?Dejen de legislar!
Los partidos pol¨ªticos miden el ¨¦xito de su gesti¨®n por el peso o las p¨¢ginas del BOE que han rellenado desde el poder; no les interesa el cumplimiento o los efectos reales que hayan producido. La vor¨¢gine normativa ha devaluado el Estado de Derecho
Lo escrib¨ªa ya hace a?os el implacable realista que es Giovanni Sartori: el Estado de derecho no es el Estado que crea a su albedr¨ªo y sin cesar un nuevo derecho, sino un Estado en el que el ejercicio del poder est¨¢ limitado por v¨ªnculos jur¨ªdicos precisos y estables. De ello se desprende que la gigantesca burbuja de la praxis contempor¨¢nea de ¡°gobernar legislando¡± est¨¢ vaciando el Estado de derecho, convirti¨¦ndolo en un gobierno de los hombres aunque sea en nombre de la ley. La vor¨¢gine normativa en que se ha convertido la actividad de gobernar ha devaluado hasta l¨ªmites insospechados la calidad del Estado de derecho, que ya no funciona como l¨ªmite al poder precisamente porque el exceso de derecho provoca su inoperatividad real. ¡°El marco normativo espa?ol es complejo, confuso, en continuo cambio, de mala calidad, genera incertidumbre e inseguridad jur¨ªdicas, desincentiva la eficiencia y el emprendimiento y eleva los costes del sistema¡±, sentencia lapidario Carlos Sebasti¨¢n en Espa?a estancada. Hay vigentes en Espa?a cien mil disposiciones normativas, diez veces m¨¢s que en Alemania, un pa¨ªs cuyos l?ndertambi¨¦n disponen de capacidad normativa, y que nos duplica en poblaci¨®n. El problema no es ya de calidad t¨¦cnica, eso ser¨ªa un problema jur¨ªdico, el problema es de mal funcionamiento sistem¨¢tico de las instituciones, y eso es un problema pol¨ªtico.
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Y sin embargo, la ambici¨®n de los pol¨ªticos espa?oles, de todos, es hacer y hacer nuevas leyes. Una legislatura se considera un ¨¦xito cuando ha a?adido a la colecci¨®n legislativa unos cuantos textos, un fracaso cuando no ha conseguido sacar adelante ning¨²n proyecto. As¨ª miden su propia funci¨®n los partidos y las ¨¦lites que los gestionan: por el peso o las p¨¢ginas del BOE que han rellenado desde el poder. En cambio, el control del grado de cumplimiento de las leyes o el de su implantaci¨®n, o el de los efectos reales que hayan producido ¡ªlos previstos y los insospechados¡ª no interesa. Si una ley no funciona se hace otra m¨¢s, que tampoco funcionar¨¢. Hace unos a?os se cre¨® la Agencia Estatal de Evaluaci¨®n de las Pol¨ªticas P¨²blicas que, en teor¨ªa, iba a realizar una valoraci¨®n y un seguimiento del cumplimiento de las normas. Pronto se la convirti¨® en una agencia zombi que s¨®lo valora los servicios p¨²blicos, no las normas ni las instituciones.
No lo confiesa pero la pol¨ªtica lo sabe bien: hacia fuera, las leyes no son sino operaciones de imagen con las que el Gobierno o la oposici¨®n de turno parece que reaccionan eficazmente ante los problemas sociales (cada vez m¨¢s las leyes son ¡°medidas puntuales¡±), o bien una ocasi¨®n de proclamar principios excelsos (las leyes cada vez son menos normativas y m¨¢s declamativas). Hacia dentro, ante la clientela de intereses con acceso al poder, las leyes (en sus disposiciones adicionales, finales y transitorias m¨¢s que en su texto) son la v¨ªa para el pago de favores y para la generaci¨®n de connivencia con sectores econ¨®micos o profesionales relevantes.
El discurso de la regeneraci¨®n es uno de los ¨²ltimos estadios de la fase de degeneraci¨®n
Si alg¨²n bien ha tra¨ªdo la sectaria incapacidad de nuestros partidos para formar Gobierno es la de que durante unos nueve meses ha cesado la diarrea legislativa que parece consustancial a la pol¨ªtica patria. Claro que, todo hay que advertirlo, el futuro se presenta por ello mismo m¨¢s amenazante a¨²n, pues prima el proyecto ansioso y prestigioso de regenerar el sistema pol¨ªtico (consista esto de regenerar en lo que sea, que es dif¨ªcil saberlo) y, para ello, ponerse a legislar a calz¨®n quitado sobre todos los defectos detectados, sospechados, imaginados o atribuidos a ese pobre espantajo que es ¡°el sistema¡±. Por leyes, se nos anuncia, no va a quedar, que hasta la Constituci¨®n va a ser reformada. Estamos ante un pensamiento acusadamente m¨¢gico (en la mejor tradici¨®n leguleya hispana) que confunde el cambio de la realidad con el cambio de la norma que lo regula. No es as¨ª, claro: cuando el problema esencial est¨¢ en los comportamientos y c¨®digos informales de la pol¨ªtica por relaci¨®n a las instituciones, la soluci¨®n de sus disfunciones no est¨¢ en modificar sin freno las reglas formales de esas instituciones, sino en cambiar los comportamientos de las ¨¦lites pol¨ªticas. En el fondo, me temo, el discurso de la regeneraci¨®n forma parte de la fase de degeneraci¨®n, no es sino uno de sus ¨²ltimos estadios.
Me atrever¨¦ a proponer una hip¨®tesis radicalmente contraria a la de la vulgata pol¨ªticamente correcta. ?Y si el mayor defecto de las instituciones espa?olas consistiera, precisamente, en la sobreabundancia de normas reguladoras? ?Y si lo que hubiera que cambiar fuera, cabalmente, el h¨¢bito de intentar resolver los problemas a?adiendo leyes a normas y amontonando decretos sobre pragm¨¢ticas? ?Y si tal h¨¢bito no fuera, exactamente, sino una manifestaci¨®n de la falta de estudio ponderado de los problemas y a la vez de la urgencia por la explotaci¨®n pol¨ªtica de las operaciones legiferantes? Una institucionalidad bien gobernada se caracteriza por un n¨²mero escaso de normas y un grado elevado de su cumplimiento. Una mala, por la sobreabundancia de leyes y su escaso cumplimiento. ?No convendr¨ªa entonces, para mejorar la calidad de nuestro Estado de derecho, hacerle una poda severa?
?Por qu¨¦ entonces no intentar la mejora operativa de las instituciones mediante el simple y barato m¨¦todo de dejar de producir leyes? Por lo menos por un tiempo. ?Qu¨¦ les parecer¨ªa como programa el de dar al Parlamento un descanso m¨ªnimo de dos a?os sin legislar? Sin duda, muchos menear¨¢n incr¨¦dulos la cabeza: ?c¨®mo, estando como estamos en ¡°emergencia social y pol¨ªtica¡±, se le ocurre proponer nada menos que parar la producci¨®n de normas? ?Qu¨¦ har¨ªan entonces los parlamentarios electos?
La sobreabundancia de leyes manifiesta una falta de estudio ponderado de los problemas
Bueno, mi sugerencia es la de que parlamenten pol¨ªticamente, que para eso s¨ª est¨¢n. Todos los grandes te¨®ricos de la (desde Rousseau hasta Stuart Mill) no creyeron que la funci¨®n de los Parlamentos representativos fuera hacer las leyes, sino s¨®lo aprobarlas o no. Para hacer t¨¦cnicamente las leyes merece la pena probar con las c¨¢maras de expertos y con los minip¨²blicos aleatorios de orientaci¨®n ciudadana, como propone el neorrepublicanismo de Philip Pettit en Despolitizar la democracia. Las c¨¢maras de representantes han demostrado ya suficientemente su incapacidad al respecto, probemos entonces unos a?os con otros m¨¦todos. Aunque lo primero que habr¨ªan de hacer es derogar miles de normas y codificar in claris lo que quede.
Pero, eso de seguir creyendo, en la ¨¦poca del gobierno en la incertidumbre, que los Parlamentos son los foros adecuados para resolver los problemas legislando directamente sobre ellos es puro voluntarismo bobalic¨®n, o listo inter¨¦s sectario de unos partidos que se niegan a soltar el bocado con el que tienen atrapada a la sociedad. Porque razonable, desde luego, no es.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado
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