El duelo Way¨²u por la muerte de los ni?os ind¨ªgenas
En la plaza Bol¨ªvar de Bogot¨¢, 500 ata¨²des simbolizaron a los miles de menores de una minoria ¨¦tnica que han muerto de hambre
Eran las seis de la ma?ana del 11 de mayo cuando un grupo de personas, en su mayor¨ªa ind¨ªgenas de los pueblos way¨²u, nasa, sikuani, misak, arhuaco y muisca, entre otros, nos reunimos en el coraz¨®n de Bacat¨¢, territorio de estos ¨²ltimos, en un ritual de armonizaci¨®n que sanaba los corazones y abr¨ªa el lugar para el duelo que en un par de horas dar¨ªa inicio. El universo, la naturaleza y el territorio, como signo de aprobaci¨®n y armon¨ªa, iluminaron el espacio con los rayos del sol que nos acompa?ar¨ªan durante el ritual de duelo de principio a fin.
Del departamento de La Guajira ¡ªubicado en el extremo norte de Colombia¡ª vinieron a llorar a sus ni?as y ni?os muertos 60 mujeres y hombres way¨²u acompa?ados por defensores de derechos humanos y ¨¦tnicos, acad¨¦micos, artistas, organizaciones sociales, movimientos de mujeres y ciudadanos en general. Todos nos unimos en el Movimiento de las Mantas Negras con un prop¨®sito: defender la vida de ni?os y ni?as ind¨ªgenas.
Un total de 4.151 ni?os de La Guajira murieron entre 2008 y 2013, seg¨²n el Departamento Administrativo Nacional de Estad¨ªstica de Colombia (DANE): 278 por desnutrici¨®n, 2.671 por enfermedades que pudieron haberse tratado y 1.202 porque no alcanzaron a nacer. En otros informes he comprobado que 37.000 padecen desnutrici¨®n y al menos cinco mil muertos por inanici¨®n. Sin embargo, las autoridades tradicionales way¨²u nos dicen que el n¨²mero de fallecimientos puede acercarse a los 14.000 menores, debido a que el sub-registro de nacimientos y muertes en ese departamento es muy alto.
Desde la Casa de Pensamiento Ind¨ªgena, a las nueve de la ma?ana empezamos a salir por la calle novena un nutrido grupo de ind¨ªgenas, no ind¨ªgenas, mujeres, hombres, j¨®venes, ancianos, cat¨®licos, cristianos, jud¨ªos, ateos, artistas; ¨¦ramos un abanico de personas con diferencias raciales, sociales y pol¨ªticas unidas por el mismo sentimiento de dolor.
Subimos por la calle d¨¦cima hasta llegar a la Plaza de Bol¨ªvar. Mujeres con mantas negras y pa?oletas y hombres con sombreros cargaban 500 ata¨²des peque?os, s¨ªmbolo de los miles de menores que no alcanzaron a cumplir su ciclo de vida y que murieron por causas prevenibles. Una espiral formada por docenas de personas y a la que llamamos El despertar de las semillas se mov¨ªa al ritmo de sonidos andinos.
Cada uno de nosotros se manifest¨® frente al Palacio de Justicia, el Capitolio Nacional y el Palacio de Li¨¦vano, edificaciones en las que se concentra el poder pol¨ªtico y judicial de la Naci¨®n. All¨ª, en donde se originan las leyes y se vela por el bienestar del pueblo colombiano, el Movimiento de las Mantas Negras nac¨ªa para la opini¨®n p¨²blica en medio del llanto de mujeres y los hombres way¨²u y arijuna (palabra empleada por los way¨²u para referirse a una persona no ind¨ªgena), abrazadas a un ata¨²d marcado con el nombre, la edad y el a?o de fallecimiento de la ni?a o ni?o que ese 11 de mayo fue reconocido y honrado.
Cada lamento que escuch¨¦ fue una exigencia a las autoridades competentes para que tomen las acciones necesarias y duraderas porque, de acuerdo al auto 004 de 2009 proferido por la Corte Constitucional, los way¨²u son uno de los 32 pueblos ind¨ªgenas en riesgo de desaparecer por el conflicto armado y porque no tienen sus necesidades b¨¢sicas satisfechas: sufren la falta de agua, inseguridad alimentaria, un p¨¦simo servicio de salud y la poca cobertura de los programas del Estado, desarticulados y sin pertinencia regional, cultural y ling¨¹¨ªstica.
Durante el ritual le¨ªmos los nombres escritos en cada ata¨²d, incluso los que ten¨ªan las frases ¡°menor muerto antes de nacer¡± o ¡°menor muerto sin registro¡±. Las autoridades tradicionales del pueblo way¨²u expresaron su lamento; como el t¨ªo Jairo que interpret¨® una canci¨®n en medio de su tristeza: ¡°Pens¨¦ que yo era mayor, pens¨¦ que yo era una autoridad, al venir a Bogot¨¢ pens¨¦ que la autoridad me iba a recibir, como es mi costumbre, pero resulta que el presidente Santos ni siquiera me ha mirado, ni siquiera me ha saludado. Yo vengo con mucha tristeza, con mucho dolor¡¡±.
Espiritualidad y arte acompa?aron el ritual de duelo. Representantes de distintos credos dimos nuestra bendici¨®n al ritual y reconocimos la barbarie que se vive en La Guajira. Por su parte, los artistas acompa?aron el dolor con su m¨²sica y con una actuaci¨®n en la que se custodiaban simb¨®licamente los ata¨²des, colocados en forma de flores que luego fueron rodeadas por un enorme cord¨®n hecho con cientos de borlas de lana. As¨ª honramos a cada uno de los muertos.
Sobre el mediod¨ªa escuchamos la lectura del comunicado oficial, donde se explicaba el origen del Movimiento de las Mantas Negras, los objetivos del ritual y las acciones exigidas a corto, mediano y largo plazo para terminar con las muertes de ni?as y ni?os ind¨ªgenas en el pa¨ªs.
Los portavoces oficiales del Movimiento de las Mantas Negras son Remedios Uriana, en representaci¨®n del pueblo Way¨²u, Luis Fernando Arias, consejero mayor de la Organizaci¨®n Nacional Ind¨ªgena de Colombia y yo misma, como subdirectora de la Fundaci¨®n Caminos de Identidad (Fucai), organizaci¨®n con la que llevamos 25 cinco a?os trabajando con pueblos ind¨ªgenas en cuatro ¨¢reas: gobierno comunitario, familia, ni?ez y juventud, soberan¨ªa alimentaria y educaci¨®n. Actualmente, y gracias al apoyo de organizaciones internacionales como Manos Unidas, nuestra socia local en Espa?a, Fucai est¨¢ presente en 22 comunidades way¨²u formadas por 316 familias y 1.800 personas. Con ellos realizamos el seguimiento y la recuperaci¨®n nutricional de 381 ni?os y ni?as menores de cinco a?os, hemos capacitado a 66 l¨ªderes y autoridades tradicionales y hemos desarrollado actividades de articulaci¨®n e incidencia interinstitucional para garantizar los derechos de los ni?os y sus comunidades.
El ritual de duelo Entre mantas y llantos fue una manifestaci¨®n pac¨ªfica, multicultural y pluri¨¦tnica, con un impacto visual sin precedentes. Imposible que el transe¨²nte desprevenido no volteara sus ojos hacia las mujeres de manta negra que lloraban al pie de sus ata¨²des, dentro de ese enorme cementerio en el que se convirti¨® la Plaza de Bol¨ªvar de Bogot¨¢.
Ruth Consuelo Chaparro es subdirectora de Fucai (Fundaci¨®n Caminos de Identidad), socia local de Manos Unidas en Colombia y Premio Bartolom¨¦ de las Casas 2015.
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