La letra 'i' no adelgaza
Ese fonema adquiere un gran poder de sugesti¨®n, porque suele rondar muchos t¨¦rminos que evocan lo peque?o
Los comensales ya dan buena cuenta del postre cuando el camarero les dice: ¡°?Un chupito?¡±.
Como hay que lograr que los clientes se vayan con ¨¢nimo de volver, nada mejor que ofrecerles un ¨²ltimo producto envuelto en una palabra seductora; aunque se trate de un buen lingotazo de pachar¨¢n, de orujo, de aguardiente o de alg¨²n alcohol enmascarado en finas hierbas arom¨¢ticas.
Pero el camarero no preguntar¨¢ ¡°?les apetece un lingotazo?¡±.
La voz ¡°chupito¡± refleja en nuestra mente un ¡°sorbito¡± de licor, y para acrecentar su eficacia diminutiva se colocar¨¢n sobre la mesa unos vasos de inofensiva apariencia. La palabra elegida por el camarero har¨¢ que el comensal piense en el ¡°traguito¡± del ¡°licorcito¡± y en los ¡°vasitos¡±, y que de esa forma se oculte a su vista (aunque la tenga delante de sus narices) la frasca m¨¢s que mediada que contiene un atractivo destilado de entre 25 y 40 grados. Parece milagroso, pero las palabras que no se pronuncian consiguen a veces que desaparezcan los objetos que nombran.
¡°?Les apetece un chupito?¡±, insiste el camarero. Y el cliente piensa: ¡°Pero c¨®mo va a tener nada de malo un sorbito¡±. Y entre chistes y risotadas ir¨¢ cayendo la frasca entera.
El camarero sabe que ha servido una comida copiosa. ?l trajo esos entrantes para compartir en los que siempre toca a raci¨®n y media por persona; ¨¦l abri¨® las botellas de vino y sac¨® de la cocina un plato tras otro. Y el postre. Despu¨¦s de todo eso, puede preguntar una vez m¨¢s ¡°?les apetece un chupito?¡±; pero si alguno de sus clientes se lleva la mano a la barriga, tambi¨¦n tendr¨¢ la palabra adecuada: ¡°?Les apetece un digestivo?¡±.
Como si el camarero ejerciera de m¨¦dico nutricionista, esa propuesta inducir¨¢ en los consumidores un sentimiento de adhesi¨®n que les impedir¨¢ solicitar m¨¢s datos. Los licores con escasa graduaci¨®n pueden contribuir a un mejor tr¨¢mite intestinal, pero los que van cargaditos de alegr¨ªa producen un efecto insospechado. Sin embargo, ?c¨®mo se va a dudar ante palabras como ¡°chupito¡± o ¡°digestivo¡±, de una apariencia tan saludable?
La letra i adquiere en ellos un gran poder de sugesti¨®n, porque tal fonema suele rondar, adem¨¢s de los diminutivos, muchos t¨¦rminos que evocan lo peque?o: minimizar, fin¨ªsimo, disminuir, miseria, infantil, insignificante, diminuto, minucia, nimio, miniatura, ¨ªnfimo, microbio, milim¨¦trico, chiquitito¡
Tal vez la casualidad o la intuici¨®n sobre el poder del lenguaje hab¨ªan hecho tambi¨¦n que los clientes escuchasen otra palabra de sonoras ¨ªes nada m¨¢s llegar al restaurante, cuando a¨²n esperaban a que se completase su mesa. Con las primeras cervezas llegaron unas rebanadas con sobrasada, unas patatas bravas, unas alb¨®ndigas con salsa. Pero el camarero les habr¨¢ dicho como saludo, y para abrir su serie de preguntas seductoras: ¡°?Les pongo un aperitivito?¡±.
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