El claxon, el otro mantra de India
Los constantes bocinazos de las ciudades son un elemento cuasi cultural que afecta a la salud
En el mundo vivir¨ªamos mejor si se pudiera fotografiar el ruido. En Nueva Delhi, India, mantras y melod¨ªas envolventes flotan en templos, patios y esquinas. Con o sin incienso, son tambi¨¦n bals¨¢micas, atenuan el ruido mundano y favorecen la meditaci¨®n. Algunas veces. ¡°Los altavoces son una gran forma de homenajear en India. Nacimientos, bodas y fallecimientos, todo parece una oportunidad para usarlos. Es sabido que las guerras de los altavoces entre las templos y mezquitas han causado altercados en las colectividades¡±. La cita acompa?a en una web oficial a las Reglas sobre Poluci¨®n Ac¨²stica (2000).
Hacerse o¨ªr entre la muchedumbre significa hacer m¨¢s ruido. Pero basta una nota discordante, repentina y prolongada, para dar al traste con toda paz posible. Un pinchazo agudo e insistente provoca movimiento dentro del o¨ªdo, una percepci¨®n casi tangible del espacio, del vac¨ªo interno. Y un reflejo en forma de cabreo que, tal vez es lo peor, no le deja a uno muy seguro de si tiene sentido quejarse cuando se d¨¦ la vuelta.
¡ª?Esto es India! ¡ªsuele responder, entre divertido y resignado, el conductor de turno.
Para explicar el bocinazo no basta una medida occidental. ¡°En nuestro pa¨ªs, debido a la tecnolog¨ªa, el sonido se ha convertido en fuente de placer para la gente. El uso innecesario del claxon se ha vuelto parte de la cultura india¡±. As¨ª consta en el fallo de una demanda de 2005. El bocinazo significa algo as¨ª como aqu¨ª voy. Tiene matices varios y es para muchos otra forma de comunicaci¨®n, aunque a veces se parezca a cientos de mon¨®logos sucediendo al mismo tiempo.
La invisibilidad del ruido y el uso cultural llevan a menudo el problema al campo de lo relativo. Mientras, proliferan los estudios m¨¦dicos, los ¨®rganos de control y reglamentos sobre el ruido con enmienda sobre enmienda. Basados en instrumentos de medici¨®n, todos vienen llenos de n¨²meros.
A decir de Ravi Kalra, ciudadano capitalino, todo empez¨® en 1994, cuando se abri¨® el mercado indio y muchas familias pudieron permitirse un coche. Antes, cuenta, hab¨ªa dos fabricantes y escasos conductores. Ahora que la oferta es amplia, aunque mucha gente a¨²n pedalea por obligaci¨®n, el coche es la punta del iceberg en la idea de prosperidad. En Delhi se calcula que hay 1.400 coches nuevos cada d¨ªa y el n¨²mero se ha doblado en una d¨¦cada. El claxon es su ariete. ¡°Es como un electroshock¡±, dice Kalra. ¡°Pero tambi¨¦n un c¨¢ncer: el h¨¢bito va en la sangre¡±.
En un art¨ªculo de 2012, el entonces director de Audi para India afirmaba que, en promedio, un conductor de Bombay pitaba en un d¨ªa tanto como un alem¨¢n en un a?o. Lo siguiente era que su firma dotaba de un claxon m¨¢s resistente y potente a los coches fabricados para el mercado indio. De hecho, algunas marcas dise?an versiones seg¨²n la geograf¨ªa. De la misma manera que a Suecia le correposponde la versi¨®n n¨®rdica, a India la tropical, con refuerzos en los bajos, salpicadero o claxon.
Al sureste de Nueva Delhi, bajo un scalextric elevado, entre polvo y peatones sin aceras hay un concesionario lustroso, y dentro una presentaci¨®n por todo lo alto. En pantalla gigante, a c¨¢mara lenta, unos explosivos revientan contra el veh¨ªculo de puebas en un descampado. Cuando el humo se disipa, el habit¨¢culo apenas tiene rasgu?os. El coche, importado, es el primero para uso civil con el ¨ªndice m¨¢ximo de protecci¨®n. En el kit de prensa o el cat¨¢logo no se habla del claxon. Los responsables remiten a la web oficial, pero no hay rastro. Por ley, desde julio de 2016 los ¨ªndices de poluci¨®n deber¨¢n constar.
A pocos metros, otro fabricante europeo tiene un taller oficial. Rodeado de coches y piezas, el responsable asegura no conocer la normativa, pero ellos usan cl¨¢xones ¡°m¨¢s livianos¡± desde hace algunos a?os. Con buena fe, encomienda los n¨²meros a la Sociedad India de Constructores de Autom¨®biles (SIAM). Y seg¨²n K. K. Gandhi, su t¨¦cnico titular, el reglamento actual, adaptado de las normativas europeas, establece los niveles m¨¢ximos para turismos en 112 decibelios. Pero hay otro detalle: existe un m¨ªnimo obligatorio. Sus 93 decibelios son tres m¨¢s que el m¨¢ximo legal, en teor¨ªa, para emergencias en Espa?a. Lo justifican peatones, ciclistas, vacas y perros: los obst¨¢culos habituales. Y el ruido ambiental es tal que, para muchos, 93 no bastan.
En promedio, un conductor de Bombay pita en un d¨ªa tanto como un alem¨¢n en un a?o
El intrincado Old Delhi es esa clase de barrio en el que uno puede encontrar todo. Junto a Jama Masjid, la mayor mezquita de India, varios vendedores toman cables y los pelan con alicates, ¨¢vidos de demostrar la potencia de sus cl¨¢xones. Los multitono, especialmente da?inos por su intensidad, parecen juguetes peligrosos. Con numerosas cornetas rojas desiguales recuerdan a un manojo de amanita muscaria. Con sus cables colgando, a una bomba de relojer¨ªa. Est¨¢n prohibidos para todo veh¨ªculo, pero cualquiera sabe que pueden instalarse sin mayor problema. Preguntados por decibelios, sus due?os responden en rupias, voltios e incluso n¨²mero de melod¨ªas disponibles. No nos entendemos. Ni el empaque de una sirena expuesta ¡ª220 decibelios, pendiente de reglamentar¡ª da una pista. Al fin, un joven con gran ingl¨¦s traduce, y ahora s¨ª: los tres vendedores de cl¨¢xones tiraron sus cajas. Por si no era ya dif¨ªcil fotografiar el ruido.
A Ravi Kalra lo conocen m¨¢s por su campa?a contra el ruido que por las 300 personas a las que da techo en un ashram junto a la ciudad-sat¨¦lite de Gurgaon, en las lindes del sur de Delhi y el estado de Haryana. Su fundaci¨®n, The Earth Saviours, colecciona rese?as de diarios, premios y diplomas de entidades como la Polic¨ªa vial de Delhi o Unicef. Con su armada de colaboradores y voluntarios sale cada cierto tiempo a, entre otras cosas, repartir pegatinas con su grito silencioso. El lema Do Not Honk! (?No pites!) ya se lee en miles de maleteros de la capital. Lo apodan El hombre que no pita. Dice que no lo ha hecho en 25 a?os, desde que conduce. Que no lo necesita. ¡°Quien pita est¨¢ robando el derecho a los dem¨¢s. El que est¨¢ delante tiene ganado su lugar, pero yo lo quiero y pito aunque est¨¦ en rojo. Lo peor es que nadie quiera hablarlo.¡±
En Bombay, la organizaci¨®n Awaaz lleva la voz cantante contra el ruido. Ahora se han unido a la Asociaci¨®n M¨¦dica India para lanzar la campa?a nacional sobre la fiebre del claxon. Kalra asegura que el 70% del ruido en las ciudades proviene de esta fiebre. Ahora, quiere llevar al primer ministro Narendra Modi a Gurgaon y que abandere la cruzada. ¡°Nuestro pa¨ªs est¨¢ perdiendo dinero por el ruido¡±, dice. ¡°[Modi] est¨¢ vendiendo a India como lugar de espiritualidad, pero el turista de calidad quiere paz. Y aqu¨ª no hay, porque se pita demasiado¡±. En las ant¨ªpodas de su l¨®gica, gran parte de los camioneros indios llevan pintadas con letras muy artesanales las palabras Blow horn o Honk ok, please. Piden a quien les vaya a rebasar que les avise, pitando, de su posici¨®n. Kalra y compa?¨ªa adaptaron puntualmente su campa?a. Contra el Blow horn, utilizaron brochas y pintura.
¡°De hecho, eso del Blow horn viene de una vieja ley brit¨¢nica para las carretas¡±, dice Omesh Saigal, presidente de la cooperativa de vecinos de Panchshila Park, que vive junto al Ring Road, uno de los anillos interiores de Delhi. Su colonia surgi¨® para alojar a los desplazados de Pakist¨¢n tras la partici¨®n con India en 1947. Hace medio siglo, colonia y circunvalaci¨®n se levantaron a la vez. Hoy los parte la propia autopista. Y no da tregua. ¡°Es horrible, no puedes ni dormir¡±, dice Saigal. Alguien acaba de entregarle un aparatito electr¨®nico que marca 7,6. Es el ph de la piscina de la cooperativa, su refugio. Y como la ciencia es para eso, ha encargado audimetr¨ªas a estudios privados y llevado el caso al Tribunal Nacional Verde (NGT). Y ha ganado, pero en nueve meses siguen sin colocarse los muros acordados. Por ley, los l¨ªmites en zonas residenciales deben ser 55 de d¨ªa y 45 de noche, pero en su casa alcanzan los 80 y en varias otras no bajan de 70 ni a las tres de la ma?ana. M¨¢s de 65 decibelios se consideran da?inos. Cristales dobles, aire acondicionado constante en d¨ªas a 45 grados cent¨ªgrados y noches a 30 no son sostenibles ni tampoco soportables. Pero tambi¨¦n sucede en hospitales, tipificados como espacios de silencio y vulnerados por sistema. Las multas, 12 euros al cambio, no asustan. Y a Saigal le supera que haya una ley que no sea posible hacer cumplir.
Entender el problema no le sirvi¨® de mucho a Gunajit Sharma. ¡°En muchas intersecciones se est¨¢n midiendo niveles de 110 decibelios, similar a un concierto de rock¡±, dice Sharma, 36 a?os, otorrino del hospital Max del barrio acomodado de Saket. ¡°No es s¨®lo sordera: es estr¨¦s, tresi¨®n arterial, falta de descanso y concentraci¨®n. Puedes preguntar a cualquiera del Apeejay School de Malvilla Nagar¡±. Malvilla Nagar, donde ¨¦l viv¨ªa, queda a cinco minutos en coche de all¨ª. ¡°Y esto empeora cada d¨ªa. Al final, yo mismo me mud¨¦ a un ¨¢rea m¨¢s tranquila en Gurgaon.¡± Sin tr¨¢fico, Gurgaon le quedar¨ªa a media hora del trabajo. ¡°El agua, si est¨¢ sucia se ve; pero el ruido no es agua.¡±
No es s¨®lo sordera: es estr¨¦s, tresi¨®n arterial, falta de descanso y concentraci¨®n. Puedes preguntar a cualquiera del Apeejay School de Malvilla Nagar
En cambio, el doctor Tushar Malik, otorrino de la cl¨ªnica privada Prime, 29 a?os, ha estudiado en Londres. Cree que, si bien los bocinazos en Delhi son altos a escala global, el problema ha mejorado. Que es peor en los pueblos y que a¨²n no constituye causa de sordera. Asegura que los cl¨¢xones especiales est¨¢n prohibidos y ya no se usan, y la principal causa entre los j¨®venes es el volumen de sus auriculares. El otorrino Malik s¨ª admite que el ruido causa otros problemas. Quien lo visita es de los que se mueve en rickshaw o camina. Tras ocho a?os en megaurbes tropicales nunca sinti¨® dolor, pero en Delhi usa tapones. Es obvio que a¨²n no est¨¢ acostumbrado y el doctor le propone hacerle un test. ¡°Aqu¨ª ¡ªhab¨ªa dicho el otorrino¡ª, la v¨ªa de escape es subir los vidrios, dar el aire y subir un poco el volumen de tu m¨²sica. Bueno, eso es lo que yo hago¡±.
No es s¨®lo sordera: es estr¨¦s, tresi¨®n arterial, falta de descanso y concentraci¨®n. Puedes preguntar a cualquiera del Apeejay School de Malvilla Nagar
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.