La quiebra de la representaci¨®n
Desde el inicio de la crisis en Europa los sistemas de partidos se han reconfigurado y han surgido dos tipos de partidos 'antiestablishment' que canalizan la ira contra las ¨¦lites gobernantes: la extrema derecha xen¨®foba y el populismo de izquierdas
Sabemos qu¨¦ hacer para salir de la crisis; lo que no sabemos es c¨®mo ganar elecciones despu¨¦s¡±. Esta lapidaria frase, pronunciada por el entonces primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, resume bien el dilema que afrontan los Gobiernos europeos desde que comenz¨® la crisis. Es de esperar que nuestros Gobiernos democr¨¢ticos representativos cumplan dos principios. De un lado, que sean receptivos a las preferencias de su opini¨®n p¨²blica nacional y cumplan con el mandato nacido de sus programas electorales. Del otro, que puedan ser castigados y desalojados del poder si se desv¨ªan de ese mandato. Es la amenaza de la rendici¨®n de cuentas y perder elecciones lo que, en suma, hace representativos y democr¨¢ticos a los Gobiernos.
Sin embargo, la integraci¨®n econ¨®mica del euro ha tra¨ªdo consigo una serie de constre?imientos que impactan en esta l¨®gica representativa. Hasta los noventa, en la ¨¦poca del conocido ¡°consenso permisivo¡±, parec¨ªa que todos gan¨¢bamos de m¨¢s integraci¨®n europea. No hab¨ªa dilema. Sin embargo, al irse conformando como una uni¨®n econ¨®mica y monetaria pero no pol¨ªtica, la contradicci¨®n emergi¨® en toda su crudeza. Los Gobiernos nacionales tienen que ser, adem¨¢s de receptivos ante su opini¨®n p¨²blica, responsables cumpliendo unas reglas y acuerdos intergubernamentales. Acuerdos que nacen de una correlaci¨®n de fuerzas en las que los pa¨ªses acreedores tienen m¨¢s capacidad para imponerse que los deudores.
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Dado que estos acuerdos han ido en gran medida contra las preferencias de sus electores, pocos Gobiernos han sobrevivido en esta crisis. Esto era de esperar. Que los electores castiguen a un Gobierno que se desv¨ªa de su mandato y escojan a otro entra dentro de la l¨®gica representativa. Pero cuando el nuevo Gobierno sigue pol¨ªticas semejantes, fruto de una correlaci¨®n de fuerzas inamovible, se produce una ruptura entre representantes y representados. Un fallo de oferta pol¨ªtica. Ello ha tenido como correlato que desde que comenz¨® la crisis en Europa los sistemas de partidos no han hecho m¨¢s que reconfigurarse, normalmente con m¨¢s rapidez en los pa¨ªses del sur que del norte, disparando la volatilidad electoral.
Espa?a es un caso que se ajusta bastante bien a esta l¨®gica. Tanto el Gobierno socialista, primero, como despu¨¦s el popular se fueron desviando de sus mandatos electorales y reforzaron la percepci¨®n de que ambos defend¨ªan en lo econ¨®mico pol¨ªticas parecidas. Esto se combin¨® con la emergencia de nuevas demandas sociales no canalizadas por unas organizaciones cl¨¢sicas poco porosas y la descomposici¨®n de redes clientelares ligadas a la burbuja inmobiliaria y la corrupci¨®n. De ah¨ª que en apenas dos ciclos electorales hayan pasado de concentrar juntos el 84% de los votos en 2008, a quedarse con apenas el 51% el pasado 20-D. El debate sobre qu¨¦ pesa m¨¢s, si factores nacionales (nuestros d¨¦ficits institucionales) o constre?imientos europeos (la integraci¨®n europea incompleta), es interesante, pero ambas son en realidad condiciones necesarias. La prueba es que en toda la eurozona la oferta electoral se ha fragmentado, pero no en todos los pa¨ªses lo ha hecho con la misma intensidad.
Las formaciones cl¨¢sicas refuerzan en el electorado la percepci¨®n de ser indistinguibles entre s¨ª
All¨ª donde la ruptura pol¨ªtica ha sido m¨¢s intensa han emergido o se han reforzado los partidos antiestablishment. Cualquier generalizaci¨®n es de brocha gorda, pero mientras en el sur los partidos anti-establishment tienen un cariz ideol¨®gico de izquierdas, en Centroeuropa lo tienen m¨¢s de derechas. Con matices, en ambos casos beben de electorados j¨®venes, antiguas bases electorales socialdem¨®cratas y perdedores en expectativas con la crisis. Sin embargo, todos ellos comparten la l¨ªnea roja de interpelar d¨®nde est¨¢ la soberan¨ªa hoy y canalizar la ira contra las ¨¦lites gobernantes. La diferencia es que unos lo hacen desde el nacionalismo y el rechazo al otro (la extrema derecha xen¨®foba) y otros desde la apelaci¨®n al pueblo, a los de abajo (populismo de izquierdas).
Dada la fuerza creciente de estos partidos antiestablishment cada vez es m¨¢s complicado que los partidos cl¨¢sicos los ignoren. Desde la ¨®ptica de la formaci¨®n de Gobiernos, los cada vez m¨¢s notables resultados electorales de estas fuerzas pol¨ªticas trasladan el descontento a los Parlamentos nacionales y hacen m¨¢s complicada la formaci¨®n de mayor¨ªas. Con frecuencia estos partidos se autoexcluyen de cualquier coalici¨®n o bien los partidos cl¨¢sicos optan por el cord¨®n sanitario, y esto conlleva en muchos casos a la conformaci¨®n de m¨¢s grandes coaliciones y Gobiernos t¨¦cnicos.
El problema es que este estado de cosas supone cortocircuitar de nuevo los mecanismos de rendici¨®n de cuentas en democracia. Al no poder optarse entre coaliciones distintas, los partidos cl¨¢sicos todav¨ªa refuerzan m¨¢s en el electorado la percepci¨®n de ser indistinguibles entre s¨ª. Por tanto, solo quedan los actores extramuros para poder canalizar el descontento con la gesti¨®n que hagan los Gobiernos. Una gesti¨®n que, dado el complicado contexto econ¨®mico, necesariamente acaba siendo impopular. As¨ª que he aqu¨ª la curiosa paradoja: cuanto m¨¢s voto reciben los partidos antiestablishment, m¨¢s probable es que se formen los Gobiernos de concentraci¨®n o tecnocr¨¢ticos, justamente los que los hacen m¨¢s fuertes en los siguientes comicios.
Formar gobierno tras el 26-J ser¨¢ la mitad de complicado que gobernar un pa¨ªs vigilado en la UE
Este es precisamente el dilema que presenciaremos en toda su crudeza en las pr¨®ximas elecciones del 26 de junio. De un lado los partidos espa?oles cl¨¢sicos pueden optar por un modelo de Primera Rep¨²blica Italiana, dejando fuera a Podemos como el pentapartito hizo con el Partido Comunista Italiano. Del otro, la alternativa es intentar la alternancia, aunque eso suponga integrar en el Gobierno a un actor pol¨ªtico outsider o incluso acabar probando la f¨®rmula Syriza. Ambos caminos son arriesgados en un contexto en el que el reto de formar Gobierno solo ser¨¢ la mitad de complicado que gobernar un pa¨ªs en precaria recuperaci¨®n, vigilado desde Europa y con un sistema pol¨ªtico inestable.
Sin embargo, los dilemas que vayamos a tener en Espa?a no deber¨ªan hacernos perder perspectiva. Que en Austria finalmente haya un presidente verde por escaso margen no anula que el FP? ser¨¢ el partido m¨¢s votado en las legislativas. En un a?o habr¨¢ elecciones alemanas y presidenciales francesas, y en ambos casos Alternativa por Alemania y el Frente Nacional crecer¨¢n. Y el elefante seguir¨¢ en la habitaci¨®n. Es imperativo entender que ning¨²n proceso de integraci¨®n, reformas econ¨®micas o pol¨ªticas es sostenible sin un equilibrio electoral nacional. Hoy Europa resiste a costa de sacrificar los sistemas pol¨ªticos de sus miembros y eso hace que, nos guste o no, sus cimientos sean cada d¨ªa m¨¢s precarios.
Pablo Sim¨®n es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Carlos III.
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