Qu¨¦ f¨¢cil es matar a una ecologista
Berta C¨¢ceres fue asesinada en Tegucigalpa por oponerse con ¨¦xito a la construcci¨®n de la presa de Agua Zarca
Berta C¨¢ceres sab¨ªa que la muerte le pisaba los talones. Nunca lo dud¨®. Cuando en abril de 2015 la ecologista hondure?a recibi¨® el Goldman Enviromental Prize, el Nobel verde, lo dijo. Luego lo repiti¨® a todo el que quiso escucharlo. Su vida estaba amenazada.
No era nada extra?o. A lo largo de su lucha hab¨ªan ca¨ªdo otros compa?eros del Consejo C¨ªvico de Organizaciones Populares e Ind¨ªgenas de Honduras. Ella misma era consciente de que la ¨²ltima batalla, contra la mastod¨®ntica presa de Agua Zarca, le hab¨ªa puesto la diana en la frente.
El proyecto hidroel¨¦ctrico vaciaba el r¨ªo Gualcarque, sagrado entre los indios. Para evitarlo, C¨¢ceres moviliz¨® a las comunidades lencas, dio dimensi¨®n internacional a su denuncia y no dud¨® en plantar cara a poderes que en Centroam¨¦rica tienen el gatillo f¨¢cil. La estrategia surti¨® efecto. Al menos, en parte. El Banco Mundial y la constructora p¨²blica china Sinohydro abandonaron la obra. Al tim¨®n qued¨® la compa?¨ªa hondure?a Desarrollos Energ¨¦tico SA (DESA).
Lo que vino despu¨¦s es una historia mil veces repetida en Honduras. La noche del 2 de marzo, C¨¢ceres fue asesinada de dos tiros en su casa de La Esperanza, al oeste de Tegucigalpa. La autor¨ªa del crimen, desentra?ada este mes por la fiscal¨ªa, saca a la luz un trama terror¨ªfica por su previsibilidad.
El homicidio fue ordenado por el gerente de DESA, Sergio Ram¨®n Rodr¨ªguez Orellana. En su comisi¨®n le ayud¨® uno de sus jefes de seguridad, el teniente retirado Douglas Geovanny Bustillo. Una bestia con ojos de ofidio a quien C¨¢ceres ya hab¨ªa denunciado p¨²blicamente por amenazas y hasta acoso sexual. Dio lo mismo.
Bustillo contrat¨® los servicios del mayor Mariano D¨ªaz Ch¨¢vez, instructor de la Polic¨ªa Militar y miembro de las Fuerzas Especiales. Su tarea era dise?ar la operaci¨®n. Trazado el plan, emplearon a dos sicarios. Edilson Duarte, de 25 a?os, fue el que dispar¨® contra la indomable ecologista. Dos balazos del calibre 38. A cambio recibi¨® 50.000 lempiras (2.200 d¨®lares).
Los cuatro implicados ya est¨¢n encarcelados. Las ¨²ltimas empresas internacionales que participaban en la presa de Agua Zarca (un banco de desarrollo holand¨¦s y un fondo de inversi¨®n estatal finland¨¦s) han decidido, tarde y mal, irse. Pero nadie respira tranquilo. El pa¨ªs centroamericano vive en el abismo. Tiene una de las mayores tasas de homicidio del mundo, el 90% de los delitos queda impune y en poco m¨¢s de una d¨¦cada, 113 activistas ambientales han sido asesinados. No es dif¨ªcil prever que los seguir¨¢n eliminando. ?Qui¨¦n lo va a parar?
Ante las amenazas que sufri¨® Berta C¨¢ceres, la propia Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos hab¨ªa ordenado su protecci¨®n policial. Pero la noche en que acabaron con su vida nadie la custodiaba. Tan solo 12 d¨ªas despu¨¦s, otro compa?ero suyo de organizaci¨®n fue asesinado. Se llamaba Nelson Garc¨ªa. Ten¨ªa 38 a?os. Lo mataron de un tiro en la cara.
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