Tener el todo, desear la nada

La noticia de que varios futbolistas podr¨ªan estar implicados en el caso Torbe me ha recordado que existe un extra?o mecanismo que hace que, quienes tienen todo lo bueno, un d¨ªa decidan que tambi¨¦n desean lo malo. Cuando a uno se lo hacen todo, cuando se est¨¢ acostumbrado a que, por decreto, todo funcione, uno se vuelve gilipollas. Pude experimentar esto hace un par de meses, cuando en un viaje de prensa a Nueva York me contrataron un servicio con el que me llevaban al aeropuerto, embarcaba por una puerta privada, me trasladaban a la aeronave en un veh¨ªculo privado y, al llegar a mi asiento en business, alguien se hab¨ªa encargado de guardar mi maleta en el compartimento justo encima de mi asiento. Ahora mismo habr¨¢ gente que pensar¨¢ que soy un pijo, y otros que creer¨¢n que soy un pringado, pues ellos utilizan un servicio que asegura que nadie con menos de 50.000 seguidores en Instagram se les siente al lado. En fin, que cruzando las Azores record¨¦ aquella conversaci¨®n que mantuve con un colega de profesi¨®n que estaba indignado porque una compa?era suya se negaba a aceptar viajes de prensa en los que no se volara en business. Menuda est¨²pida. Bien, pues tras zamparme un solomillo, beber vino franc¨¦s y reclinar mi asiento hasta convertirlo en cama, promet¨ª que jam¨¢s volver¨ªa a volar en gallinero. Me di miedo. Y lo que sucedi¨® en el vuelo de regreso casi me mata: hab¨ªan colocado mi maleta dos filas m¨¢s atr¨¢s. Me levant¨¦ para quejarme. Afortunadamente, me fren¨¦ a tiempo, justo tras recordar que era, probablemente, el ¨²nico tipo en business que al cabo de unos d¨ªas iba a viajar a Albacete en BlaBlaCar.