?C¨®mo evolucion¨® el cuello de la jirafa?
El genoma del animal m¨¢s alto del mundo revela los 70 genes responsables de su incre¨ªble alargamiento, y abre el an¨¢lisis molecular de un venerable debate decimon¨®nico
Pocos animales tendr¨¢n un valor tan simb¨®lico en la historia de las teor¨ªas evolutivas. La jirafa, de hecho, con su cuello alargado hasta unas dimensiones extravagantes, convierte a cualquier visitante de un zoo en un te¨®rico evolutivo. Nadie duda de la utilidad de alcanzar esas estratosferas de la biolog¨ªa cuando las hojas escasean a menores altitudes, pero ?c¨®mo demonios se hace eso? Lee en Materia la respuesta que nos ofrece ahora la gen¨®mica. Despu¨¦s volver¨¢s al zoo con una mirada m¨¢s aguda.
El primer gran te¨®rico de la evoluci¨®n, el franc¨¦s Jean-Baptiste Lamarck, pensaba que los cambios logrados durante la vida del individuo pod¨ªan transmitirse a la descendencia ¡ªesto es lo que hoy conocemos como lamarckismo, o herencia de los caracteres adquiridos¡ª y por tanto utiliz¨® a la jirafa para confeccionar un conmovedor relato de superaci¨®n transgeneracional: el esfuerzo de mam¨¢ jirafa por alcanzar las hojas m¨¢s altas de los ¨¢rboles acab¨® por alargar un poco su cuello, y ese incremento de longitud se transmiti¨® a la prole, y as¨ª una generaci¨®n tras otra.
Darwin fue muy consciente de que las teor¨ªas de Lamarck hab¨ªan sido ridiculizadas, y dedic¨® sus mejores esfuerzos a formular un mecanismo evolutivo que pudiera resultar cre¨ªble para los cient¨ªficos
Desde que se convirti¨® al evolucionismo durante la traves¨ªa del Beagle, Darwin fue muy consciente de que las teor¨ªas de Lamarck hab¨ªan sido ridiculizadas y vituperadas hasta el escarnio, y dedic¨® sus mejores esfuerzos intelectuales a formular un mecanismo evolutivo que pudiera resultar cre¨ªble para los cient¨ªficos de su ¨¦poca. Su fuente de inspiraci¨®n fue la selecci¨®n artificial que los agricultores y ganaderos hab¨ªan utilizado durante milenios para generar las espectaculares variedades dom¨¦sticas de animales y plantas que acostumbran a acabar en nuestro plato.
El gran naturalista ingl¨¦s sab¨ªa que no hab¨ªa ninguna fuerza intr¨ªnseca que llevara a las semillas a hacerse m¨¢s grandes o a las vacas a producir m¨¢s leche: era el granjero el que, en cada generaci¨®n, seleccionaba las semillas mayores o las vacas m¨¢s lecheras. Y formul¨® as¨ª la teor¨ªa de la selecci¨®n natural, donde el granjero queda sustituido por las presiones del medio, es decir, por unos recursos siempre m¨¢s escasos que la exponencial capacidad de reproducci¨®n de los seres vivos. As¨ª, las jirafas (o pre-jirafas, mejor dicho) de cualquier generaci¨®n var¨ªan al azar en la longitud de su cuello, y es el entorno el que mata de hambre a las que tienen el cuello m¨¢s corto. Una generaci¨®n tras otra de este proceso ciego y mec¨¢nico acaba generando el cuello desmesurado sin m¨¢s ayuda que el paso de unos cuantos millones de a?os.
La gen¨®mica ha definido ahora los 70 genes responsables de la evoluci¨®n del cuello de la jirafa, y de otros cambios imprescindibles asociados a ella, como un turbo-coraz¨®n capaz de bombear la sangre a lo largo de los dos metros que le separan del cerebro del animal. Al menos tres de estos genes muestran signos evidentes de selecci¨®n natural darwiniana, lo que da la raz¨®n al brit¨¢nico. Aunque sin quit¨¢rsela necesariamente al franc¨¦s, pues tres genes de 70 se pueden ver como una victoria p¨ªrrica.
Es una historia apasionante. L¨¦ela en Materia.
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