Bah¨ªa Portete revive tras la masacre
La comunidad Way¨²u vivi¨® una matanza y fue desplazada a la fuerza por paramilitares hacia Venezuela. Once a?os despu¨¦s, los nativos regresan a su territorio en Colombia
"La gente de las casas por las que pasamos no quiso brindarnos un vaso de agua por miedo de sufrir consecuencias. Despu¨¦s de haber caminado por tres d¨ªas llegamos a Cojoro, y de all¨ª nos fuimos hacia Maracaibo". Con esas palabras, Josefa Fince cuenta c¨®mo fue el desplazamiento desde Bah¨ªa Portete, en La Guajira colombiana, hacia Maracaibo, Venezuela. El 18 de abril de 2004, a las siete de la ma?ana, 50 paramilitares llegaron a su pueblo, apresaron y mataron a cinco miembros de sus familiares. Los paramilitares dominaban la zona desde hac¨ªa a?os y controlaban actividades de contrabando, tr¨¢fico de drogas y armas. En particular, la bah¨ªa era una fuente de ganancias para los grupos armados, que mov¨ªan en la ¨¦poca m¨¢s de tres millones de d¨®lares diarios.
En la comunidad viv¨ªan 320 familias bajo una estructura matriarcal. Hay evidencia de que el objetivo de la masacre fue golpear a las mujeres de la comunidad que ten¨ªan un papel importante en la resistencia contra los paramilitares. Aunque integrantes de los clanes Epinayu y Uriana declaran que el n¨²meros de v¨ªctimas es mayor, el Centro de Memoria Hist¨®rica documenta que en aquella acci¨®n violenta fueron mutilados, desaparecidos y asesinados cuatro mujeres y un hombre. Adem¨¢s, numerosas viviendas fueron destruidas y 600 personas fueron desplazadas forzosamente hacia Venezuela, mayoritariamente, y en n¨²mero menor hacia Maicao o Riohacha, los mayores centros urbanos de la regi¨®n.
Venezuela
La masacre sucedi¨® durante el primer Gobierno de ?lvaro Uribe V¨¦lez, y la versi¨®n gubernamental se?al¨® que los hechos violentos ocurridos en Bah¨ªa Portete se debieron a una guerra entre clanes Way¨²u. Los Way¨²u, en agradecimiento, reconocen el apoyo que les fue brindado por el Gobierno venezolano. Comisiones humanitarias y de seguridad fueron creadas para atender a los refugiados y una delegaci¨®n representativa de las v¨ªctimas fue recibida por el presidente Ch¨¢vez, que les ofreci¨® tierras. Debora Barros recuerda que el Gobierno de Venezuela tuvo un rol importante para que la situaci¨®n de la comunidad fuera escuchada y tenida en cuenta por las autoridades colombianas. Adem¨¢s, recibieron apoyo de ACNUR, UNICEF, la Cruz Roja y de organismos locales no gubernamentales.
Sin embargo, lejos de su territorio ¨¢rido y des¨¦rtico, recomenzar desde cero en la ciudad venezolana fue un choque adicional. Con el arraigo de sus costumbres y h¨¢bitos, pudieron estar unidos durante las primeras temporadas en suelo venezolano, pero luego cada familia tom¨® su propio rumbo hacia diferentes lugares. Es importante recordar que el grupo ¨¦tnico de los Way¨²u est¨¢ presente tambi¨¦n en Venezuela y muchos de ellos tienen doble nacionalidad. En Maracaibo existen muchas escuelas biling¨¹es y la cultura Way¨²u es apreciada probablemente m¨¢s que en Colombia. En medio de esa din¨¢mica, tambi¨¦n empez¨® a desarrollarse una ruptura entre las generaciones m¨¢s viejas, las mas j¨®venes y luego con la de los reci¨¦n nacidos, algunos hijos de extranjeros que llegaron a criarse en este nuevo ambiente.
No obstante, la comunidad mantuvo la costumbre de reunirse regularmente en Venezuela y de visitar en grupos su territorio nativo para cuidarlo y prevenir que otros grupos se aprovecharan de su ausencia. Cada a?o conmemoran las v¨ªctimas de 2004 a trav¨¦s del Yanama, d¨ªa en que el pueblo se reun¨ªa en Portete para recordar a los fallecidos con la visita a diversos sitios sagrados de su territorio y ofrecer la sangre de un animal sacrificado en nombre de los desaparecidos. En la celebraci¨®n tambi¨¦n se programaban actividades para los m¨¢s j¨®venes y dem¨¢s personas que apoyaban la causa de los Way¨²u. La memoria construida alrededor de la tragedia colectiva hac¨ªa que los lazos con la cultura y h¨¢bitos de La Guajira colombiana siguieran fuertes, afirman ellos.
Identidad
Despu¨¦s de haber sido amenazadas y estigmatizadas, de este proceso sobresale el papel de las mujeres Way¨²u como v¨ªctimas y actores pol¨ªticos fundamentales de esta comunidad. El s¨¢bado 18 de abril fue conmemorado el m¨¢s reciente Yanama. Debora Barros cerr¨® la reuni¨®n con estas palabras, entre aplausos euf¨®ricos: "Yo quiero escuchar ahora de mi comunidad: ?est¨¢n dispuestos a seguir poni¨¦ndole el alma y la verraquera para sacar adelante este retorno?¡°. Este Yanama, en su und¨¦cima celebraci¨®n, fue diferente, pero muy especial, por suceder tras su retorno a su tierra ancestral. Una de sus matriarcas cuenta que su identidad est¨¢ relacionada con esa tierra y con los antepasados que la habitaron. Esa es una de las razones principales por las que los Way¨²u de la Guajira decidieron volver a su casa.
El impacto de la masacre en la identidad de los j¨®venes es tambi¨¦n visible. Ang¨¦lica, una joven de 15 a?os, admite que extra?a la televisi¨®n y la m¨²sica, y que adoraba bailar el regguet¨®n. Sin embargo, se?ala que la situaci¨®n es apenas el inicio del retorno. Su familia comentaba regularmente lo sucedido y con el tiempo ella ahora puede decir: ¡°pod¨ªa verlo perfectamente en mi cabeza¡±. A pesar de que le gusta viajar, ella no piensa en volver a Venezuela. ¡°Yo particip¨¦ en manifestaciones sobre la resistencia ind¨ªgena en Venezuela¡ Mi futuro lo veo aqu¨ª, yo soy de aqu¨ª¡±. Palabras similares son las de Miriam, de 12 a?os, quien al principio pens¨® que iban a ser solo unas vacaciones, pero ahora dice que se siente libre y puede correr por todas partes. ¡°La ¨²ltima vez que estuve en Maracaibo me sent¨ª rara, ya me faltaba La Guajira (¡) pero desde que estoy aqu¨ª, a veces tengo malos sue?os sobre la masacre y me da mucho miedo¡±, sostiene ella, visiblemente emocionada.
Ante la situaci¨®n, D¨¦bora advierte c¨®mo haber vivido en Venezuela cambi¨® la mentalidad de algunos j¨®venes que, de alguna manera, han creado una brecha al interior de la comunidad. Por eso, se quiere controlar esta situaci¨®n a trav¨¦s de trabajos de rehabilitaci¨®n psicosocial. Mar¨ªa Marta, de 13 a?os, asegura que no le gusta nada de su nuevo entorno: "Me falta la cama, me falta todo. Cuando la gente se marcha, me gustar¨ªa irme con ellos¡±. Y agrega: ¡°Aqu¨ª hay libertad pero no hay qu¨¦ hacer, no me voy a acostumbrar. Me siento venezolana, quiero volver a Maracaibo y estudiar medicina¡±.
Regreso
En el 2014, y bajo la direcci¨®n de Augustin Fince, que representa la figura de autoridad tradicional, la comunidad tom¨® colectivamente la decisi¨®n de regresar a Colombia. A partir de octubre de 2014, 103 cabezas de familia volvieron al territorio. A su regreso, notaron que quedaban muy pocas cosas de lo que fue el antiguo pueblo que vivi¨® del comercio, el pastoreo, la pesca y la artesan¨ªa. Portete contaba con decenas de casas, una escuela y un centro de salud. Ahora s¨®lo hay esqueletos de algunas estructuras, pero al igual que en sus mejores ¨¦pocas, los ritmos del d¨ªa son marcados por los loros que pasan por el lugar alrededor de las siete de la ma?ana y vuelven por las tardes, hacia las cinco. Inicialmente, cada familia construy¨® una rancher¨ªa donde colgar sus chinchorros pero, despu¨¦s de algunos meses, la mayor parte logr¨® construir una casa en yotojoro, la madera que se extrae de los cactus.
La situaci¨®n actual presenta varios aspectos de vulnerabilidad. La Unidad de V¨ªctimas fue el primer ¨®rgano institucional que los acompa?¨® en su regreso. En diciembre, el presidente Santos visit¨® la comunidad y prometi¨® ayudarlos para la reparaci¨®n integral de su pueblo. Al mismo tiempo, el buen trabajo de los l¨ªderes comunitarios permiti¨® la atenci¨®n y ayuda de las instituciones del Estado y otros actores menores como World Coach, que tiene programas para combatir la vulnerabilidad de la ni?ez a trav¨¦s del deporte. Esas ayudas est¨¢n contribuyendo a que la comunidad pueda levantarse y mantenerse con sus propias piernas.
Aunque la reconstrucci¨®n del pueblo va por buen camino, los adultos sostienen que lo m¨¢s apremiante es una escuela para los ni?os. Adem¨¢s, los j¨®venes que estudian en el vecino pa¨ªs van a Portete s¨®lo para pasar sus vacaciones. Entre los adultos, la mayor parte est¨¢ en un programa del Gobierno sobre la protecci¨®n y limpieza de la zona, en tanto otros buscan cualquier tipo de ocupaci¨®n en los pueblos cercanos. Sin embargo, hay varias familias que no han podido reunirse, pues hay quienes decidieron no volver por miedo, y otros se acostumbraron a la nueva vida que construyeron en Venezuela.
Peligro y futuro
Las noches en Portete son usualmente iluminadas por un cielo estrellado. Pero cuando llega el silencio, el ruido de las motos de las carreteras cercanas inunda la zona y despierta viejos temores. A pesar de que una patrulla del Ej¨¦rcito recorre el territorio, su presencia es percibida tambi¨¦n con desconfianza, porque las din¨¢micas del 2004 los relacionan indirectamente con los antiguos grupos ilegales. Al mismo tiempo, Clenticia habla de c¨®mo una noche sinti¨® el ruido de un helic¨®ptero aterrizar en un punto no lejos de su casa. Al ver dos camionetas acercarse al helic¨®ptero, los recuerdos de los paramilitares la abrumaron. Igualmente, aducen ellos, eso es evidencia de que ning¨²n aseguramiento de la zona fue hecha y de que no se sabe qu¨¦ clase de individuos recorren el territorio.
No s¨®lo como punto estrat¨¦gico para el contrabando, la bah¨ªa es un foco econ¨®mico apetecido relacionado con la extracci¨®n de recursos naturales. Quiz¨¢s por ello se entienden las amenazas que varias personas de la comunidad han recibido, con el ¨¢nimo de entorpecer el retorno. Sin embargo, el 20 de diciembre de 2014 el territorio fue declarado parque nacional, lo que representa una buena noticia para los ind¨ªgenas. Esto impide que personas que llegaron a la zona durante los ¨²ltimos diez a?os con afanes econ¨®micos, lleven a cabo cualquier iniciativa. La esperanza es que adem¨¢s de protegerlos de especulaciones econ¨®micas, el parque pueda alimentar el ecoturismo y generar una econom¨ªa sostenible.
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