Anna Gabriel no apela a nada irreal
Las palabras de la diputada de la CUP han causado gran impacto en las redes y medios de comunicaci¨®n
Las palabras de Anna Gabriel han causado gran impacto en las redes y medios de comunicaci¨®n. Exactamente, la diputada de la CUP dijo ayer mi¨¦rcoles que ve "muy pobre" el modelo de familia nuclear y prefiere "formar parte de un grupo que decidiese tener hijos en colectivo". Y sentenci¨®: ¡°Me satisfar¨ªa tener hijos en grupo, en colectivo¡±. Supongo que a estas alturas ya todos sabr¨¦is alguna cosa al respecto. Como siempre que se da una pol¨¦mica de estas caracter¨ªsticas, todo ello es una oportunidad para hablar de temas clave para la construcci¨®n de la sociedad que queremos. Los cuidados deber¨ªan estar m¨¢s a menudo en el centro del debate y nunca hay que desaprovechar la ocasi¨®n para hablar de ellos.
La palabra familia en el Occidente capitalista es sin¨®nimo de familia nuclear (madre, padre e hijos biol¨®gicos viviendo bajo un mismo techo) y no es ni m¨¢s ni menos que una construcci¨®n hist¨®rica y social que, de hecho, tiene pocos siglos de vida. El concepto de familia actual se crea, como tantas otras cosas, a partir de la industrializaci¨®n. Surgi¨® probablemente a ra¨ªz de la llegada masiva de poblaci¨®n a las ciudades, la generalizaci¨®n del trabajo en la f¨¢brica y la demanda por parte de los sindicatos de un salario familiar, seg¨²n el cual un hombre (var¨®n, se entiende) tendr¨ªa que ganar suficiente dinero para mantener a su familia. Se decidi¨® entonces que como familia se entender¨ªa padre, madre e hijos.
El resultado final fue que poco a poco se cre¨® una idea concreta de c¨®mo deb¨ªa ser una familia, cu¨¢l era el modelo deseable y ¡°natural¡±. Un modelo que ha traspasado clases sociales y fronteras, donde el padre que trabajaba fuera de casa y controlaba desde fuera el trabajo que hac¨ªa la mujer en la casa. El jefe de la casa, en pocas palabras. A ella se le reserv¨® el trabajo en el interior del hogar, al cuidado del marido y los hijos. Ella fue el ¡°¨¢ngel del hogar¡±, una figura que sigue dando tremendos coletazos.
A¨²n as¨ª, hoy en d¨ªa la realidad es bastante m¨¢s heterog¨¦nea. Si nos fijamos en nuestro entorno m¨¢s inmediato nos cuesta encontrar una familia nuclear en condiciones: madres solteras, parejas con hijos de distintos matrimonios, hijos viviendo casi todo el d¨ªa con sus abuelos... Si abrimos un poco m¨¢s el visor a¨²n y nos alejamos m¨¢s all¨¢ de la sociedad Occidental veremos que de hecho somos casi la excepci¨®n: tenemos familias pol¨ªgamas, extensas, otras donde hombres y mujeres viven separados, etc.
En otras palabras, Anna Gabriel no apela a nada irreal. Ni tan solo lejano. Mucha gente est¨¢ intentando, a duras penas, hacer algo diferente. Opciones hay tantas como grupos humanos. Por poner un ejemplo bastante diferente del nuestro, vemos como en los Na, un grupo cultural cercano a la ¨¢rea tibetana, la familia la constituyen ¨²nicamente las mujeres y sus hijos. Significativamente, parece que no existe en su lengua una palabra para referirse al padre.
Si en vez de irnos lejos, viajamos al pasado, descubrimos que, por ejemplo, en nuestra ¨¢rea mediterr¨¢nea, en ¨¦poca grecoromana, las mujeres y los hombres viv¨ªan en espacios totalmente separados y los ni?os eran criados en las estancias de las mujeres. La comunidad de crianza era, de nuevo, en femenino. Es decir, las posibilidades est¨¢n ah¨ª, todas ellas con carencias, pero tambi¨¦n con posibilidades.
La familia nuclear se construy¨® como complemento ideal a un modelo econ¨®mico y cultural lleno de imperfecciones, por decirlo suavemente. As¨ª que me parece l¨®gico y normal que muchos est¨¦n intentando buscar alternativas que les hagan m¨¢s felices. Cualquier demanda en este sentido no solo me parece leg¨ªtima, sino interesante.
En todo caso, lo que me parece m¨¢s importante a tener en cuenta es que sea cual sea el modelo, pasa inevitablemente por asumir responsabilidades. No nos enga?emos; alguien tendr¨¢ que seguir despert¨¢ndose a las tres de la ma?ana para calmar un llanto, alguien deber¨¢ cambiar el pa?al de ese persona mayor. Cuidar a otros, en todas las sociedades, en todos los modelos conocidos, siempre entra?a cierto grado de sacrificio y eso s¨ª que es universal.
Es celebre la frase de que ¡°para cuidar un ni?o hace falta una tribu entera¡± es importante hacerla nuestra si queremos avanzar, porque no hay otra manera de criar dignamente que en comunidad. Pero la comunidad empieza en cada uno de nosotros. Uno de los grandes problemas de nuestro modelo es que ha destruido las redes de apoyo y nos ha vuelto tremendamente insensibles a las necesidades de la persona que tenemos al lado.
La construcci¨®n de esa tribu, de esa red de cuidados, parte en primer lugar por un profundo an¨¢lisis de nosotros mismos. Debemos pensar en qu¨¦ estamos haciendo exactamente para descargar de la carga de cuidados excesivos a tanta gente, a tantas mujeres que los asumen porque no les queda otra. Aliento a qui¨¦n quiera subvertir estos desequilibrios que empiece por peque?os gestos como comprometerse a estar una vez a la semana con su sobrino o a ir a buscar a su abuelo a la residencia los fines de semana para que duerma en casa. O simplemente ir a casa de su amiga reci¨¦n parida con tuppers para toda la semana. Porque eso tambi¨¦n es crianza cooperativa.
Cira Crespo, historiadora y autora de 'Maternalias. De la historia de la maternidad', y coautora de 'Madres en red. Del lavadero a la blogosfera'
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