Teor¨ªa de lunes
El silencio se llena de noticias y opiniones, bombas y epidemias, de crisis hist¨®ricas y pron¨®sticos del clima
En los ¨²ltimos a?os, mi madre ha contra¨ªdo el h¨¢bito de suspirar honda y quejumbrosamente mientras lee el peri¨®dico. Reposa su taza de caf¨¦ y su peri¨®dico en la mesa y se pone a estudiar la primera plana. Murmulla, suspira, balbucea insultos, y se lame el dedo gordo para pasar a la segunda p¨¢gina. Se repite la misma rutina de lamentos, variando en intensidad con cada p¨¢gina, seg¨²n lo predecible o impredecible de las noticias del mundo.
Una ma?ana le pregunt¨¦, adormilada, sentada en la otra esquina de la mesa y atrincherada detr¨¢s de la pantalla de mi computadora mientras repasaba mis peri¨®dicos electr¨®nicos, que por qu¨¦ andaba siempre suspirando quejas como globo de helio desinfl¨¢ndose. Me mir¨®, precisamente, como un globo de helio mirar¨ªa a un ni?o caprichoso que lo sostiene de un hilo (no se sabe nunca, en realidad, qui¨¦n sostiene a qui¨¦n). Me dijo que una t¨ªa suya, la famosamente muy alegre t¨ªa Pichita, ten¨ªa la teor¨ªa de que hab¨ªa que quejarse bien y en voz alta frente al peri¨®dico cada vez que se antojase. De lo contrario ¡ªdec¨ªa esta t¨ªa abuela m¨ªa, ya muy muerta, de sobrenombre desafortunado¡ª, se le quedaban a uno atoradas las quejas, atorado el mundo, y se corr¨ªa el riesgo de convertirse en lunes.
Cada tanto recuerdo y repaso esa frase misteriosa heredada de la t¨ªa Pichita y me pregunto si la sabidur¨ªa de los ancestros debe tomarse en serio o si debe tomarse como el ibuprofeno o la aspirina ¡ªal avent¨®n, de un trago ciego, y sabiendo que no nos va curar de una chingada¡ª.
Supongo que, comparada con la tristeza natural de los domingos y la mediocridad absoluta de los martes, la melancol¨ªa de los lunes es mucho peor, m¨¢s contagiosa, y s¨ª requiere de nuestra fe en un ant¨ªdoto. Salimos de la cama, encendemos la radio y la estufa, calentamos caf¨¦, abrimos el peri¨®dico. Poco a poco dejamos que el silencio se llene de noticias y opiniones, bombas y epidemias, de crisis hist¨®ricas y pron¨®sticos del clima. La mara?a privada de nuestros sue?os dominicales se va llenando de voces ajenas y urgencia de mundo. Y lo miramos todo frente a nosotros, estupefactos, embrutecidos, sumisos, sin quejarnos nunca lo suficiente ¡ªel alma ya como globo de helio desinflado, como fantasma de fiesta de anteayer¡ª.
Tal vez s¨ª, tal vez habr¨ªa que encarar los lunes como una t¨ªa anciana, o ya muy muerta, pero alegre, pasar¨ªa las p¨¢ginas del peri¨®dico: resoplos, bufidos, estruendosos lamentos. Quejarnos mucho y bien, para parir todo nuestro malestar de mundo a tiempo y no convertirnos, nunca, en lunes.
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