotros se lo premiamos as¨ª: con ol¨ªmpica ignorancia de sus derechos y de su dolor. Marruecos ha incumplido una y otra vez las resoluciones de la ONU y ha cometido todo tipo de tropel¨ªas, pero Espa?a sigue bes¨¢ndose con ese monarca alau¨ª al que tanto quiere nuestra Corona. Y no s¨®lo no hemos defendido jam¨¢s a los saharauis, sino que adem¨¢s hemos sido el principal proveedor de armas a Marruecos, de esas armas con las que despu¨¦s los aniquilan. No quiero ni pensar en la desesperaci¨®n que deben de sentir los refugiados, en su negro convencimiento de que no hay salida: ¡°Marruecos nos est¨¢ matando a fuego lento¡±. Puede que alg¨²n d¨ªa todo ese sufrimiento se transmute en violencia terrorista y entonces les condenaremos y nos frotaremos las manos. Convertidos en malos, se acab¨® la culpa
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