El c¨ªclope inocente
Jos¨¦ Manuel Ferrater est¨¢ roto por dentro, como tantos de nosotros. Ahora lo sabemos
La mirada de Jos¨¦ Manuel Ferrater es la de un asesino contemplando la descomposici¨®n de su presa. Nada escapa a su ojo cicl¨®peo. Yo le conoc¨ª en otra vida, cuando inici¨¦ mi carrera de modelo. Este c¨¦lebre fot¨®grafo de moda supo ense?arme mi fuerza en una inolvidable sesi¨®n de fotograf¨ªa. Bajo la mirada circular de los viandantes del paseo de Gracia barcelon¨¦s, la joven adolescente que yo era se transform¨® en una mujer que desea. Firme, sin sonrisitas. Trabajamos juntos en muchas ocasiones, pero entre nosotros siempre medi¨® una c¨¢mara. D¨¦cadas m¨¢s tarde, he conocido al hombre tras la c¨¢mara, al pintor y al poeta.
Ferrater sujeta sus armas con fuerza: rifles, c¨¢maras, pinturas, m¨¢scaras y palabras. Todas le sirven para perseguir a su presa. Esa presa que es ¨¦l mismo. Siempre. Enga?osamente quieto, juega al escondite como un monstruo en su laberinto. Quiere que le veamos, no quiere que le veamos. Quiere subyugarnos bajo su ojo ¨²nico. Quiere interpelarnos desde lo at¨¢vico, ese lugar terrible donde somos y estamos. Ya no busca la salida; no la hay. En su obra no hay ni dentro ni fuera, como en el laberinto de Borges. Con la paciencia del cazador experimentado, agazapado tras su gorra, Ferrater espera y acecha. Apunta. Dispara. A matar. No se equivoca. Con despiadada precisi¨®n, analiza la evoluci¨®n del cad¨¢ver. Se al¨ªa con el tiempo para documentarlo, una y otra vez. Aguza su vista de rayo hasta percibir lo imperceptible, hasta forjar nuestra mirada en el poder transformador de la pasi¨®n. En su instalaci¨®n La causa (Nave de Fomento, Museo del Ferrocarril de Madrid, del 2 al 18 de junio), pintura y palabra. Lo que ve¨ªamos ya no es lo que era. Nunca lo fue.
Por su bien y por el nuestro, Ferrater no cultiva la est¨¦tica de lo terso. Apunta al asombro y al sobrecogimiento que provoca lo prodigiosamente bello. Gritando despierta a los gigantes aprisionados en el subsuelo, porque su honestidad s¨®lo le permite encontrar sentido en lo m¨¢s hondo. Ferrater es l¡¯home boig (el hombre loco) que no compromete su lucidez. Nunca lo hizo. Antes desafiar¨ªa el hierro de su destino aullando en una estampida de b¨²falos. Es el hombre que contempla, at¨®nito, su ni?ez absurda. El hombre que doma su rabia para testimoniar el dolor de un majestuoso amanecer. El hombre que nos insta a abandonar toda resistencia, a olvidar el horror de la p¨¦rdida, a sentir el delirio de la belleza.
Ferrater est¨¢ roto por dentro, como tantos de nosotros.
Ahora lo sabemos.
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