Muchos partidos, nuevos problemas
El multipartidismo genera algunos d¨¦ficits democr¨¢ticos, pero la cuesti¨®n no es cu¨¢ntos partidos tenemos, sino estrechar la relaci¨®n entre representantes y representados. Hay que evitar que los argumentarios sustituyan a los argumentos
Una de las principales consecuencias de la crisis de representaci¨®n por la que pasa nuestro pa¨ªs es el colapso del sistema de partidos. Las dos principales fuerzas pol¨ªticas pasaron de sumar casi el 84% de los votos en 2008 al 50,7% del pasado 20-D, el menor porcentaje de nuestra democracia. Los estudios de opini¨®n p¨²blica ya nos advert¨ªan que esto pod¨ªa suceder. En los ¨²ltimos a?os, Metroscopia viene preguntando por el apoyo que tiene el multipartidismo en nuestro pa¨ªs y dos de cada tres espa?oles se muestran favorables. Adem¨¢s, si nos detenemos en la brecha generacional que se produce entre, por un lado, los que han vivido toda su vida adulta en democracia y, por otro, las personas de m¨¢s edad, vemos que los menores de 55 a?os tienen un deseo mucho m¨¢s intenso por el multipartidismo que sus mayores, siendo la diferencia de 20 puntos porcentuales.
Ante este escenario muchos han salido en defensa del bipartidismo poniendo en valor su estabilidad. Y los datos as¨ª lo avalan. Si miramos las 22 principales democracias del mundo entre 1945 y 2008, los Gobiernos de coalici¨®n, muy propios de los sistemas multipartidistas, duraron de media 150 d¨ªas menos que los formados por un solo partido. No obstante, de entre todos los tipos de coaliciones, las grandes coaliciones experimentaron una mayor inestabilidad que el resto. Si un Gobierno con varios partidos dura, de media, 568 d¨ªas, las grandes coaliciones reducen esta cifra a 458.
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Pero ?tiene consecuencias econ¨®micas esta inestabilidad? Los datos indican que los Gobiernos de coalici¨®n no generan menos crecimiento econ¨®mico, ni m¨¢s inflaci¨®n, ni m¨¢s desempleo. Por tanto, no hay diferencias econ¨®micas significativas entre los tipos de Ejecutivo. La ¨²nica disparidad la observamos en el gasto p¨²blico: los Gobiernos de coalici¨®n tienen una mayor propensi¨®n a los incrementos presupuestarios con el fin de satisfacer a todos los socios.
Por tanto, el punto d¨¦bil de un sistema multipartidista no es su inestabilidad, puesto que no tiene consecuencias relevantes para el bienestar econ¨®mico de la ciudadan¨ªa. En realidad su mayor debilidad est¨¢ en los d¨¦ficits democr¨¢ticos que conlleva y sobre los que no nos hemos detenido mucho.
El primero de estos d¨¦ficits es la dificultad para deshacerse de los partidos pol¨ªticos impopulares. Hasta las elecciones del 20-D, siempre que un Gobierno contaba con el rechazo de la mayor¨ªa social, este perd¨ªa las elecciones y se ve¨ªa abocado a la oposici¨®n. Le pas¨® a la UCD en 1982, al PSOE en 1996 y en 2011 y al PP en 2004. Pero en los pasados comicios, a pesar de que el Partido Popular present¨® al presidente con peor valoraci¨®n de toda la democracia, perdi¨® m¨¢s de 3.650.000 votos y se dej¨® por el camino 63 esca?os, pudo haber repetido en el poder si hubiese encontrado un socio de coalici¨®n. En un sistema multipartidista la ciudadan¨ªa pierde una parte de su capacidad para desalojar del poder a formaciones pol¨ªticas impopulares, puesto que estas siempre pueden encontrar otras con quien coligarse y seguir en el poder.
La crisis del sistema debe resolverse consultando m¨¢s los votantes
El segundo de los d¨¦ficits tiene que ver con la enorme autonom¨ªa que ganan los pol¨ªticos frente a los ciudadanos. Una vez se celebran las elecciones, la ciudadan¨ªa pierde toda su capacidad para influir en los partidos sobre la formaci¨®n de Gobierno. Es decir, son los representantes quienes deciden con qui¨¦n se unen, qu¨¦ partidos integran el Ejecutivo y cu¨¢l es el programa de Gobierno. As¨ª, las promesas electorales que se debatieron durante la campa?a electoral pasan a un segundo plano y todo queda en manos de los dirigentes pol¨ªticos.
Por tanto, en un sistema multipartidista los votantes pierden parte de su capacidad para asignar responsabilidades, entendiendo estas como la posibilidad de castigar a un partido y mandarlo a la oposici¨®n. Al mismo tiempo, los pol¨ªticos ganan relevancia en sus posibilidades de maniobrar para seguir en el poder, perdiendo la ciudadan¨ªa una parte de su influencia. No son problemas nuevos. Basta recordar el caso italiano, donde, a pesar de los frecuentes cambios de Gobierno, tanto los partidos como los pol¨ªticos se manten¨ªan en el poder durante mucho tiempo. El caso paradigm¨¢tico fue Giulio Andreotti, quien fue siete veces presidente del Consejo de Ministros italiano.
Resulta parad¨®jico que la actual crisis pol¨ªtica que cristaliz¨® en el grito de ¡°no nos representan¡± pueda acabar generando un sistema de partidos donde los problemas de representaci¨®n se agraven. Dicho en otras palabras, si el problema central est¨¢ en la desconexi¨®n que se ha generado entre los pol¨ªticos y los ciudadanos, un sistema multipartidista puede acabar agrandando esta brecha al conceder una mayor autonom¨ªa a los dirigentes de las formaciones pol¨ªticas.
Seguramente, la soluci¨®n a nuestra crisis de representaci¨®n debe venir por otros cauces. Uno de los problemas que venimos sufriendo es la baja calidad de nuestro debate p¨²blico. Por razones dif¨ªciles de entender, los representantes pol¨ªticos han renunciado a explicar por qu¨¦ hacen algunas cosas. Durante la actual crisis, cuando se han aprobado medidas impopulares, ha existido un notable d¨¦ficit de explicaci¨®n, renunciando a tener ciudadanos bien informados. Si la ciudadan¨ªa supiese mucho m¨¢s de por qu¨¦ se han seguido algunas pol¨ªticas, quiz¨¢s la brecha entre representantes y representados no se habr¨ªa agrandado tanto. As¨ª, una parte de la desconfianza existente est¨¢ relacionada con un claro d¨¦ficit explicativo donde los argumentarios han sustituido a los argumentos.
Las dos grandes fuerzas pol¨ªticas sumaron casi el 84% de los votos en 2008; el pasado 20-D, el 50,7 %
Otra medida que podr¨ªa solucionar nuestra crisis de representaci¨®n es una mayor participaci¨®n de la ciudadan¨ªa en decisiones importantes. En ocasiones los espa?oles no est¨¢n en contra de algunas medidas, sino que sienten que no se les consulta. Un ejemplo puede clarificar esta cuesti¨®n. Analizando el Clima Social de septiembre de 2011 de Metroscopia observamos que un 62,3% apoyaba la introducci¨®n de la estabilidad presupuestaria en nuestra Constituci¨®n. Entre el electorado socialista el nivel de apoyo era del 60%. La cr¨ªtica estaba en el procedimiento: el 61% de los entrevistados cre¨ªa que habr¨ªa sido preferible celebrar un refer¨¦ndum y solo el 32,2% justificaba la urgencia. Por tanto los ciudadanos quer¨ªan ser copart¨ªcipes de una decisi¨®n tan importante como fue la reforma del art¨ªculo 135. No disent¨ªan en el fondo, sino en las formas.
En definitiva, la crisis de representaci¨®n tiene soluci¨®n. El peligro que existe es que sus consecuencias acaben agravando la situaci¨®n pol¨ªtica por la que pasa nuestro pa¨ªs. El multipartidismo, dados los d¨¦ficits democr¨¢ticos que conlleva, puede generar nuevas dificultades. Nuestro problema no es cu¨¢ntos partidos tenemos, sino c¨®mo estrechamos la relaci¨®n entre representantes y representados.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa en la UCM, candidato del PSOE al Congreso de los Diputados por Teruel y acaba de publicar La crisis de representaci¨®n en Espa?a (Los Libros de la Catarata).
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