Trump debilitar¨ªa a Estados Unidos
Aislarse o reducir las alianzas estadounidenses en el mundo, como plantea el candidato republicano a la Casa Blanca, dif¨ªcilmente har¨¢ grande a un pa¨ªs que tiene un papel central para el equilibrio del poder global
Donald Trump, probable candidato del Partido Republicano a las presidenciales de Estados Unidos, ha expresado un profundo escepticismo acerca del valor de las alianzas en el ¨¢mbito internacional. La suya es una visi¨®n del mundo muy propia del siglo XIX.
En aquel entonces, Estados Unidos se aten¨ªa al consejo de George Washington de evitar ¡°enredarse en alianzas¡±, poniendo en pr¨¢ctica la Doctrina Monroe, que se centraba en los intereses estadounidenses en el hemisferio occidental. Sin un Ej¨¦rcito de gran tama?o (y con una Armada que en la d¨¦cada de 1870 era inferior a la de Chile), el pa¨ªs ten¨ªa un papel menor en el equilibrio de poder global del siglo XIX.
Todo esto cambi¨® decisivamente con la entrada de Estados Unidos en la I Guerra Mundial, cuando Woodrow Wilson rompi¨® la tradici¨®n y envi¨® tropas a luchar en Europa. Adem¨¢s, propuso una Liga de las Naciones para organizar la seguridad colectiva a nivel global.
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Pero despu¨¦s de que el Senado rechazara el ingreso del pa¨ªs en la Liga en 1919, las tropas se quedaron en casa y EE?UU volvi¨® ¡°a la normalidad¡±. Si bien ya era un importante actor global, se volvi¨® virulentamente aislacionista. El hecho de no formar parte de las alianzas de los a?os treinta prepar¨® el escenario para una d¨¦cada desastrosa, marcada por la depresi¨®n econ¨®mica, el genocidio y otra guerra mundial.
No deja de ser inquietante que el discurso m¨¢s detallado sobre pol¨ªtica exterior de Trump hasta la fecha se inspire precisamente en este periodo de aislamiento y sentimiento de que ¡°EE?UU es lo primero¡±. Siempre ha sido una corriente en la pol¨ªtica interna, pero ha permanecido fuera de las l¨ªneas principales desde fines de la II?Guerra Mundial, por buenas razones: m¨¢s que promover la paz y la prosperidad interior y exterior, acaba obstaculiz¨¢ndolas.
El abandono del aislamiento y el comienzo del siglo americano estuvo marcado por las decisiones del presidente Harry Truman tras la II Guerra Mundial, que condujeron a alianzas permanentes y a la presencia militar en el exterior. Estados Unidos invirti¨® fuertemente en el Plan Marshall de 1948, cre¨® la OTAN en 1949 y encabez¨® una coalici¨®n de las Naciones Unidas que luch¨® en Corea en 1950. En 1960, el presidente Dwight Eisenhower firm¨® un tratado de seguridad con Jap¨®n. Hasta hoy permanecen desplegadas tropas estadounidenses en Europa, Jap¨®n y Corea.
Si bien en EE?UU ha habido amargas diferencias internas sobre sus desastrosas intervenciones en pa¨ªses como Vietnam e Irak, existe un consenso b¨¢sico sobre su sistema de alianzas, y no solo entre quienes est¨¢n a cargo de pensar y delinear la pol¨ªtica exterior. Las encuestas de opini¨®n muestran que una mayor¨ªa de la poblaci¨®n apoya a la OTAN y la alianza con Jap¨®n. A pesar de ello, por primera vez en 70 a?os un candidato presidencial relevante pone en duda este consenso.
Las alianzas no solo refuerzan el poder de EE?UU, sino que mantienen la estabilidad geopol¨ªtica. Por ejemplo, reduciendo la peligrosa proliferaci¨®n de las armas nucleares. Si bien los presidentes y secretarios de Defensa estadounidenses se han quejado algunas veces de los bajos niveles de gastos en defensa de sus aliados, siempre han entendido que la mejor manera de ver las alianzas es como compromisos de estabilizaci¨®n: como amistades, en lugar de una suerte de transacciones inmobiliarias.
El verdadero problema no es China, sino los recursos de otros actores, estatales y no estatales
A diferencia de las alianzas de conveniencia, en constante cambio, que caracterizaron el siglo XIX, las alianzas modernas de Estados Unidos han sostenido un orden internacional relativamente predecible. En algunos casos, como Jap¨®n, la financiaci¨®n por parte del pa¨ªs anfitri¨®n hace que tener tropas fuera sea incluso menos costoso que dentro de EE?UU.
Y aun as¨ª, Trump hace uso de las virtudes de la imprevisibilidad, t¨¢ctica potencialmente ¨²til a la hora de negociar con los enemigos, pero desastrosa para dar seguridad a los amigos. A menudo los estadounidenses se quejan de los polizones, sin reconocer que su pa¨ªs es quien conduce el bus.
No es para nada imposible que un nuevo competidor (por ejemplo, Europa, Rusia, India, Brasil o China) supere a Estados Unidos en las pr¨®ximas d¨¦cadas y se haga cargo del tim¨®n. Pero no es muy probable. Una de las caracter¨ªsticas que distinguen a EE?UU de las ¡°grandes potencias dominantes del pasado¡±, seg¨²n el distinguido estratega brit¨¢nico Lawrence Freedman, es que ¡°el poder¨ªo de EE?UU se basa en alianzas m¨¢s que en colonias¡±. Las alianzas son recursos; las colonias son cargas.
La narrativa del declive estadounidense tiende a ser imprecisa y equ¨ªvoca. A¨²n m¨¢s, tiene peligrosas implicaciones si sirve de est¨ªmulo para que pa¨ªses como Rusia se embarquen en pol¨ªticas aventureras, China tenga una actitud m¨¢s agresiva hacia sus vecinos o EE?UU sobrerreaccione por temor. El pa¨ªs tiene muchos problemas, pero no est¨¢ en absoluto en declive y es probable que en el futuro pr¨®ximo siga siendo m¨¢s poderoso que cualquier otro.
El verdadero problema para EE?UU no es que China u otro lo supere, sino los nuevos obst¨¢culos para la gobernanza global que planteen el ascenso de los recursos de poder de otros actores, estatales y no estatales. El verdadero reto ser¨¢ la entrop¨ªa y la incapacidad de hacer realidad los objetivos que esta pueda causar.
EE UU tiene muchas dificultades, pero en absoluto se encuentra en declive
Debilitar las alianzas, resultado probable de las pol¨ªticas que Trump plantea, dif¨ªcilmente ser¨¢ la manera de ¡°volver a hacer grande a Am¨¦rica¡±. El pa¨ªs tendr¨¢ que hacer frente a una creciente cantidad de problemas exteriores que le exigir¨¢n ejercer el poder con otros, tanto como sobre otros. Y en un mundo de mayor complejidad, los Estados m¨¢s conectados son los m¨¢s poderosos. Como lo expresara Anne-Marie Slaughter, ¡°la diplomacia es capital social; depende de la densidad y el alcance de los contactos diplom¨¢ticos de una naci¨®n¡±.
Seg¨²n el Lowy Institute de Australia, EE?UU se encuentra a la cabeza de la clasificaci¨®n de pa¨ªses en cuanto a cantidad de embajadas, consulados y misiones. Tiene alrededor de 60 aliados firmantes de tratados, mientras que China solo unos cuantos. La revista The Economist estima que de los 150 mayores pa¨ªses del mundo, cerca de 100 se inclinan hacia EE?UU, mientras que 21 lo hacen en su contra.
Contrariamente a las afirmaciones de que vamos a llegar a un siglo de China, no hemos entrado a un mundo posestadounidense. EE?UU mantiene un papel central para el equilibrio del poder global y la provisi¨®n de bienes p¨²blicos en el mundo.
Pero la preeminencia estadounidense en t¨¦rminos militares, econ¨®micos y de poder blando no lucir¨¢ como antes. La proporci¨®n de EE?UU en la econom¨ªa mundial bajar¨¢, as¨ª como su capacidad de influir sobre medidas pr¨¢cticas y el modo de organizarlas. M¨¢s que nunca, ser¨¢ esencial su capacidad de sustentar la credibilidad de sus alianzas, as¨ª como de establecer nuevas redes.
Joseph S. Nye, Jr. es profesor con Servicio Distinguido en la Universidad de Harvard y autor de ?Se ha acabado el siglo americano?
Traducci¨®n de David Mel¨¦ndez Tormen.
? Project Syndicate, 2016.
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