El dolor y la esperanza
Atacar a m¨¦dicos y hospitales en zonas de conflicto se est¨¢ convirtiendo en aberrante normalidad
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, nos ha convocado a la I Cumbre Humanitaria mundial. Estamos llamados a dar respuesta a las crisis humanitarias que asolan buena parte del planeta. M¨¢s de 125 millones de personas est¨¢n necesitadas de asistencia y protecci¨®n urgente y m¨¢s de 60 millones han sido desplazadas de sus hogares como consecuencia de guerras como las de Siria o Yemen o de cat¨¢strofes como el terremoto de Ecuador.
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No se trata de situaciones espor¨¢dicas sino de crisis estructurales. Somos conscientes de que la comunidad humanitaria est¨¢ al l¨ªmite de su capacidad de respuesta. Tan solo en Siria, desde 2011, han muerto m¨¢s de 280.000 personas, son 6,5 millones los desplazados internos y hay m¨¢s de cuatro millones de refugiados. Trece millones de sirios requieren asistencia humanitaria inmediata. Aunque la comunidad internacional intenta responder con generosidad a las llamadas de ayuda, estamos lejos de poder colmarlas. ?Qu¨¦ puede hacer un pa¨ªs como Espa?a ante una situaci¨®n as¨ª? Desde luego, no cruzarnos de brazos. He mencionado Siria, porque en este conflicto desempe?amos un papel destacado como miembro no permanente del Consejo de Seguridad. Voy a ilustrarlo con un ejemplo pre?ado de dolor y de esperanza.
Nadie quiere vivir cerca de un hospital en Alepo, ciudad devastada tras cinco a?os de guerra civil en Siria. En las ¨²ltimas semanas, media docena de instalaciones m¨¦dicas han sido destruidas por un recrudecimiento de los combates que han dejado cientos de muertos en una villa anta?o vibrante y convertida hoy en un desolado paisaje de ruinas. En uno de esos ataques pereci¨® Mohamed Wasim Moaz, pediatra que rehus¨® abandonar a los ni?os que han perdido su infancia bajo el fuego de la guerra. Como Mohamed, otros muchos doctores y personal m¨¦dico est¨¢n cayendo en zonas de conflicto, a menudo a causa de ataques intencionados dirigidos a segar las vidas de quienes han jurado salvar las de sus semejantes, incluso las de sus enemigos declarados. El derecho internacional es inequ¨ªvoco: todo ataque deliberado contra personal e instalaciones m¨¦dicas en un conflicto armado constituye un crimen de guerra. Como ha afirmado la doctora Joanne Liu, presidenta internacional de M¨¦dicos sin Fronteras, estamos asistiendo a una aut¨¦ntica epidemia de agresiones contra m¨¦dicos y hospitales, antes considerados sacrosantos. En Siria, en Yemen, en Sud¨¢n del Sur o en Afganist¨¢n puede ser hoy m¨¢s peligroso ser un doctor o un enfermo que un combatiente. Lo que antes era una excepci¨®n se est¨¢ convirtiendo en una aberrante normalidad...
La resoluci¨®n 2.286, aprobada por el Consejo de Seguridad, es un aldabonazo a la conciencia internacional?
Detener esa inicua deriva es el objetivo de la resoluci¨®n 2.286 sobre ¡°atenci¨®n m¨¦dica en conflictos armados¡±, adoptada un¨¢nimemente el pasado 4 de mayo por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Impulsada por Espa?a y otros cuatro miembros no permanentes del Consejo ¡ªNueva Zelanda, Egipto, Uruguay y Jap¨®n¡ª fue copatrocinada por 85 pa¨ªses. La resoluci¨®n es un aldabonazo a la conciencia de la comunidad internacional. Peter Maurer, presidente del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja, la salud¨® como un valioso instrumento para ayudar a poner fin a la abominaci¨®n que supone ¡°atacar un hospital, amenazar a un doctor, obligar al personal sanitario a dar tratamiento preferencial a combatientes, secuestrar ambulancias o utilizar pacientes como escudos humanos¡±. Su prop¨®sito es prevenir, investigar y no dejar impunes los ataques contra la neutralidad m¨¦dica y la asistencia sanitaria en conflictos. Entre otras medidas, establece un mecanismo de informaci¨®n regular acerca de las violaciones perpetradas contra dicho principio. Solo nos daremos por satisfechos cuando esos informes sean una p¨¢gina en blanco.
Mientras llega ese d¨ªa, podemos sentirnos leg¨ªtimamente orgullosos del papel desempe?ado por Espa?a en este logro. Su negociaci¨®n ha sido reconocida como un modelo de buen hacer. Su contenido se ci?e escrupulosamente al derecho internacional e incorpora las contribuciones de los actores humanitarios m¨¢s relevantes. El resultado puede no ser perfecto, pero es un paso decisivo.
A quienes asesinaron al doctor Moaz y a tantos otros como ¨¦l, les decimos alto y claro: vuestros cr¨ªmenes no quedar¨¢n impunes. Este es el mensaje que hemos tra¨ªdo a Estambul. Se lo debemos al ¨²ltimo pediatra de Alepo y a todos los buenos samaritanos.
Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa-Margallo es ministro de Asuntos Exteriores de Espa?a en funciones.
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