Trump y la refundaci¨®n conservadora
La elecci¨®n del millonario como candidato a la presidencia de Estados Unidos coloca al partido ante una dif¨ªcil disyuntiva
Las primarias y caucus que est¨¢n teniendo lugar durante estos meses en las filas republicanas con la confirmaci¨®n indiscutible de Donald Trump como candidato controvertido del Partido del elefante probablemente sea el inicio de la esperada refundaci¨®n conservadora pero tambi¨¦n puede llegar a ser un desastre para el orden liberal.
Se equivocaban los que pensaban, despu¨¦s de los fracasos electorales sucesivos ante Obama, que la revoluci¨®n conservadora -denominada as¨ª por los sectores m¨¢s radicales del republicanismo hist¨®rico- vendr¨ªa de la mano de Paul Ryan, Romney, Santorum, Gingrich o, incluso, de ese mal denominado idealismo conservador que encabeza el grupo de ¡°Intelectuales de la Defensa¡± de la era Bush. Incluso el cambio generacional controlado que deseaba el establishment del Partido propiciando el ascenso de figuras latinas prometedoras ¨Cteniendo en cuenta que esta minor¨ªa ahora mayoritaria es la que estrat¨¦gicamente pone o quita presidentes- tambi¨¦n ha fracasado ante el torbellino que est¨¢ suponiendo el ¡°trumpismo¡± en la sociedad americana.
Este es un populismo de nuevo cu?o muy diferente del que supuso el empresario texano de ¨¦xito Ross Perot en los a?os noventa; surge en un escenario que encuentra en el des¨¢nimo generalizado y en el odio ideol¨®gico sembrado frente a esta Administraci¨®n un buen caldo de cultivo para un nuevo estado de ¨¢nimo dentro de estas huestes que se expresa en esta idea: "lo que tenga que pasar en estas elecciones debe ser lo suficiente grande como para borrar de un plumazo todo los agravios anteriores cometidos contra las esencias de la naci¨®n". De esta forma, en las filas republicanas que, desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas de fracasos o liderazgos mediocres, se fue forjando ese sue?o y por fin un hombre pr¨®ximo y de ¨¦xito, aunque un poco bocazas y demasiado exc¨¦ntrico, lo encontr¨®.
Trump ha demostrado que ¨¦l conoce m¨¢s que las ¨¦lites del partido lo que quieren las bases conservadoras. Y en justa correspondencia esas bases, votan por ¨¦l, no votan por el partido republicano. Eso es as¨ª porque esa ciudadan¨ªa estadounidense soporte de los republicanos se encuentra sociol¨®gicamente a a?os luz de las estructuras esclerotizadas del Partido. Los aires de cambio que buscan el nuevo liderazgo que supone Trump, han roto esas leyes de hierro -que dec¨ªa el gran te¨®rico Robert Michells hablando de las estructuras partidarias- de la oligarqu¨ªa republicana.
Un partido que es v¨ªctima del monstruo que ¨¦l mismo ha alimentado con iniciativas que supon¨ªan un "vale todo" para socavar la labor pol¨ªtica y legislativa de Obama. Incluso propici¨® y alent¨® el radicalismo reaccionario republicano fuera de las estructuras del Partido, de grupos como el Tea Party que nunca consigui¨® romper el cors¨¦ de las estructuras partidistas de los sectores tradicionales republicanos para que toda la familia conservadora pudiera compartir el Apple Pie, ese s¨ªmbolo nacional en serio riesgo por los dem¨®cratas. Trump lleg¨® sin ser invitado, ¨¦l solo se comi¨® el pastel y encima derram¨® el Tea.
La nueva estrella ascendente de la pol¨ªtica americana ha hecho una heterodoxa pero muy eficaz revisi¨®n del discurso nacionalista y de los conceptos cl¨¢sicos de Dios, Providencia y Potencia; los sustituye por: ¨¦xito, ¨¦xito, ¨¦xito; dinero, dinero dinero. Todo, a fin de cuentas, se resume en lo mismo. Su discurso anacr¨®nico es una combinaci¨®n istri¨®nica de esos chascarrillos reaccionarios que se sueltan en las sobremesas de los clanes familiares republicanos o en los corrillos m¨¢s rancios a la hora del tea, elevados a la categor¨ªa de soflama electoral y programa pol¨ªtico.
Y con todo este proceso ya irreversible respecto a un candidato alternativo factible, ante una Convenci¨®n sin margen de maniobra ?c¨®mo ubicar al elefante Trump en la cacharrer¨ªa de un partido que debe combinar los j¨®venes valores del establishment -Rubio- los maduros carism¨¢ticos -Cruz-, con los viejos y no tan viejos dinosaurios, tan proclives a seguir coqueteando de forma entusiasta con el Tea Party? El partido republicano est¨¢ en una muy dif¨ªcil tesitura porque si no empieza a apostar ya -meses antes de la Convenci¨®n- de forma decidida por Trump en la carrera electoral para frenar a Clinton, puede quedarse descolgado, desubicado y el vendaval trumpiano ciudadano y de delegados comprometidos se lo puede llevar por delante.
La experiencia m¨¢s remotamente parecida fue la de 1980 con Reagan: un candidato que presentaba un curr¨ªculum radical, pero con poco peso pol¨ªtico espec¨ªfico, distante de las ra¨ªces republicanas y que tampoco gozaba de los favores del aparato del partido. Aun as¨ª, lleg¨® a ser, a gran distancia, el candidato y presidente de ese partido de mayor popularidad, m¨¢s amado y de mayor apoyo electoral desde Eisenhower. Por cierto, otro candidato, el general, que se alejaba de la tradici¨®n contempor¨¢nea que fijaran presidentes como Teedy Roosevelt o Herbert Hoover.
?Puede pasar algo parecido con Trump? Para ello, ser¨ªa inevitable llegar a un acuerdo de todos estos sectores respecto a su candidatura que, con el apoyo electoral que presenta, es muy factible; la posibilidad de incorporar un vicepresidente m¨¢s institucionalizado y pr¨®ximo al aparato dentro del ticket republicano, fruto de este consenso de m¨ªnimos de estos sectores, puede ser una soluci¨®n. La duda es saber si una componenda de esa naturaleza, es capaz de resistir la primera embestida de los excesos verbales de Trump.
A tenor de los ¨²ltimos sondeos (The Washington Post/ABC; CNN-ORC) la mayor parte de los segmentos y estratos, as¨ª como las comunidades influyentes en el proceso electoral: mujeres, j¨®venes, latinos y, por supuesto afrodescendientes, repudian y odian a Trump en un porcentaje nada despreciable; entonces, si no es por el gran voto oculto no declarado y tambi¨¦n por su capacidad de establecer y/o comprar apoyos influyentes, es dif¨ªcil explicar c¨®mo ha llegado a donde ha llegado con uno de los mayores apoyos populares tanto en las votaciones cerradas como abiertas. Y todo parece indicar que ha llegado para quedarse.
Esto es as¨ª, porque la recepci¨®n de su candidatura, pasa m¨¢s por las percepciones emocionales que despierta entre los electores y simpatizantes, que por sus m¨¦ritos, historial y experiencia. Todo ello, frente a una rival como Hillary Clinton que es todo lo contrario: su experiencia y figura pol¨ªtica es la expresi¨®n m¨¢s clara de los distintos itinerarios del poder.
Es necesario tener claro que el enfrentamiento entre Trump y Clinton se produce en uno de los momentos hist¨®ricos de gran descontento y de mayor divisi¨®n en el electorado por la gran polarizaci¨®n entre los candidatos; un escenario propicio que encuentra en la desigualdad y el desencanto un buen caldo de cultivo para el ¨¦xito de las posiciones m¨¢s distantes y provocadoras frente al poder pol¨ªtico en Washington. El buen resultado de los candidatos m¨¢s inesperados de ambos partidos en las primarias es buena prueba de ello y puede tener continuidad ¨Ccomo demuestra su progresivo ascenso en las encuestas- incluso, con el ¨¦xito inesperado de un xen¨®fobo, mis¨®gino y paranoico en la carrera a la Casa Blanca.
Gustavo Palomares Lerma es profesor de pol¨ªtica exterior de los Estados Unidos en la Escuela Diplom¨¢tica de Espa?a, catedr¨¢tico ¡°Jean Monnet¡± en la UNED y presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos.
? Gustavo Palomares Lerma, 2016. Todos los derechos reservados.
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