Aznar y yo
Al expresidente su soberbia le impide ver los efectos de sus manifestaciones p¨²blicas
Siempre que veo a Aznar dirigirse al mundo desde su autoridad moral, pol¨ªtica e intelectual indicando con el dedo el camino a seguir y advirti¨¦ndonos de las consecuencias de no seguir sus consejos me acuerdo de una frase que mi padre nos dec¨ªa siempre a sus hijos cuando logr¨¢bamos alg¨²n triunfo, fuera del tipo que fuera: recordad: un listo se recupera de un ¨¦xito, un tonto jam¨¢s.
Por los a?os noventa, cuando el joven Aznar lleg¨® al Gobierno de Espa?a a rebufo de la corrupci¨®n socialista y de la prepotencia de un Felipe Gonz¨¢lez ya abatido por aqu¨¦lla, seguramente siguiendo el consejo de un asesor cultural que ven¨ªa de las filas comunistas comenz¨® a nombrarme entre sus escritores preferidos junto a Antonio Mu?oz Molina, Javier Mar¨ªas, Landero y alguno m¨¢s; todos j¨®venes entonces y ninguno de su cuerda ideol¨®gica, cosa que le hac¨ªa parecer m¨¢s abierto que sus predecesores en el liderazgo de la derecha, cuyos referentes literarios eran Cela y Delibes como mucho. En concreto, Aznar empez¨® a decir que su novela favorita era una m¨ªa, Luna de lobos, sobre los maquis, cosa que a mis vecinos y a algunos familiares muy lejanos les llenaba de satisfacci¨®n. Hasta me felicitaban por la calle en aquel tiempo sin saber que para m¨ª la elecci¨®n de Aznar, en vez de enorgullecerme, me llenaba de estupefacci¨®n ?C¨®mo pod¨ªa ser que alguien que representaba lo m¨¢s opuesto a lo que yo pienso de la vida me tuviera entre sus autores preferidos y citara entre sus favoritas mi novela m¨¢s roja y m¨¢s radical? ?Ser¨ªa verdad aquello de que los escritores solo somos responsables de los libros que escribimos, nunca de nuestros lectores?
Los pol¨ªticos, en cambio, s¨ª que son responsables de sus declaraciones, pero eso parece que a Aznar, que vive hibernado en su fundaci¨®n casi todo el tiempo pero que cuando se despierta y sale a la calle es para morder el cuello de alguien, da igual que sea enemigo que amigo, le trae completamente sin cuidado, pues su soberbia le impide ver los efectos de sus manifestaciones p¨²blicas. Y lo peor es que se las cree, como se cree un gran estadista, de esos que pasan a la historia por su capacidad para anticiparse a ella. Aunque a¨²n es mucho m¨¢s duro tener que soportarle esa expresi¨®n, como de estar por encima de todos los dem¨¢s, que tanto gusta de exhibir y que a m¨ª, adem¨¢s de recordarme el consejo de mi padre sobre los ¨¦xitos, me trae siempre a la memoria la frase mantra del Reverendo, el desaparecido pianista y compa?ero inseparable de conciertos musicales de Wyoming: ¡°Toda mi vida he luchado por no ser como t¨²¡±.
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